Park Sunghoon

825 122 79
                                    

Sunghoon miraba fijamente la planta de decoración detrás del oficial, quién le hacía preguntas, pero que no podía escuchar.

No podía ser capaz de escuchar, y mucho menos de responder, no podía.

—Joven Park. —habla el oficial nuevamente, notandose cansado ante la ignoración del menor.

—No puedo responder... —murmura después de minutos.

—Claro que puede, la pregunta es fácil. —el oficial vuelve a ver su hoja. —¿Que relación tenía usted con Kim Daniel?

Volvió a quedar ensimismado en si mismo, sintiendo como todos aquellos recuerdos fueran atacando su mente, obligándolo a cerrar sus ojos y los oídos con sus manos al empezar a recordar y escuchar.

Sunghoon, sácame de aquí...

Empieza a negar con rapidez, notandose alterado, haciendo que el oficial se levante y rodee el escritorio, llegando a su lado para tranquilizarlo. —Joven Park...

Escucha la voz del oficial muy lejana, como si estuviera atrapado en una gran caja de cristal.

Por favor, Sunghoon...

—¡Ya basta! —grita hacía la nada, espantando al oficial. —¡Por favor ya basta!

Empieza a soltar lágrimas, aún con sus manos en los oídos, tratando de hacer que su voz se alejara.

—Sunghoon... —el oficial empezó a acariciar su espalda, tranquilizandolo. —Vamos, le haremos el interrogatorio después. —lo ayuda a levantarse, pero el menor toma su ropa con fuerza.

—No puedo. —niega con desesperación. —No puedo responderle.

El oficial mira con pena al menor. —Tiene que hacerlo.

—Por favor...

—Lo siento.

...

Algunas personas no pueden evitar sentirse atraídas por otras, en especial los que tienen una hermosa sonrisa como la que Sunghoon poseía.

Daniel no podía apartar la mirada del pelirrojo por más que trataba de poner atención a lo que decía. Solo podía mirar sus labios moviéndose, preguntándose cuáles serían las consecuencias de tocarlos.

—Si saben esto, estoy seguro de que harán un buen trabajo. —Sunghoon parecía terminar de hablar, y mientras que Heeseung a la izquierda del pelirrojo asentía, Daniel se incorporó en su silla, dándose cuenta de que no había puesto atención a nada.

—Explicas mejor que el profesor. Me siento como un ser superior sabiendo esto. —dice Heeseung mirando su cuaderno, en donde Sunghoon los había mandando a resolver los problemas. —Podrías ser un maestro.

Sunghoon niega con una sonrisa, y Daniel vuelve a distraerse con la misma. —No lo creo.

Daniel y Heeseung tenían un trabajo de cálculo en pareja, y como ninguno de los dos entendía la materia, Heeseung pensó en Sunghoon, un genio en esa materia. Y ahora estaba ayudándolos a ambos.

Y mientras hablaban, una persona entró a la biblioteca en dónde los tres chicos estaban, notandose no muy contento.

Heeseung miró el rostro de Geonu, y este parecía saber lo que tenía que decir, por lo que se levantó sin objetar nada. —En un momento vuelvo. —le dice a los otros dos con educación, levantándose y poniendo la silla donde estaba. —No me tardo.

Mientras que Geonu caminó con los brazos cruzados y con pasos largos a la salida, Heeseung puso su mano en su espalda, demasiado cerca de la cintura.

Sunghoon alzó ambas cejas al verlos irse. —Creo que Geonu no está muy feliz.

Daniel, quién había ignorado la situación por ver a Sunghoon, miró hacía la salida. —Sí...

—Entonces... —Sunghoon cambió su posición para estar frente a frente con él menor, con una sonrisa. —¿Entendiste lo que expliqué?

Daniel abre un poco la boca, tratando de recordar un poco de lo que Sunghoon había hablado la última media hora. —Los límites infinitos son... ¿Infinitos? —sonríe para tratar de hacer que Sunghoon no se enoje.

Sunghoon suelta una pequeña risa, negando. —¿Necesitas que lo explique otra vez?

—Ya es tarde. —aunque Daniel quería, sabía que ya era tarde y él contrario necesitaba volver a casa. —Heeseung me explicará o hará todo el trabajo.

—No te confíes de Heeseung, puede ser inteligente, pero es muy flojo.

—Eso lo sé, cuando estamos en clases y no está besando a Geonu, está durmiendo. —dice Daniel, recordando las veces en la que los profesores regañaban a ambos por sus actos.

El menor miró a Sunghoon morder su labio nerviosamente, antes de volver a hablar. —¿No te gustaría que te enseñe? Puede ser aquí después de clases, o en tu casa o en la mía. —ofrece una tímida sonrisa.

A pesar de que Daniel sabía que se distraería, accedió, pareciendo emocionado y nervioso a la vez. —Me gustaría.

Ambos sonrieron después de la respuesta de Daniel, sin saber quién los miraba.







































Las sonrisas enamoran, enamorarse asesina. Park Sunghoon ¿Por qué eres culpable?









room 12 | ilandOù les histoires vivent. Découvrez maintenant