Prólogo

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***BRENDA MAXWELL***


—Cariño, sabes muy bien que cuentas conmigo. No tienes por qué mortificarte buscando trabajo. — le dijo su hermana mayor Maurice, mientras le servía una taza de café.

—No puedo quedarme aquí eternamente, Mau. — Brenda no entendía porque su hermana no lo veía todo como ella.

Necesitaba salir de allí y hacerse de una nueva vida. Llevaba un mes encerrada en casa de su hermana. Maurice le había estado llamando, atosigándola para que fuera a pasarse unos días con ella y su esposo Marcus, el cual trabajaba en una empresa de construcción y era un esposo magnifico. Su hermana tenía lo que ella una vez tuvo. Una hermosa familia, un esposo que la amaba y unos hijos que la adoraban.

Ella, con dos niños pequeños, no tenía idea de cómo seguir respirando. Sus hijos Matías y Roland eran su razón de seguir viviendo, lo único que la había mantenido cuerda desde aquel día cuando su esposo chocó conduciendo y perdió la vida en un instante.

Esa llamada telefónica cambió todo su mundo.

—Cariño, ¿sigues conmigo? — su hermana era tierna, siempre la había protegido, cuidado, evitado que sufriera lo menos posible.

Por eso Brenda siempre le estaría agradecida. Porque era la mejor hermana que cualquiera pudiera desear.

—Estoy aquí. — dijo pasando las manos por su rostro y tratando de sonreír. — Necesito esto, necesito un trabajo y una casa para mis niños.

—Lo sé, linda. Lo sé. Pero no te sobre esfuerces.

—No lo hago. — Brenda mentiras y lo sabía. Por supuesto que lo hacía. Dormía poco y casi no comía. Nada le gustaba y había perdido el amor por casi todo lo que le recordaba a su difunto esposo.

—Lo haces y ambas lo sabemos.

—Vine para buscar la forma de cambiar.

—Lo sé, pero no tienes que sacrificarte tanto. No aceptes cualquier empleo. Tienes basto conocimiento en manejo de mercadeo y compras. Serias una excelente empleada para cualquier empresa.

—Lo dices porque me amas.

—Lo digo porque soy tu hermana mayor, pero también soy realista, y se que vale la pena contratarte.

—¿Tú me contratarías? — le preguntó entonces sonriendo un poco más.

—¡Por supuesto! ¡Dame dos años mas para que la repostería termine de darse a conocer!

Ambas se rieron, pues el sueño de Maurice siempre había sido tener una repostería/pastelería, una que pudiera vender sus pasteles de piña y tarta de limón. Desde pequeña su hermana se inclinó por la comida y ella por las finanzas y ventas. Justo estudiando en la universidad fue cuando conoció a su marido. Marcos iba en el ultimo año de la carrera y ellas apenas comenzando, pero eso no le impidió terminar la carrera de Mercadeo ni tampoco casarse con Marcus, el amor de su vida, y unos años después tener a Matías y luego a Roland. Sus hijos solo tenían un año de diferencia y ambos extrañaban muchísimo a su padre. Pues con cinco y cuatro años, era muy difícil para los niños acostumbrarse a que su padre no estaba con ellos. Eran muy pequeños cuando Marcus murió y pasados estos dos años, poco se acordaban de él.

Pero ella si lo recordaba, ella si pensaba en el a diario y lo seguirá haciendo mientras vida tuviera.

Porque lo amaba, lo amaba y a jamás dejaría de hacerlo.

****

—Puedo aceptar de inmediato. Incluso puedo aplicar para algún otro trabajo. — odiaba rogar, ella no era así. Mientras vivía en New York, ella era alguien, era una persona importante.

—No tengo lugar para usted en mi empresa. — Brenda estaba segura de que el lugar no era de ella, pero la mujer era la típica empleada que se creía más dueña que el mismo dueño.

Pero lamentablemente, no quería llegar a casa de Maurice y no tener una respuesta positiva.

Iba a esforzarse para conseguir un trabajo ese día.

—Tengo dos hijos, me he quedado viuda recientemente....

—Señora, no me importan sus problemas. No puedo contratarla. Tiene dos años sin trabajar y las cosas han cambiado bastante en el área de ventas y marketing. Sus ideas son anticuadas y no van con nuestro perfil. —La mujer, de unos veinticinco años era dura, podía notarlo por cómo hablaba. Ella no iba a ceder, no lo haría porque no sabía lo que era tener dos bocas que alimentar, ni tampoco lo duro que era quedarse viuda.

Se sintió impaciente por irse. Solo era un rechazo. No iba a amedrentarse ni tampoco a tirarse a morir por su primer intento.

Tenía dos entrevistas más, así que mejor irse de allí y no seguir viéndole la cara a esa mujer tan desgraciada e insensible.

La gente debería ser más empática, pensó, mientras se levantaba y acomodaba su vestido negro, el mismo que había usado en el funeral de Marcus, ya que ella no solía usar ropa negra.

—Es usted tan insensible.

—Acostúmbrese al mundo, señora Maxwell.

—Solo es un trabajo.

—Pero es el que usted quiere. — la mujer la despachó con un movimiento de sus manos y Brenda se enojó tanto que quiso maldecirla, pero se contuvo.

Mejor salir de allí con dignidad.

No era el fin del mundo.

Brenda se fue con su cabeza en alto y sin mirar atrás. Era una mujer fuerte, jamás recibió un no por respuesta ante ninguna solicitud mientras estuvo viviendo en New York. En esta ocasión, viviendo en un pueblo pequeño como era Long Island, debía organizar sus ideas y crear su próximo plan.

Dos entrevistas más, y estaba segura, al menos quería decirse a sí misma eso, que ella conseguiría el trabajo.

Había decidido ir a esa empresa de alquiler de apartamentos, ya que pensaba que podría conseguir un empleo rápido para pagar al menos apartamento y comida, pero la vida se le complicó de una forma horrible.

Ella no era una mujer de calma y escucha.

No, Brenda Maxwell era de acción y movimiento.

Ella era solo un mínimo reflejo de lo que fue hace dos años, antes de morir Marcus.

Era vivaracha, siempre sonriendo, se las arreglaba para mantener su casa en orden, trabajar en la oficina del gobernador de New York y también para ser una esposa dedicada y leal, una que organizaba fiestas para sus hijos y actividades para su esposo con sus empleados o posibles clientes.

La mujer que la entrevistó estaba entrada en los veinticinco. Su postura era implacable, pero debía poner los pies sobre la tierra, era joven, Brenda le llevaba por lo menos 5 años, pues ella tenía treinta y uno. Se había dedicado a estudiar, conseguir un buen trabajo y luego casarse y tener a sus hijos. Desde muy joven tuvo su proyecto de vida, cada cosa a su tiempo, y todo lo había cumplido al pie de la letra. Porque ella no se dejaba vencer ni tampoco se quedaba en el banco, era de acción y resolución.

—Dos entrevistas más —se dijo en voz alta, mientras se montaba en el cacharro de su hermana, un carro que había visto mejores tiempos, pero Maurice le tenia especial amor a aquel carro y ella debía agradecer que su hermana se lo había prestado.

Su vida cambió muy drástico cuando tuvo que valerse por si sola, no porque no pudiera, ya que era una mujer muy trabajadora y eficaz, sabía que podría con todo, al menos así había sido hasta que Marcus murió.

Ella era la mejor de las dos hijas de los Maxwell, sus padres siempre la habían apoyado en todo, pero era justo que no los molestara, ellos vivían allí en Long Island, estaba agradecida de que ellos siguieran con vida, pero no podía cargarlos con su dolor. Ella tenia que salir sola de aquel hoyo.

Uno en el que jamás pensó que caería.


Ámame antes de que se oculte el solWhere stories live. Discover now