98. Cuentos

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Eathan entregó al pequeño a su madre, que le recibió con una sonrisa y le acunó con tranquilidad. El pequeño suspiró en los brazos de su madre y todos sonreímos. Cogí la mano a Eathan y le apreté con seguridad, sintiéndome la mujer más dichosa del mundo, bueno, puede que Arys me ganase esta vez, un poquito. Verla tan feliz, con su hijo en brazos...

Se me removió un rincón de mi corazón, un pedacito de mí que me recordó que yo no podría hacer eso, pero me conformaba con vivirlo de ese modo, tenía que hacerlo... Eathan besó mi sien y me arropó, como si supiera exactamente qué estaba pasando por mi cabeza. Cerré mis ojos e inspiré calmada. Hicimos el ademán de irnos, pero mi amiga carraspeó un poquito.

−Cada uno a su cama, ahora ¿Eh? −Eathan mató una sonrisa en su boca y miró a su prima.

−Tengo a Edward y a Yarel durmiendo en la mía. Es una faena... Pero haré compañía a Eirel −Líomar enarcó una ceja.

−Vaya, será porque no hay habitaciones libres en esta casa... Si te vas a dormir en medio de los reyes estoy seguro de que no habrá quejas −Ahogamos una risotada todos y mi chico negó.

−Eres un cabronazo... −Se sonrieron con complicidad. Miré a mi amiga con ternura.

−Descansad. Si necesitáis cualquier cosa nos la podéis pedir sin problema −Enarcó una ceja con pillería.

−Una reseña, detallada −Eathan me miró confuso.

−De un libro −mentí nerviosa. Le empujé hacia el exterior de la habitación e intercambié una mirada con Arys− Eres vil y cruel conmigo.

−Es lo mínimo que te mereces, por tu cabezonería, señorita −Negué y le lancé un beso.

Cerré la puerta lentamente, y las manos de Eathan me atraparon la cintura, girándome hacia él. Abrazándome con toda la amplitud de su cuerpo, fundiéndonos en un abrazo. Un abrazo de esos que das cuando la felicidad que sientes es incontenible. Esos abrazos que te dan escalofríos de jovialidad y sacan sonrisas y carcajadas. Le correspondí el gesto, hundiendo mi cabeza en su torso, perdiéndome en el aroma de su cuerpo, sintiéndole tan mío... Busqué sus labios, y me fundí en ellos, aflojando mi cuerpo, en calma, de la misma forma que sientes que el mundo pesa menos cuando entras en tu hogar.

Le empujé con mi cuerpo, hasta pegarle contra las ventanas que teníamos detrás. Busqué su boca, en toda su envergadura, busqué su mentón y su cuello. Mis manos se cernieron en caricias lentas bajo su camisa, paseándome entre los músculos de sus costillas, y su espalda, sentir su piel de esa forma, sentir que era mío en ese momento, que éramos nuestros.

Sus manos se detuvieron en mis muslos, se deslizaron hasta poder cargarme, hasta poder levantarme y yo me enrosqué con mis piernas a sus caderas. Pegándome a él. Detuvo nuestros besos. Me miró detenidamente, con esa sonrisa tan bella en su rostro y se la robé con un nuevo cruce de comisuras. Le abracé otra vez, fundiéndome con él. Sintiéndole entre mis brazos.

−¿Va a ser abuso de autoridad si te obligo a dormir conmigo hoy? −Nos miramos y sonrió con picardía.

−¿No me tocaba dormir en el sofá? −Reímos− ¿Acaso crees que voy a ser capaz de dormir sin ti a partir de ahora? −Negó y me besó la punta de la nariz− Pero si necesitas dormir sola, dímelo, no quiero que creas que ahora voy a ser tu sombra, si necesitas espacio −Él y su respeto... Le besé y mordí su labio.

−Deja de ser tan perfecto... El único espacio que quiero que me des es el que tienes entre tus... −Enarcó una ceja− ¡Brazos! −Reí de nuevo− ¡Eathan! ¿Cómo puedes tener la mente tan sucia? −Me mordió la oreja y soltó una sonrisita perversa.

ERALGIA IV, La CondenaWhere stories live. Discover now