Primer encuentro

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Historia dedicada a mi querida amiga TwiliNeko, gracias por tu supervisión en la realización de esta historia.

Miró el papel que llevaba en las manos y luego hacia la enorme casona frente a ella. Entornó los ojos, como si con eso pudiera ver a través de las paredes y luego de suspirar, caminó los pasos que le hacían falta hasta tocar el timbre principal. Era un botón pequeño, ubicado a un lado de un artefacto extraño que parecía un comunicador y que tenía toda la pinta de estar ahí para recibir a los invitados.

Se rio por lo bajo, así hasta parecía que venia de una aldea sin tecnología o internet, pero considerando que ni ella ni Jukai tenían esa clase de lujos en casa, era evidente que se confundiría con ganas.

Residencia Daigo, ¿en qué puedo ayudarle?

—Eh, soy la fisioterapeuta —se acercó a la bocina de la que se escuchó una voz suave y armónica. Se aclaró la garganta para que pudieran escucharla mejor, pero al no recibir respuesta, dio algunas explicaciones adicionales—. La señora Daigo me contrató, tengo cita con ella en... cinco minutos.

¿Kobayashi?

—Dororo, sí, soy yo —corrigió, ajustando la bufanda que le rodeaba el cuello y soltando un suspiro de alivio en cuando vio el gran portón automático abrirse—. Eh, ¡gracias! —tomó el maletín negro que llevaba consigo y que por las prisas dejó en el suelo; se ajustó el abrigo, los guantes y entró.

El invierno estaba cayendo sobre la ciudad de Kaga y las temperaturas bajaban drásticamente con el pasar del tiempo, había que abrigarse demasiado bien antes de salir de casa o de lo contrario era muy fácil contraer un resfriado común.

Meneó la cabeza tratando de enfocarse en su cita de ese día y miró el enorme jardín que había que atravesar antes de llegar a la entrada. El lugar estaba cubierto de nieve, pero aun así podían verse varios elementos decorativos que rodeaban el sitio, algunas rocas que bordeaban el camino, luces que seguramente se encendían por las noches y una fuentecilla cuya agua congelada caía en pequeñas estalactitas que prendían de sus contornos.

Lujos de ricos dijo para sí, poco antes de tocar un par de veces la gran puerta de madera que daba acceso a la residencia. No pasó mucho, antes de que una mujer muy guapa, de largo cabello negro y ojos hermosos hiciera acto de presencia. Luego de sonreírle amablemente, hizo una reverencia que Dororo tardó un poco en responder, por la sorpresa.

—Me alegra mucho que se encuentre aquí señorita Kobayashi, por favor, pase —la amable mujer le cedió el paso al interior de la lujosa mansión y Dororo siguió sus pasos hasta la sala de estar, donde una chimenea encendida daba un ambiente cálido y hogareño.

La mujer le extendió una mano para que se sentara en uno de los cómodos sofás y a la chica le costó trabajo acostumbrarse a tanta cortesía, combinada con formalidad.

—¿Gusta algo de tomar?

—Eh, no, no hace falta —respondió, moviendo ambas manos negativamente—. Si me permite, quisiera confirmar los datos que el doctor Jukai me dio antes de venir, para saber si son correctos.

—Por supuesto.

—Bueno... eh —extrayendo un folder con algunos papeles en su interior, Dororo lo colocó sobre sus piernas, previo a ojear la documentación con algo de nerviosismo. La mirada de la amable señora Daigo la estaba poniendo algo nerviosa—, las terapias son para Hyakki... moru.

—Hyakkimaru, mi hijo mayor —corrigió la dama.

—S-sí, lo siento —un leve sonrojo de vergüenza cruzó la cara de la de ojos avellana y posteriormente carraspeó con incomodidad, antes de continuar—. Requiere de rehabilitación después de haber sido sometido a una cirugía, debido a una fractura expuesta de tibia y peroné en la pierna izquierda.

Flor de BálsamoNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ