Una simple caminata

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ᴜɴᴀ sɪᴍᴘʟᴇ ᴄᴀᴍɪɴᴀᴛᴀ
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Las duras experiencias que Akutagawa ha tenido que vivir a lo largo de su vida hace que la esperanza que mantiene sea en varias ocasiones nula. Desde que era niño, el mafioso ha tenido que vivir en la soledad, en la decepción, rodeado de muerte y sin el sentimiento del amor, por lo que tener un deseo de esperanza, por más pequeño que sea, es difícil para él. La mirada muerta y vacía que posee es una de las tantas pruebas de todo ello.


Mirarlo fijamente basta para sentir la gran sed de sangre que siente, el rencor, melancolía y sentimiento de muerte que se encuentra en el; con todo ello es comprensible su apatía hacia los demás.

Era una tarde de otoño, Akutagawa no tenía mucho que hacer, por lo que salió a despejar su mente y ver con qué podría entretenerse, pues era raro que tuviera tiempo libre ya que la Port-Mafia suele mantenerlo bastante ocupado. Se dirigió a un lugar solitario y tranquilo; estar rodeado de muchas personas lo abrumaba. Terminó por llegar a un lugar bastante hermoso, un camino con árboles contemplaba su vista, aunque no se maravilló demasiado pues realmente no le importó mucho.

El paisaje tenía tonalidades cálidas, las hojas de los árboles eran amarillas y naranjas por la estación del año en la que se encontraban, y, aunque para muchos sería algo realmente hermoso y colorido, para Akutagawa solo era un lugar más de la ciudad, de tonalidades grisáceas y negras, un lugar oscuro y sin importancia como todos.

El joven comenzó a caminar sin rumbo fijo; su cabello azabache se movía por el viento que hacía y sus ojos se mantenía cerrados, dirigiendo la mirada hacia abajo, pues sabía que no habría nada interesante por el lugar, que sería oscuro y sin algo especial en él.

—. . .—El silencio gobernaba.

Los pensamientos vacíos y complejos a la vez permanecían en su cabeza; no había muchas cosas en su mente, cosa que se esperaría de alguien como Akutagawa al no ser muy expresivo.

Las hojas comenzaron a caer. Eso, hizo que el mafioso levantara la vista y abriera sus ojos. Las hojas secas se desplegaban de las ramas de los árboles y caían al suelo lentamente, cubriéndolo casi por completo. Las hojas, todas esas hojas que estaban cayendo, que perdían su color y se secaban, esas hojas sin importancia que terminaban en el suelo siendo pisadas por las personas además de ser tratadas como basura, eran cada gota de esperanza y deseos de Akutagawa, cayendo lentamente.

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