Capítulo tres.

746 65 29
                                    

Zhongli se arrepintió de la noche anterior a penas iniciado el desayuno al día siguiente.

Usualmente se caracterizaba por mantenerse siempre bajo compostura, incluso rozando la inexpresividad para las personas con las que no compartía una relación con relevancia. Era bastante inusual que algo fuese capaz de inquietarle hasta niveles perceptibles. Con tantas situaciones a las que se debió enfrentar como el gran Rey Geo, siempre resultó capaz de mantener la cabeza fría y todo bajo su control.

Nada solía escaparse de sus manos, pero eso era cuando vivía sus días de Arconte. Hoy, en esa mesa ruidosa colmada por la familia de su pareja, le resultaba difícil ignorar los recuerdos tan recientes que repletaban su cabeza. Era una situación tan humana, que simplemente le tomó desprevenido.

No lograba comprender cómo es que Nobile mantenía su sonrisa tan brillante frente a sus hermanos, como si la noche anterior no hubiese estado al borde de las lágrimas intentando contener los descontrolados gemidos que ansiaba por desvelar. No lograba comprender cómo Nobile carecía de vergüenza, como si estuviese completamente seguro de que todo habría resultado bajo el máximo sigilo.

Repentinamente, la imagen de su novio jugando con los panqueques del desayuno no coincidía en lo absoluto con el rostro ensimismado en placer que había apreciado la noche anterior.

Fue entonces cuando todas las escenas explícitas en su totalidad bombardearon la mente de Zhongli otra vez, negándose a dejarlo disfrutar de sus alimentos con una tortura que, en otro tipo de situación, amaría revivir infinitamente en sus pensamientos.

Cómo su espalda se arqueaba ligeramente cada vez que sus pieles se rozaban y consumían bajo el fuego de su lascivia, cada vez que Zhongli llegaba hasta los límites carnales de su menor entre la profundidad y certeza de sus embestidas. Aquellos ojos brillantes como el zafiro consumidos por un deseo que gritaba en medio de su silencio la insaciable necesidad de sentirlo arremetiendo contra sí, demostrando mediante la cristalina y húmeda apariencia de su mirada el enorme esfuerzo que ejercía por no gritar su nombre ante las abrumadoras oleadas de satisfacción que le recorrían por cada centímetro de su temblorosa anatomía, aquella cubierta de una fina capa de sudor que adhería la claridad de sus cabellos a su frente.

Especialmente recordó la forma en que la calidez de su inestable respiración impactaba contra su oído mientras se aferraba desesperadamente a su espalda, marcándola de tal forma con sus uñas que culminaban en unos salvajes trazos con excitante ardor para el mayor. Entonces, entre desenfrenados y placenteros jadeos, rozaba sus labios contra su oreja haciéndole notar la satisfecha sonrisa que le provocaba entre las sábanas, llamando su nombre con el mismo sigilo que antes le había solicitado.

"Zhongli...Zhongli".

—Zhongli Sensei.

Los ojos de Zhongli abandonaron la taza de té donde se habían perdido para unirse a los de Nobile, quien parecía haberle nombrado numerosas veces mientras él fantaseaba en su cabeza. La ternura de sus orbes contrastó inmediatamente con la fogosidad de sus recuerdos, provocándole un súbito sonrojo que sorprendió al menor. Intentó ocultar dicha tonalidad sobre sus mejillas con un pequeño carraspeo de su garganta, seguido de un largo sorbo al recipiente entre sus manos mientras evitaba la mirada de su pareja.

Analizó minuciosamente la mesa tan sólo con la rapidez de una ojeada. Parecía que nadie más se había percatado de su ausente presencia en la mesa, pues Andrei y Alek permanecían demasiado ocupados en alejar los azucarados aderezos de las manos de los menores, quienes se defendían diciendo que Nobile les había dado autorización esa vez.

Sin embargo, a Nobile no le tomó más de un par de segundos averiguar en qué clase de pensamientos se había perdido su pareja. Y, aunque también le invadió un vergonzoso calor en sus mejillas de tan sólo imaginarlo, se dio la libertad de reírse del mayor con su burlona naturalidad. Cuando los menores se percataron de su estruendosa risa, comenzaron a reír también mientras preguntaban a qué se debían sus carcajadas, incrementando el ruido de estas y provocando que Zhongli volviera a dar un largo trago a su taza de té.

Bajo la Nieve de Snezhnaya ➳ ZhongChi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora