𝘜𝘯 𝘦𝘯𝘤𝘶𝘦𝘯𝘵𝘳𝘰 𝘪𝘯𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘥𝘰

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Odio mi vida

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Odio mi vida.

Ya habían pasado seis meses desde el inicio del año y no había cambiado nada en ella, pero hoy comienza julio, un nuevo mes lleno de aventuras. No es mi culpa que los meses se pasaran volando.

Abrí la ventana y noté la característica más notoria de esta estación: el calor, abrumador e incómodo.

Los rayos, que el sol irradiaba, eran tan intensos que pensé que podrían dejarme ciega en cualquier momento. Imagina que vas caminando por la acera con un humor espectacular y de pronto, te entra la locura de sonreír al sol como modelo de catálogo de cosméticos; en ese mismo instante, el sol con sus rayos te deja ciego y le pone fin a tu carrera como modelo.

Por esa y muchas otras razones, evité voltear mi mirada hacia la ventana que dejaba filtrar luz por entre las cortinas.

Mis ojos me empezaron a escocer tanto que me hacían querer llorar, unas cuantas lágrimas rodaron por mis mejillas, aprovechando la oportunidad me puse a llorar por Doofenshmirtz. Es decir, pobrecito; hasta en su cumpleaños lo dejaron solo y, al menos yo, siento que nadie debe pasar su cumpleaños solo.

Por esa razón, amigos, nunca se queden haciendo la tarea que tienen acumulada desde hace una semana, porque si no, terminan llorando por un personaje ficticio de caricaturas infantiles que, por cierto, es uno de los mejores villanos que existe en todo el universo.

Soy de las personas que dice "Hay tarea, pero me da pereza hacerla" y al final, igual termina haciéndola porque salir reprobada no es de rockstars.

Entré al cuarto de baño y abrí el grifo para que la bañera se fuera llenando mientras alistaba mi uniforme. Mi madre entró de forma intempestiva a mi habitación para limpiar junto con su querida aspiradora. Su mirada estaba fija en mí hasta que habló. Sacudió las sábanas y recorrió la habitación hasta llegar a mí.

—Sabes que ya es tarde, ¿no? —avisó con ese tono sarcástico muy característico de ella.

Siempre decía ese tipo de cosas para asustarme, pero esta vez estaba muy segura que todavía era temprano. Hace un momento había ido a comprobar la hora, aún eran las seis de la mañana, máximo las seis y media.

—Mamá, estoy muy segura de que llegaré a tiempo —le dije con las manos en la cadera.

En seguida, se rio y señaló al despertador azul con estrellitas que reposaba en la mesita de noche que estaba al lado de mi cama.

—Tu reloj dice lo contrario —se burló. Para ser mi mamá, era muy cruel.

Efectivamente, como había dicho mi madre, las agujas del reloj marcaban las siete y cuarenta y cinco de la mañana, lo que significaba solo una cosa: ya era tarde.

Me voy a pegar un tiro en la cabeza Fuffy.

Fuffy es esa parte de mí que se burla cuando estoy en problemas. Algunos le dicen conciencia.

Amor de subterráneoМесто, где живут истории. Откройте их для себя