𝘚𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘳𝘦 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘵𝘪

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Anoche después de saber su nombre

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Anoche después de saber su nombre. Un bello nombre, por cierto. Jun salió corriendo de frente, me quedé viéndolo y lo detuve con un grito.

—¿Dónde vives?

—En los edificios de allá. —Sus manos viajaron del interior de sus bolsillos a la fría noche. Señaló al frente, un edificio imponente y muy elegante se alzaba entre los demás. —Tengo un departamento ahí.

Abrí mi boca del asombro, pero solo llegué a gesticular una palabra.

—Cuídate.

—Tú también.

Él volvió a colocar una sonrisa en sus labios y siguió corriendo.

Había entrado a mi casa tranquila, cuando mi mamá me interceptó angustiada. Le pregunté por qué se veía tan mal. Se demoró unos segundos en contestar, pero cuando al fin lo hizo lo que me dijo me cayó como un baldazo de agua fría.

—Tu padre está aquí. Cuando regresé del trabajo lo encontré tirado en el sofá. —Mi madre pareció haber visto mi espanto así que me abrazó.

Por todos esos sucesos no pude dormir bien y ahora me duele la cabeza como si me hubiera ido de fiesta. Después de ducharme, salí a la cocina, abrí la alacena con delicadeza para no hacer ruido y saqué mi cereal de chocolate junto con una bolsa de gomitas para el refrigerio. Abrí el refrigerador y saqué la leche que debo echar junto a mi cereal en un tazón.

Cogí mi mochila e inspeccioné si estaban todos mis libros de texto. Salí apurada en busca de Louise. Me parecía un poco raro que esta vez no hubiera ido a levantarme como siempre lo hace.

Crucé el jardín delantero de su casa y toqué el timbre. Unos pasos me indicaron que estaba a punto de abrir la puerta. La vi asomarse. Se veía desganada, un poco pálida y llevaba unos lentes oscuros más grandes que su rostro.

—¿Y esos lentes? —pregunté bromista. Ella volteó a otro lado, tratando de evitarme.

—Por la noche olvidé sacarme los lentes de contacto y los ojos se me irritaron. Debido al calor debo utilizar los lentes. —Su voz se oía rasposa y sin gracia.

—¿Estás bien? —Me acerqué a ella queriendo quitarle los lentes. Louise retrocedió con el rostro contraído por la molestia.

—Sí.

—¿Segura?

—Deja de molestarme. Yo iré más tarde a la escuela. Adiós. —La puerta se cerró en mis narices.

«Si me preguntas a mí, ella te advirtió.»

Ya sé. Estaba extraña.

«Ustedes dos son extrañas.»

Debería avanzar a la escuela.

Caminé en dirección al subterráneo. Cuando llegué a la estación bajé las escaleras como habitualmente lo hacía. Dos figuras familiares para mí estaban paradas en el andén a la espera de un tren. Me acerqué y los saludé.

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⏰ Last updated: Oct 03, 2021 ⏰

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Amor de subterráneoWhere stories live. Discover now