Capítulo VII: Desfibrilador Emocional

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El tiempo iba lento, la pequeña comunidad de Hill Rose se sentía pesada, tantas historias ocurriendo aquí y allá.

Cada pensamiento una reflexión, cada idea una pequeña anécdota sobre el amor, visto desde los ángulos más complicados; inciertos, duros de afrontar.

Somos demasiados corazones, muy impares como para terminar todos conociendo el amor, no lo has pensado todavía, pero en ocasiones el dolor suele ser la alternativa que el universo pacta en nuestras vidas, ¿el único amor que merecemos?, este es especial, este nos hace capaces de todo, incluso de renacer.

El dolor suele ser esa puerta alterna que nos lleva a lugares nuevos. Donde sin esperarlo y muy lejos de la necesidad, encontramos todo lo que antes buscamos, y siempre estaba tan lejos. Es como si el universo fuera un pequeño travieso que huye cuando se ha enterado de que buscas en lo específico, llega como un ave cuando tu mente solo está reflexiva, ni en el pasado ni en el futuro, solo en el presente.

Dolor, este era un sinónimo en la mente de una Mary Leon de 19 años, la chica que vivía junto a la iglesia de la localidad, este sitio la verdad daba aires de antigüedad. Podía verla desde la ventana de su habitación, solían realizar bodas los domingos, su arquitectura era exquisita, aunque no como quienes le frecuentaban, esto le generaba náuseas.

Ella ciertamente no era muy religiosa, mucho menos pensaba en el amor. Sus pesadillas eran una de las razones que se lo recordaban constantemente. Su habitación tenía un pequeño estante con libros, una mesa de estudios, algunos discos compactos, las paredes eran color azul oscuro, un afiche algo perturbador de Megadeth del álbum Youthanasia; una mujer de avanzada edad colgando bebés por los pies en un tendedero como si se tratara de ropa, estaba pegado justo detrás de la puerta, visible desde dentro cuando esta se encontraba cerrada.

El ambiente era un tanto pesado y melancólico, esos donde reina el silencio, salvo que en esta ocasión lo único rompiendo el silencio era la canción Family Tree. Una letra en sintonía con lo que recorría los pensamientos de la chica aún desconocida.

Todos canalizamos nuestros demonios de alguna manera. Todos tenemos un rol en esta vida, a la que algunos los golpea con vara y castigo; a otros los hace vivir bien. Pero es que nunca se ha tratado de tu inicio, la vida parece ser esa guerra de la cual nadie sale vivo, pero si se debe aprender algo.

De los errores, los dolores, lo que te hunde, aquello que te desgracia hasta las ganas de comer. Esta chica era una de esas vidas que el universo pateo bien rápido y fuerte.

Su mente volvió a la fiesta de Halloween, tenía apenas 15 años entonces; era algo habitual disfrazarse en estas épocas, pese a que tenía una madre radicalmente religiosa, su padre era menos severo. Desde chica se disfrazaba de princesa; bailarina, brujita, en esta ocasión se fue por lo simple, pero divertido, sería simplemente ella con sus rasgos agraciados, y solo se pintó una punta de nariz oscura y unos pequeños bigotes de color negro a los lados de sus blancas, y en ocasiones rojizas mejillas.

Solía ser muy liberal, sus padres no prestaban mucha sobreprotección en ella, ¿Por tener hermana pequeña, quizás? Simplemente, estaba allí, disfrutando de la música alta, y de sus amigas, al menos eso parecía. Era realmente hermosa, su vestido ya atraía miradas en medio del bullicio, los tragos, y el baile incluso; el panorama es amplio desde una mesa.

-¿Qué tal la estás pasando? -Le preguntó sonriendo su amiga-. ¿Fue buena idea venir, cierto? Te dije que te hacía falta distraerte.

-Si, por supuesto. -respondió nada más por seguir la corriente y no quedar como una aguafiestas-. Lo necesitaba.

-¿bailan o solo observan? -Se acercó preguntando en un tono alto una figura masculina; en medio del oscuro escenario y las luces, mientras extendía su mano.

La chica de mis sueñosWhere stories live. Discover now