Capítulo LVIII

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- ¿Me estás mintiendo? – preguntó Candice resentida.

- ¡No! – pero era hora de defender sus sentimientos.

- ¿Cómo se contagió? – preguntó ella, pero lo que iba a escuchar no le agradaría.

- No creas que te estoy hablando de un médico respetado Candice, necesito explicártelo... - Leandro sabía que ella no podía sobre exaltarse, así que alargo el momento de las explicaciones por mucho tiempo.

- ¡No es cierto! ¡Tú quieres que me sienta mal...! - declaró Candice.

- ¡No Candice, puedo probártelo...! - respondió Leandro, sacando el récord de su esposa, pero antes de que se lo diera, allí estaba ella defendiéndolo.

- ¡Demuéstramelo! – Candice contestó con acidez.

- Es seguro que siga discutiendo con él – preguntó Albert desde el pasillo.

- Por eso la vigilamos – soltó Anthony.

- Aquí está el récord de mi esposa, toma – Leandro se volteó y botó sobre la cama el récord de su esposa Mady.

- ¡Oh cielos, no puede ser cierto! Leandro... yo lo siento... - Candice comenzó a leer e identificó a la persona que se encontraba en el expediente.

- ¿Por qué tienes que pedir disculpas por alguien que no le importo contagiar a otros...? – Leandro no podía soportar mas esa defensa, pero el rostro de Candice cambio de forma inmediata haciendo que ni él la reconociera.

- Porque él me salvó a mí, yo quería morir cuando lo conocí y él nunca permitió ningún acercamiento conmigo, pero me enseñó a ser fuerte... - Candice no pudo reprimir un sollozo.

- Porque mi esposa para ese entonces ya había muerto... - refiere el griego recordando sus últimos días.

- Oh Fredich, era ella por la que sentías tanta pena, ¿por qué no me lo dijiste? – pensó Candice, recordando las mil y unas referencias que él le contaba.

- ¡Qué pequeño es el mundo! Cuando te conocí vi una persona fuerte, una mujer de carácter y poco a poco me acostumbré a verte como era mi esposa antes de casarnos, así que no quise ver nada más de ti que tu forma de ser. Pero nunca imaginé que fueras a ser la mujer que amaba a ese hombre tan desdichado que me hizo a mi más desdichado aún... - confesó Leandro, como era que Candice pudiera querer a ese hombre.

- No digas eso, yo no amaba a Fredich... - declara Candice y era cierto, Fredich era como un gran amigo para mi esposa.

- ¡Quiero estar solo...! – declara Leandro.

- Pero... - ella intenta abrazarlo, pero él se aleja.

- Por favor, necesito estar solo... - lo vuelve a pedir cuando dos lagrimas comienzan a correr por sus mejillas.

- Bien... - ella se siente y sale de la habitación a toda prisa.

- Candice, ¿qué pasó? – cuando ella abre la puerta ve a todos allí y se hacen para atrás para dejarla pasar.

- Vamos, llévala a la habitación, voy por el maletín – pero Candice que había dado unos pasos fuera de esa habitación, trastabilla y antes de que tocara el piso fue levantada por Anthony y llevada a su habitación. Saliendo Benedetti de esa misma habitación, en la que deseó no haber escuchado nada.

Al otro día...

- ¿Dónde está Candice? – cuestiona Leandro al ver a todos en la otra ala de la casa.

TerryWhere stories live. Discover now