Capítulo XIV

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Pasaron algunas semanas en las cuales deambulé por ahí, en una de esas mañanas entré en la biblioteca de la mansión, hurgando en las fotos que tenía de alguna reunión con Bert, Candice White...ese era su nombre de soltera, no, no podía creérmelo, encontré fotos de ella, en una de las tantas memorias que tenía guardadas en el escritorio, ella era la esposa de Albert Andley recordaba que Bert, como muchos le llamaban residía en ese entonces en Francia, me preguntaba al mismo tiempo ¿qué era lo que ella hacía aquí?

Al terminar de atormentarme con ella por foto, decidí salir a caminar por las calles de Roma, dado que hasta este momento no me interesaba en nada la empresa familiar, tres veces por semana recibía a mi supuesto psicólogo por el asunto del supuesto suicidio, que no era en realidad un suicidio. En ocasiones desperdiciaba el tiempo caminando por cualquier lado, hoy era un día soleado y también era fin de semana, por lo que caminaría y caminaría hasta que me cansara. Las últimas semanas, mi mente sólo repasaba los acontecimientos con Candice y no había ningún error, nada había pasado más que el aparente rechazo de ella y mi sobreprotección lo que había hecho que se fuera. De pronto, vi un cabello largo y rizado a lo lejos, una chica con vestido blanco estaba no muy lejos de mí, algo había llamado mi atención, eran quizás esas piernas, se me hacían conocidas y no es que las viera tanto y a la vez, pensé que mi mente podría estar jugándome una mala pasada, por increíble que pareciera a unos pocos metros de mí se encontraba Candice platicando con un hombre mientras bajaba de una limusina.

Todo tenía que ser una casualidad, tenía que ser ella, se había escapado de la casa y a ciencia cierta no podría encontrarla. Ahí estaba, frente a mí, no podía creerlo, ya no tenía más la férula, así que decidí acercarme para cerciorarme. La limusina se encontraba frente a un callejón, desanduve mis pasos y me metí por éste, traté de que ninguna de los dos me viera y enfoqué a la persona que la recibía con un beso, era... No es posible, ¿Marcello Rocco? No podía creerlo, él era la persona con la que había huido. La recordaba de diferente manera, quizás me estaba engañando a mí mismo, idealizándola. Seguí con la mirada fija en ella, mientras Rocco la conducía a la limusina donde se metieron minutos más tarde y Candice abrazaba a otra persona dentro de la misma. Marcello Rocco era además de mi fiel competencia un entrometido, pero no entendía que era lo que los unía. Al final sólo se fueron. Recordé las fotos que encontré en mi computadora, eran de una fiesta, el día que la conocí fue en una fiesta ofrecida por el tío de Bert, Ferrel la adoraba y no podía vivir sin sus atenciones, quizás Bert había descubierto algo siniestro con su tío, pero no, no podría ser eso, las esposas rusas eran respetadas por su fidelidad... Candice era mexicana, tendría el mismo efecto o Ferrel deseaba a su sobrina política.

Tenía que saber todo de ella, sabía algo, pero no todo. Descubrir que debía ser capaz de huir de Francia para vivir con Marcello Rocco fue una idea que me pareció aberrante y al mismo tiempo ilógica. Mi sentido común fue más persistente en estos momentos, tomé un taxi y los seguí, debía de haber algo más en ese "romance", Thomas se había comunicado conmigo para avisarme que en el curso de la investigación estaba teniendo problemas de puerta cerrada con el ilustre nombre Andley, eran su familia política tan persistente para tratar de ocultar todo con referencia a la vida de Candice. ¿Qué era lo que ocultaban? Me dio una duda, una que fue de lo más interesante, durante interminables calles me percaté de que la limusina se detenía en La Fontana di Venere, un restaurante italiano cerca de la oficina.

La portezuela que daba a la calle se abrió y de ahí salieron tres personas además de ella, eran Marcello Rocco abuelo, padre e hijo, ante mí se encontraban las tres generaciones de los Rocco's, pero lo que más me disgustó fue que ella fuese al portaequipaje, lo abriera, se quitara la ropa holgada y quedara enfundada en un traje blanco que se amoldaba a su cuerpo como un guante, se quitó también las sandalias cambiándola por unas zapatillas a juego con el vestido, a continuación soltó la pinza que ataba su largo cabello rubio, lo cepilló con los dedos y luego, se colocó unos aretes dorados, por último le pidió a Marcello que fuese hacia ella, tomó los lentes oscuros que tenía en el bolsillo del frente de su chaqueta, se los colocó, revisó su maquillaje el cual al parecer por la mueca que hizo le disgustó un tanto, de su bolso sacó un lápiz y lo retocó para dar un punto final con un poco de máscara en las pestañas y un labial rojo. Apretándose las mejillas después para focalizar un pequeño rubor y cerrar el auto.

TerryWhere stories live. Discover now