3

119 31 17
                                    

—¡Ceeeniiiii! —El llamado de Milagros le produce al chico un respingo que lo devuelve en el acto a la actualidaf y de inmediato se rasca la espalda con vehemencia

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

—¡Ceeeniiiii! —El llamado de Milagros le produce al chico un respingo que lo devuelve en el acto a la actualidaf y de inmediato se rasca la espalda con vehemencia.

Recordar Cartagena, automáticamente suele provocarle escozor.

—Milagros, no vuelvas a mencionar ese lugar.

—Lo siento, Ceni, tienes razón, eso fue horrible, pero ¿qué me dices de la batalla del Juncal?

—Eso no estuvo tan mal, digo, fue una guerra, tenía esperanza de volver, pero las probabilidades de lo contrario siempre son más altas.

El hada asiente en silencio al comprender las palabras del joven.

—Bueno, yo solo decía que en Carta… —el hada guarda silencio un momento al notar la molesta vista de Cenizo fija en ella—. Allá te moriste antes de siquiera iniciar tu búsqueda.

Cenizo se masajea el puente de la nariz y es que en cada una de sus reencarnaciones no le ha quedado claro de qué va su búsqueda o cómo quedó trabado en ese ciclo de reencarnaciones que le impedía celebrar su décimo octavo cumpleaños.

—Milagros, no sé qué esperabas que encontrara allí, tampoco a bordo de la goleta en el río Uruguay.

—Eras militar, yo no te di la misión.

—Sin embargo, apareciste antes de la batalla, Milagros, pude desertar y huir con mi prometida; en cambio, juró esperarme, pero ahí voy yo a morirme de nuevo.

La risita del hada provoca en el joven un mal gesto que enseguida obliga al hada a disculparse.

—Y lo hizo, pero en cuanto se supo de tu muerte, buscó otro prometido. Tuvo una larga y feliz vida. —El hada mueve su varita para mostrarle entre burbujas la historia de su antigua prometida y Cenizo la contempla con fastidio.

—Vaya, el amor apesta.

—No, no es así.

El hada vuelve a batir su varita y en el aire se dibujan imágenes veloces que a Cenizo le cuesta interpretar, pero en lo poco que logra captar ve unos ojos de un raro color, esbozos de sus vidas pasadas y un hilo rojo que se enreda a través de su brazo derecho, pero no consigue descubrir a quién o qué le conecta pues se fragmenta en cada muerte. Las imágenes explotan, transformándose en un reloj que marca las doce y luego desaparece.

—Y ese es justo el problema, Milagros, me das hasta la medianoche, pero sigo sin entender, ¿qué debería buscar? Volveré a morir si no me explicas. —Un suspiro cansino abandona sus fauces—. ¿Por qué siempre me tocan vidas de mierda?

El hada sonríe burlesca, un segundo más tarde, el joven le observa revolotear por el lugar, m a través del espejo mientras intenta peinarse.

—Bueno, Cenizo, supongo que alguien allá arriba piensa que lo necesitas. Sé que has aprendido mucho en estos años.

Cenizo: Bibidi babidi ¡¡¡BUM!!!Where stories live. Discover now