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Pov Brent

Sabía que había echado todo a perder. Ella era una Luna razonable, siempre lo había sido y solo había tratado de evitar una separación de poderes y futura enemistad. Sus intenciones habían sido buenas aunque su método no tanto, se expuso al peligro, pudo haber sido atacada por esos alfas furiosos y yo... Yo terminé de arruinarlo todo al ponerme al nivel de esos lobos y decirle a mi luna que no era superior a mí.

No era algo que pensaba pero poco importaba en ese momento porque ella se comportaba como una Luna distante, tal y como le había insinuado que debía ser.

Eira era superior a mí en todos los sentidos. Era inteligente, capaz, astuta, trabajadora, amable, humilde, y tenía cientos de cualidades más. Era perfecta para cualquier puesto que se le diera, incluso para el que yo tenía pero de nada me servía pensar eso cuando ella no permitía que me comunicara por medio del enlace y de frente ni siquiera me miraba.

No solo me había preocupado por su bienestar, también lo había hecho por el de nuestro cachorro. Ella no podría entenderlo pero mi instinto me exigía que la encerrara en nuestra habitación y no le permitiera salir para que nada le sucediera. Deseaba protegerla de todos y que hubiera estado tan cerca de ser lastimada me hacía perder la cabeza.

Hablar a través de la puerta no era una opción. Deseaba disculparme y tratarla como se lo merecía pero quería que fuera algo privado, que sucediera lejos de las orejas del resto.

— Necesito deshacerme de esto. — Murmuró cuando salió del baño.

Su aroma a frambuesas me embriagó a tal punto que me senté en el suelo y me recosté contra la puerta solo para poder estar tranquilo a pesar de que no se encontraba a mi lado. Me habría encantado que estuviera en mi habitación y siendo rodeada por mis brazos pero aquel era mi castigo.

Ella era el mejor tranquilizante que existía, con su solo aroma lograba calmarme y adormecerme.

Olisqueaba constantemente pero mi ceño se frunció al captar dos aromas casi imperceptibles que eran ajenos al de ella.

— Yo también. — Susurró una voz desconocida.

Me puse de pie a toda velocidad e intenté tirar la puerta pero había algo al otro lado que me impedía la entrada.

Su grito quebró el silencio de la noche y terminó por enloquecerme.

— ¡Eira! — Grité mientras seguía golpeando la madera que me separaba de mi mujer. — ¡Eira!

Escuché los pasos de los invitados y de los sirvientes, quienes se acercaban rápidamente hacia donde me encontraba. De pronto, lo que me impedía abrir la puerta desapareció y aunque me dolía el pecho de tan solo pensarlo, sabía lo que iba a encontrar al otro lado de la puerta.

— Malditos bastardos. — mascullé entre dientes.

La habitación estaba vacía pero una de las ventanas estaba abierta, lo que confirmaba mis temores.

Se habían llevado a mi luna.

La ropa se hizo pedazos cuando me transformé para ver si lograba seguir su rastro.

— ¡Luna ha sido capturada, encuéntrenla! — Grité por el enlace para que toda la manada me escuchara.

— Se atrevieron a tocarla mientras estábamos al otro lado de la puerta. — Aitor estaba furioso y no podía esperar para hundir sus dientes en el cuello de los responsables.

Iba a encontrar a mi luna y haría que los culpables pagaran por su osadía. No me importaba causar una guerra entre territorios y especies, si con ello recuperaba a mi mujer, entonces sería quien convertiría la tierra en el infierno.

The Moon© ML #1Where stories live. Discover now