Capítulo 3

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—Ven, cariño —pidió una señora acercándose a mi para tomarme del brazo —te llevaré a un lugar seguro antes de que se arme un problema

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—Ven, cariño —pidió una señora acercándose a mi para tomarme del brazo —te llevaré a un lugar seguro antes de que se arme un problema.

Los tres hombres alrededor de mi gruñeron ante la forma en la que la señora comenzaba a jalarme para alejarme de ellos, pero a diferencia de mi que los nervios se me pusieron de punta, la señora no pareció incordiarse.

—Mi casa esta cerquita —dijo con suavidad —podrás dormir ahí.

Pero antes de que pudiésemos dar dos pasos más, unos brazos me rodaron levantándome del suelo para arrojarme hacia un hombro.

—¿Qué sucede? —cuestioné en un jadeo al sentir que el aire se escapaba de mis pulmones ante la presión del hombro en mi estómago producto de la mala posición.

Como si fuese un costado de papas, me acomodaron sobre el hombro y siguieron caminando conmigo a cuestas.

—¡Bájeme! —pedí soltando el primer grito.

—No —dijo con voz demandante la voz que pertenecía al hombre de ojos azules.

—¡Está loco! —vociferé sin importarme verme psicótica, pero es que esa situación se escapaba de mis manos.

—Por ti, muñeca, desde el instante en el que olí ese aroma en el aire y que te pertenecía a ti —mi cabeza se levantó para ver hacia donde me llevaba y el pánico arraigó al ver que nos estábamos alejando cada vez más de las personas que en algún momento me rodearon.

—No, no, no —susurré sintiendo el miedo envolverme —Dios santo ¿a dónde me lleva? —cuestioné dejando salir las lágrimas nuevamente.

—Al lugar que perteneces de ahora en adelante.

La callejuela hecha de piedras era lo único que mis ojos podía observar, hasta que eso cambió abruptamente por un césped bien cuidado y luego unas escaleras de madera algo cortas que daban hacia la entrada de una casa con piso de madera oscura.

Más lágrimas salían mientras procesaba en qué me había metido, ni siquiera tenía una explicación lógica para aquella difícil situación y como siempre que estaba dentro de una situación que no podía sobrellevar; lloré.

Él ascendió por unas escaleras conmigo aun a cuestas como si no pesara absolutamente nada y luego procedió a adentrarse en una habitación y me lanzarme a la cama con sutileza.

—Bien, aquí puedes pasar la noche —dijo tranquilo —y el resto de tu vida —aseguro con una sonrisa.

—Me tengo que ir mañana —sollocé sin poder detener la lágrimas.

—Dije eso para calmarte, pero realmente no puedo engañarte por más que quiera calmarte.

Los dos hombres restantes ingresaron en la habitación y yo pasé saliva y si poder evitarlo subí mis pies a la cama sin importarme ensuciar las sábanas con mis zapatos y llevé mis piernas a mi pecho.

—No me pude encerrar aquí para siempre —él sonrió.

—Lo haré hasta que te des cuenta de que somos todo lo que necesitas o hasta que estés lo suficientemente desesperada gracias a esas palpitaciones en tu centro que provocan esa humedad tan deliciosa que puedo oler y no tengas más opción que dejarnos poseerte —yo pasé saliva nerviosa al no saber cómo demonios sabía lo que me estaban produciendo aun con el miedo arraigando.

—Mentira —susurré.

—Cariño, eres nuestra alma gemela, puedo percibir, sentir y oler todo lo que te causamos

—Están locos —susurré enterrando mi rostro entre mis piernas al sentirme de tantas formas que me abrumaban.

—Ya te lo dije, por ti —y dichas sus palabras lo escuché salir de la habitación dejándome solo con los dos restantes, que, aunque no los veía, podía sentir sus presencias.

—¿Puedes dejar de llorar? —cuestionó la voz del que reconocí como el rubio.

Yo negué aun con mi rostro enterrado entre mis piernas.

—Espero que puedas calmarte, prometo que mañana entenderás mejor las cosas —y dicho esto sus pasos salieron de la habitación, pero aún faltaba uno.

—No dejes de llorar —pidió —porque hasta ahora oler tu miedo es lo único que me detiene a hacerte lo que realmente quiero —y dejando esas palabras filosas en el aire salió de la habitación cerrando la puerta detrás de él.

Casi de inmediato levanté mi vista y en medio de la bruma que causaban mis lágrimas pude ver como el cerrojo se movió confirmándome lo que sospechaba.

Que me dejarían encerrada.

Con lentitud sorbí mi nariz y me levanté de la cama con pasos veloces para ir hacia la ventana.

Al llegar hasta ella la forcé para intentar abrirla, pero esta tenía el seguro que se le solía poner a las ventanas en lugares fríos para evitar que se abrieran.

Con un leve grito de frustración me alejé de ella para ir hacia una de las dos puertas que había, la primera se trataba de un armario completamente vacío y la otra de un pequeño baño que ni siquiera tenía ventana y aunque era muy lindo no me interesaba en lo absoluto, porque en se momento no consistía una ayuda para mis frustradas intenciones de escape.

Con un leve grito de frustración me alejé de ella para ir hacia una de las dos puertas que había, la primera se trataba de un armario completamente vacío y la otra de un pequeño baño que ni siquiera tenía ventana y aunque era muy lindo no me inter...

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