Capítulo cinco.

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capítulo cinco.

EL NACIMIENTO DE LA HIJA DE LA PRINCESA HENUTMIRE Y EL GENERAL DISEBEK, HABÍA DEJADO al descubierto una face nunca antes vista del general. Era alguien sumamente sobreprotector con su pequeña, la única persona que se podía acercar a su hija era su madre. Los demás sí no querían perder la cabeza, no se acercaría. Algo que los tenía nostálgicos, era que la hora de partida ya se acercaba. Tendrían que dejar esa tierra que tanto cariño, les había dado. Pero ya Egipto aclamaba por sus princesas y su general.

Los padrinos de la bebé habían preparado una ceremonia de despedida, todos los nobles de Nubia y sus alrededores habían asistido. No todos los días tenías la suerte, ver a la hija, nieta y yerno del faraón de Egipto. La bebé no tenía ni la piel tan sonrosada, ni sus facciones son tan perfectas. Acaba de pasar por el primer gran esfuerzo de vida, su tenía un tono rojizo debido a que tiene una gran cantidad de glóbulos rojos y a que los vasos sanguíneos son todavía inestables. Pero aún con todo esto, ellos la veían como la personita más hermosa del mundo. Le hacía justicia a su nombre.

La fiesta había aumentado ese sentimiento de nostalgia por aquella tierra que los acogió en su seno, y los hizo uno más. Pero el momento de partir ya había llegado, le darían una sorpresa al faraón. Este no se imaginaba que para ese momento, su hija hubiera alumbrado.

Con el pasó del tiempo en el navío, Nefertiti había abierto sus ojitos. Tenían la misma tonalidad que los de su madre, la comadrona que se encargó de revisar que todo estuviera bien. Les explicó que la bebé todavía no podría enfocar la vista, hasta dentro de otra luna ella ya vería las cosas mejor. Y que tal vez la tonalidad de sus ojos cambiaría. Los padres ni aunque fuera rojo la tonalidad de sus ojos, la dejarían de lado. Ella siempre sería su primogénita.

El navío que transportaba a la familia, tocó tierra en el puerto del bajo Egipto. El personal que trabajaba en el puerto, al ver a los guardias. Sabían de quién era y a quién transportaba. La marcha hacia palacio fue rápido, no querían que todavía se supiera lo del nacimiento de la hija del Faraón. La familia se dirigió a la sala principal de la construcción, a medida que se acercaban podían distinguir la figura de Paser en la puerta. Este tenía varios papiros en sus manos, al parecer leía algo sumamente importante ya que no se percató de ellos hasta que escucho el carraspeo del general.

La sorpresa por ver a la hija del rey y a su marido, fue enorme y más al ver a un pequeño bulto de mantas de lino. La felicidad se distinguía en su tono de voz, al desearles lo mejor y alejar a la mala suerte de la joven princesa.

Entró al salón donde su padres descansaba, no había pasado ni un minuto y ya Paser estaba de vuelta. Entró escoltando a la nueva familia, la sorpresa y la felicidad inundó su rostro. Volvía a ver el rostro de su hija después de dos meses sin verla, pero ahora no venía sola. Un pequeño cuerpo descansaba en sus brazos, la ansiedad fue otra emoción que floreció dentro del ahora abuelo. Tenía tantas ganas de ver al recién nacido.

El ahora abuelo bajo las escaleras sin vacilación, para quítale de las manos de su hija al bebé. Supo que era una niña al ver sus facciones, eran las mismas que las de su madre. Solo que ella tenía los labios rojizos y carnosos, mientras que Henutmire los tenía rojizos pero finos. De mirada hipnotizante e inocente, del mismo color que los de su madre, de tez pálida. Sería una verdadera reina de eso no había duda.

Del sentido de protección floreció dentro del abuelo, después de ver el sufrimiento de su única hija. Cuidaría a esa niña cómo las aguas sagradas del Nilo, como una diosa. Su pequeña nieta, la única que tenía hasta ahora. Solo esperaba que pudiera tener más.

𝑬𝒈𝒊𝒑𝒕𝒐| 𝑹𝒂𝒎𝒔𝒆́𝒔.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora