EPÍLOGO

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—¡Siiii! Así, así amore… —gimió, arqueando su cuerpo ante los espasmos causados por el pronto venir del orgasmo.

Él se encontraba trabajando entre sus piernas, mordisqueando y lamiendo, haciéndola llegar al mismísimo cielo en cuestión de pocos minutos.

Luego subió, poniéndose encima de ella, relamiendo su labio húmedo por las secreciones, mientras la miraba como solo un predador mira a su presa. La besó en los labios, introduciendo su miembro con suavidad, comiendo con su boca cada gemido ahogado de la chica, al tiempo que esta agarraba su espalda, clavando las uñas en su piel.

—Magna, no aprietes tanto —le dijo al oído—, o puede que me corra antes de tiempo.

—Mueve más tu culo y menos tu boca, stronzetto.

Y cumplió la orden, embistiéndola de forma voraz, agarrando sus caderas para alzarla, penetrando más profundamente. Su brazo biónico amasó su piel a un extremo casi doloroso para ella que, al mezclarlo con el placer de cada entrada y salida, terminó por propiciarle otro torrencial orgasmo, justo pocos minutos antes de que llegara el de él.

Cayeron tendidos en la amplia cama imperial, abrazados, con cada fluido esparcido en el colchón sin importarles. Deux la miró, pensando en lo hermosa que se veía en ese instante, y solo en ese, cuando la recordaba como una simple joven enamorada en sus mejores años.

Luego volvió a la realidad, donde tenía un deber que cumplir, mucho más importante que estar ahí, disfrutando de ese momento íntimo con ella, el amor de su vida.

—¿Cuándo piensas devolverles a Theya? —le preguntó él, haciendo pequeños círculos en su hombro con su dedo.

—Ellos no son compatibles con mi nuevo mundo —contestó ella mirando al techo.

—No puedo creer que te refieras a este mundo como tu mundo. Deberías escucharte, pareces una loca.

—Escucha, stronzetto, no sigas con lo mismo —le advirtió, sentándose al borde de la cama—. No te dejé tus recuerdos y te convertí en parte de esto para que cuestiones mi autoridad.

—¡Cómo usted diga, majestad! —le contestó de manera sarcástica.

Ella ignoró su osadía, sin pensar demasiado en el interés que tenía sobre los líderes, quienes se encontraban en ese momento en un espacio creado solo para ellos.

Luego de la unificación de ambos mundos muchas almas perecieron al unirse con sus otras mitades. Todo cambió drásticamente, y Magna tuvo que cambiar demasiadas cosas en ese nuevo mundo, empezando por exterminar las mayores amenazas que consideró, no debían existir.

Los portadores fueron renegados de sus dones, convertidos en humanos comunes, sin recuerdos claros de sus vidas anteriores al servicio de alguna familia. Mientras tanto, los líderes fueron reunidos en “la biblioteca”, un espacio alterno donde solo ellos residían, apartados de la sociedad y obligados a cumplir las exigencias de Magna.

—No salgas de mi vista ni hagas alguna locura —le ordenó a Deux mientras comenzaba a vestirse—. Tengo que volver.

—Siempre tienes que volver, pero no me has dicho a dónde.

—No te interesa saberlo todavía. Solo quédate quieto el tiempo en que estoy fuera.

—No me dejas muchas opciones. Me tienes como un puto esclavo, Magna. Cinco meses siendo tu puto esclavo.

—Solo eres un malagradecido…

Y se marchó, esfumándose en el aire, como si nunca hubiese estado en la misma habitación que él, dejándole solo con su perfume y el olor a sus fluidos.

Deux se levantó de la cama, poniéndose un boxer que había tirado al suelo al comenzar su acto con Magna. Caminó hacia el espejo, girándose para ver bien su brazo mecánico, prácticamente pegado a su piel. Todavía sentía la sensación del metal lacerando su carne, pero ya se había adaptado lo suficiente como para manejarla como si fuese su auténtico brazo.

Parecía un puto cyborg, y era lo que más le gustaba de su nueva apariencia.

Buscó entre sus pertenencias regadas por la habitación una caja de cigarros, agarrándola junto al mechero. Caminó hacia el balcón, abriendo la puerta corrediza de cristal; el aire fresco le azotó suavemente el rostro, mientras los ruidos de la gran ciudad inundaban todo el espacio. Salió, contemplando aquella maravilla a la que no se había adaptado por más que pasaran los meses, encendió el cigarro y dio la primera calada, mientras el humo saliente de su boca desaparecía entre las luces neón, la intensidad de las enormes estrellas, y la gigantesca luna azul asomada entre los espacios de los rascacielos y nubes.

—Has creado algo tan hermoso, pero a la vez te estás pudriendo por dentro, nervig.
 

   

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DESCENSO (FINALIZADA).Where stories live. Discover now