Lo que pasa con la muerte

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Priscila esté parada junto a una pendiente. Hay una brisa suave y el cielo se está nublando. Respira profundo y levanta lentamente las manos, la chaqueta golpeando los muslos. 

Ante este gesto, el Cuervo aparece a su espalda y se acerca un paso. Permanece detrás de ella. 

"Te cansaré si sigo hablando de muerte", dice Priscila. 

"Oh, ya me cansaste" replica el Cuervo. "Sin embargo, muerte es lo que hay y muerte es lo que debes hablar. No sabes guardar ese tipo de secretos".

Priscila da la media vuelta y encara al Cuervo. Este le sostiene la mirada, capaz de adivinar lo que dirá. 

"¿Y si nos vamos de aquí?". 

"Reconsidera" responde el ave con voz áspera, mas su mirada se suaviza al instante. "Fui tuyo para ir y venir hace dos años. Arrancaste mis plumas y las sembraste en un bosque maldito. Cosechaste monstruos que se volvieron tus amos y tus esclavos. 

Siempre supiste tu lugar y no aflojaste la soga, pero querida, sólo eres una niña. Suéltala. Deja que el impulso te haga caer. Deja que los monstruos jueguen bajo la luz de la luna, y llora, porque hay que llorar". 

"No puedo" dice Priscila ",necesito mantenerme firme un poco más". 

"¿Cuántas veces has dicho lo mismo?". 

"No las suficientes". 

El Cuervo la rodea tiernamente con las alas, pero su presencia se vuelve hostil. 

"Niña tonta" musita. "Tus manos tienen ampollas por tanto tirar de una cuerda atada al viento. Tu espalda está quebrantada por tanto trabajar. Tus ojos casi se ahogan, pero no lloras, nunca lloras, porque eres endemoniadamente orgullosa. 

Crees que el mundo debe erigirse sobre tus hombros, que en tus rodillas crecerán montañas de oro; que una sola gota de tristeza lo destruirá todo. 

Enterraste una infancia de mariposas para domar escorpiones y te hiciste responsable de guerreros y peones. 

Cargase a los antiguos, sacrificaste tu juventud, tu fuerza y tu vigor. Me pediste que te sacara de ahí, y eso hice. Debiste saber que la culpa y el resentimiento vienen de la mano al enfrentar a la muerte. Sabías lo que hacías. No eres tan inocente. 

Y habiendo podido huir, elegiste esta batalla. Decidiste enfrentar la espada una vez más. Los monstruos que creaste antes se convirtieron en tus impulsores, y las lágrimas que no lloraste lubricaron los engranes de tu corazón". 

"Se llama culpa" espeta Priscila. 

"Se llama humanidad" resuelve el Cuervo. "Tu corazón crece y aumenta su valor". 

Astronomía en mi habitaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora