64. LA CUESTIÓN

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CARMEN 

Tomé mi celular, me recosté en la cama y mis dedos comenzaron a pasar velozmente sobre el teclado. A la primer persona que le envíe mensaje fue a Edith porque sabía que estaría feliz de, por fin, ser invitada a una fiesta en mi casa y era evidente que la noticia le provocaría un ataque de optimismo excesivo.

"Hola, ¿Cómo está una de mis mejores amigas?, sé que no te lo esperabas, pero espero que estés lista para alocarte. Okay no, es broma, pero es en serio, te espero en mi casa a eso de las 8 de la noche el fin de semana, para ser más precisa el sábado, es cumpleaños de mi mamá y quiere que asistas. No aceptaré un no por respuesta, trae a tu familia si quieres."

No tardó ni cinco minutos en responder a mi mensaje  con un sticker de un gatito gritando de emoción con la leyenda "No te preocupes que ahí estaré".

Era todo lo que decía el mensaje, su respuesta no podía ser más clara. Al recibir el texto una felicidad descomunal invadió mi párvulo corazón. ¿Cuándo había sido la última vez que invitaba a una amiga a una fiesta?, ¿Hace siete u ocho años?, no recordaba con exactitud pero eso ya no me importaba mucho. 

A la siguiente persona a la que le mandaría mensaje sería a Minerva, después a Juan y el último sería Demian. Eso ya cubriría a mi grupo social más cercano fuera de mi familia. Ahora que lo pensaba bien, creía que el dicho que mi abuela siempre repetía de "los verdaderos amigos los puedes contar con los dedos de las manos" aplicaba perfectamente a mi situación, si bien quería tener más amigos, no me quejaba de los pocos que la vida me había brindado. 

Después de contactar con todos mis invitados y que ellos confirmaran su presencia en la fiesta, me dispuse a descansar un rato más. Dejé reposando en mi pecho mi celular, cerré mis ojos y mi respiración se fue haciendo más lenta. Sonreí a la nada, mi vida pintaba de maravilla y no podía evitar sentirme tan dichosa. 

Alguien tocó la puerta haciendo que saliera de mi ensimismamiento.- Pase.- Dije en voz baja.

Al abrirse la puerta con lentitud, el sonido característico de los tacones chocando contra el piso de los zapatos de Velkan se acercaba de manera acompasada. No abrí los ojos hasta que la cama rechinó por el peso de alguien más a mi lado. Al verme directamente, apresó mi boca en un beso cariñoso, tierno y hasta cierto punto cálido.- ¿Tienes energía para ir a salir a caminar un rato?- Dijo entre dientes sin despegar sus labios de los míos. 

Me separé bruscamente de él y una ligera carcajada salió de mi boca.- No tengo muchas ganas hoy, pero creo que iría contigo hasta el fin del mundo si así me lo pidieras.- De un pequeño brinco logré sentarme en la cama, me puse de pie y comencé a buscar mis zapatos para salir.  

Miré un momento a Velkan que estaba a mis espaldas y noté que me veía como si fuera la quinta maravilla del mundo.- ¿Pasa algo?- Pregunté en lo que metía mi pie en el tenis. 

- ¿Qué es lo que quieres para tu futuro, Carmen?- Con suma atención esperaba mi respuesta. 

No sabía qué contestar porque ni siquiera podía creer que hubiera llegado tan lejos en este punto de mi vida.- ¿Te refieres a mi plan de vida?, ¿Como cuando tus profesores te dicen que digas cuáles son tus planes a corto, mediano y largo plazo?- Volteé nuevamente en dirección a mi calzado para amarrarme la agujeta.

- Si, a eso me refiero.- 

Pensé por unos segundos y finalmente las palabras salieron de mis labios.- No lo sé, que esté viva a esta edad ya es ganancia.- Me levanté de la cama para mirarme en el espejo y cepillarme el cabello, quitándole importancia a mi contestación. 

- ¿Cómo que no lo sabes?, ¿No tienes ni una mínima idea?- Entrecerró los ojos y me miró con una pizca de tristeza porque él sabía que me refería al fallido intento de darle fin a mi vida.

FUERA DE LUGAR (EN PROCESO DE EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora