42. MILAGRITO

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VELKAN

Podía acostumbrarme a esto, mejor dicho a esta vida. Ni en mi existencia de humano había tenido una cercanía tan placentera con la mujer que amaba. Todo el tiempo que nos encontrábamos Lleana y yo, solo era para pasar un rato juntos en los tranquilos campos verdes de mi querida Transilvania y por cuestiones de índole política, los encuentros eran a escondidas y lejos de las miradas curiosas del pueblo.

Tenía una sensación de satisfacción en mi pecho al ver a Carmen en mis brazos, respirando profundamente y con un poco más de tranquilidad que hace algunas horas. No la culpaba de haberse alterado al contarnos su terrible pasado. Haber vivido por todo lo que pasó hablaba realmente bien de ella, era una guerrera y no hablando en un sentido bélico, sino en un sentido espiritual, algunas personas habrían perdido esa batalla, rindiéndose ante ese despreciable destino. 

Imaginé por algunos cuantos minutos, como hubiera sido su niñez al llegar a conocerla antes. No dudaría ni un momento en hacer sufrir al hombre que se hacía llamar su padre, pero sin lugar a dudas sería muy extraño que un hombre llegará a la casa de alguien siendo un completo desconocido y de solo imaginar confesandome a una Carmen de diez años, me daban escalofríos en mi espina dorsal, era una idea muy poco ética de mi parte.

Dejé de lado mis tontos y absurdos pensamientos para poder descansar por un rato, tenía que dormir para recuperar energía y poder sobrellevar el día siguiente. Al cerrar mis ojos, lentamente fui perdiendo ante el reino de Morfeo.

***

Unos ruidos molestaron mi placentero sueño, abrí un poco soñoliento mi ojo izquierdo y poco a poco me incorporé con el ambiente a mi alrededor, no me levanté de la cama para no interrumpir el sueño de Carmen. Al poner más atención a los pequeños golpeteos, me di cuenta que sonaba como alguien arrastrándose por el suelos de mi alcoba, para poder apoyarme de algo y averiguar de quién se trataba, utilicé mi olfato. Olí con suavidad pero con profundidad el aire, pude percibir un extraño olor a fresa combinado con azufre y algo de menta.

- Veo que ya estás mejor.- Me levanté lentamente, sin poder evitar mover un poco el cuerpo de Carmen.- Hace no mucho, no te podías ni levantar de lo ebria que estabas.- Metí mis pies a mis pantuflas y caminé al lugar de donde provenía el olor.- ¿Puedo saber el motivo de tu extraña visita?.- Crucé mis brazos y fruncí el ceño, mostrándole mi evidente molestia.

Lilith se encontraba agachada, en posición de gateo y con una mano en la perilla de la puerta.- No es lo que parece.- Se paró del piso, sacudiendo el polvo que se había pegado a su ropa.

- ¡Ah sí!, ¿Y qué es lo que parece?.- Levanté una ceja.

Ella se veía un poco nerviosa, pero luego cambió su expresión y sonrió de manera maliciosa.- ¿Temes acaso que le haga daño a Carmen?.- Rió en un tono bajo. Hasta el momento no pensaba en algo parecido, pero la sola mención de esa idea que había dicho la mujer pálida, me hacía sentir un malestar desagradable de tan solo al verle la cara.

Rectifiqué que el ruido agregado en la habitación no despertara a la joven que dormía en mi cama y proseguí.- Antes tendrías que pasar sobre de mí para poder llegar a ella, bien sabes eso.- Mis dos cejas se juntaron más de lo normal por el comentario de Lilith.

- Lo sé.- Subió su mano para acariciar su fino mentón.- No me tomes muy enserio, solo te estoy provocando.- Como deseaba que en ese preciso momento, ella estuviera inconsciente por el alcohol, odiaba que los efectos de ebriedad solo duraran poco tiempo en nuestros cuerpos por nuestras naturalezas.

FUERA DE LUGAR (EN PROCESO DE EDICIÓN)Where stories live. Discover now