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Ya había llegado el final de otro día escolar. Claudia se sentía aliviada de haber concluido su jornada, pero estaba segura de que extrañaría a sus niños aunque fuera solo por el fin de semana. Mientras cerraba la puerta de su salón de clases, escuchó a Garret hacer lo mismo con la suya.

—Oh, hola, Claudia. ¿No te quedarás esta vez?—pregunto el maestro, guardando las llaves en su bolsillo

Algunos días, Claudia se quedaba después de las clases para calificar deberes o ayudar a los estudiantes con sus trabajos si lo solicitaban. Esta vez, había terminado todo, ya había actualizado todas las calificaciones de los estudiantes y ninguno de sus niños le pidió ayuda, así que decidió consentirse con unas donas.

—No, no esta vez. Voy a ir a la tienda de donas que abrió hace tres meses. ¿Quieres venir?—ella cuestiono—Quiero decir, no tienes que hacerlo, es posible que tengas muchas cosas que hacer un viernes por la tarde

Se acomodó el bolso en el hombro y bajó con Garrett las escaleras hasta el estacionamiento de maestros.

—Ojalá pudiera ir. Mi hermano está en la ciudad—contestó en un tono decepcionado—Se va a casar este fin de semana y quiere la ceremonia en la iglesia a la que solíamos ir cuando éramos niños

Juntos, salieron del edificio, el hombre sostenía la puerta para ella mientras salían.

—Oh, ¿Toda la familia está entrando en tropel?—pregunto y el asintió lentamente

—Sí, desafortunadamente. Escucho a toda mi familia criticar mi elección de carrera durante toda una semana. Creen que estoy desperdiciando mi vida enseñando. Pero me encanta

Claudia se rió de él.

—A mi también, amigo—suspiro y luego se acercó a su coche—Felicita a tu hermano por mí, ¿No? Si cambias de opinión sobre esa dona, estaré allí. Que tengas un gran fin de semana, Garrett. No escuches a tu familia, estas  haciendo lo que amas

Garrett le sonrió y articuló un agradecimiento antes de caminar hacia su propio auto.
Recordaba el primer día que conoció a Claudia como si fuera ayer. Se llevaron bien al instante, su primera conversación fue sobre Star Trek o Star Wars. Ambos se negaron a dar una respuesta honesta.

De vuelta en el auto de Claudia, rápidamente puso su playlist favorita de Spotify y comenzó a conducir fuera del estacionamiento. Tarareaba la canción que estaba sonando.

Vio a varios estudiantes esperando a que sus padres los recogieran, algunos yendo a sus propios autos para irse con sus amigos o esperando en el autobús. Le recordó a sus días en la escuela secundaria, cuando su madre a veces la llevaba al colegio y luego iba a su trabajo en la clínica veterinaria. Cuando Claudia finalmente consiguió su auto, ella se iba sola.

El camino a la tienda de donas estuvo lleno de ella tratando de no chocar debido a su constante soñar despierta. Observó a la gente feliz pasear por las calles, mirando los pequeños escaparates de las tiendas. Los brillantes rayos del sol que daban en toda la ciudad, haciéndola sentir como si el final del año escolar hubiera comenzado, aunque no lo había hecho.

Estaban todavía ahí, pero no del todo. Se acercaban los exámenes, por lo que Claudia estaba un poco estresada por volver a enseñar todos los temas que discutieron anteriormente.

Se estacionó en un lugar vacío que estaba cerca de la tienda de donas. Al salir de su auto, sacó su teléfono para llamar a su mamá. Después de algunos tonos, Janis contestó.

—¿Qué pasa, niña?

—Estoy en la tienda de donas ¿Quieres algo?—Claudia cerró su auto y caminó hasta la entrada del acogedor lugar

—Solo algunos muffins. Espera, ¿Ahi venden muffins? ¿O son cupcakes? Los muffins son simplemente cupcakes desnudos. Desnudos y deprimidos—Janis siguió divagando

—Está bien, veré lo que tienen. Adiós—Colgó el teléfono antes de guardárselo en el bolsillo

Se formó en fila y miró las opciones del menú. Después de decidir qué iba a pedir, esperó pacientemente su turno. Movió la cabeza al ritmo de la música de jazz que sonaba de fondo en toda la tienda.

Claudia mantuvo las manos en los bolsillos, ocupándose de sus propios asuntos como siempre lo hacía. Simple como eso. Pero no pudo evitar girar la cabeza para mirar a una pareja sentada en una mesa, riendo entre ellos.

El hombre estaba agarrando la mano de la mujer luciendo tan enamorado mientras su enamorada seguía hablando, ocasionalmente riéndose de sus propias palabras.

Era algo hermoso de ver.

Amor.

Ella realmente no creía en eso, pero estaba ahí. En todas partes, en realidad. Tan cursi como sonaba.

Su mamá la amaba, amaba a su mamá, pero ese tipo de amor lo había experimentado todos los días. Había otro tipo de amor que ella no conocía. Entre ella y otra persona.

—¿Señorita? Puedo atenderla aquí—la chica llamo a Claudia

Apartó su atención de la pareja y se dirigió a la caja registradora.

—Hola, quisiera llevar una docena de donas. Que la mitad sean glaseadas, y la otra mitad de chocolate con chispas—comenzó a sacar su billetera de su bolso—Eso es todo

La joven asintió, escribiendo en la máquina.

—Ocho dólares con cincuenta centavos

Después de pagar sus donas, la cajera le entregó a Claudia su recibo.

Como siempre, Claudia comprobó si todo estaba bien. Frunció el ceño cuando vio que la cajera le había cobrado un pequeño café.

—Disculpe, no quiero parecer descortés, pero no pedí un café. Solo pedí donas

La joven tomó el recibo y lo comprobó

—Oh, lo siento. Supongo que se me fue la mano. Te lo arreglaré

Claudia negó con la cabeza.

—Está bien, en realidad tomaré ese café. ¿Cuánto es?—saco el cambio suelto

—Dos dólares. Lo siento, señorita, supongo que me puse nerviosa o algo así—se disculpó de nuevo

Mientras Claudia esperaba sus donas, habló con la cajera.

—¿Por qué? ¿Es tu primer día?

—No, pero voy a tener mi primera cita hoy. Una vez que me termine, lo cual es en diez minutos, me prepararé y mi cita me recogerá. Me llevará a patinar sobre hielo en el centro comercial. Bueno, su papá nos llevará. Aún no tiene su licencia, sus padres no confían en él—contestó con una sonrisa gigante en su rostro—Realmente me gusta. Espero que salgamos oficialmente

Le colocó una caja con una docena de donas en el mostrador junto con un café pequeño.

—Espero que consigas al chico. Que tengas un buen día y una maravillosa cita—Claudia recogió sus cosas y le sonrió

Mientras atravesaba las puertas del local, Claudia no pudo evitar pensar en el amor de nuevo. Realmente estaba en todas partes.

Claudia suspiró para sí misma.

—Mierda—murmuró una vez que se dio cuenta de que podía haber una posibilidad de que pudiera terminar pasando toda su vida sola

AND I LOVE HER, ben barnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora