Capítulo IV: Ojos de halcón (EDITADO)

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   Había preparado la maleta nada más despertar

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   Había preparado la maleta nada más despertar. De hecho, la había revisado, por lo menos, tres veces ya. Después de todo, no estaba muy familiarizada con los viajes, no era algo que pudiese permitirme habitualmente. Lo primero que me aseguré de guardar fue mi parasol, pues era un objeto esencial en mi trabajo. Y es que, en realidad, era mi canalizador. Me ayudaba a concentrar mi fuerza espiritual e, incluso, a protegerme de espectros poderosos. Además, su adorable diseño me tenía encantada, para qué negarlo. Era rojo y contaba con unos pequeños cuernos que adornaban la parte superior que, sumados a los dos redondos ojos con los que contaba, resultaban en una expresión de lo más graciosa.

   No sabía lo que habría en la mansión de mi cliente y no quería que nada me pillase por sorpresa. Por ello, me decidí a llevar también a mi mayor amuleto: Kumashi. Seguramente necesitase un abrazo en este tiempo fuera, así que era un imprescindible.

   Miré el reloj. Era hora de partir hacia esta nueva etapa de mi vida. Antes de irme, observé el rosario que reposaba en mi mesita de noche. El recuerdo de lo que había pasado el día anterior con Moria me hizo sentir apesadumbrada, sin embargo decidí llevarlo conmigo. Sobra decir que no me atreví a mandarle ni un mensaje a mi amigo para avisarlo de mi viaje, pero tampoco recibí ninguno suyo...

   Sin mirar atrás, salí por la puerta de mi pequeño hogar al que vería de nuevo en dos meses. Fuera me esperaba Kuma, pues había quedado en acompañarme al helipuerto donde el helicóptero del señor Dracule me recogería. ¡Nunca me había imaginado en una situación tan sorprendente como esta! Si me lo hubiesen comentado hacía un par de semanas, no me lo hubiese creído y, por supuesto, que me hubiese reído de la persona que contase con tal ocurrencia.

   —¿Estás nerviosa?  —preguntó, haciendo gala de una sonrisa paternal.

   —Sí, bastante. Dicen que es un hombre intimidante y el apodo "Ojos de Halcón"  —suspiré—, no sé cómo interpretarlo...

   —Cuando lo veas lo entenderás  —comentó, su semblante se tensó—. Confío en que hagas un buen trabajo. Es un contrato millonario y nos vendría bien ahora mismo.

   Su comentario me extrañó, nunca habíamos tenido tantos encargos como en aquel momento. Por supuesto, cada vez eran mejor pagados. Iba a preguntarle, pero el ruidoso helicóptero me hizo cambiar de opinión. Era imposible discutir nada con el sonido tan estruendoso que emitían sus hélices. Así que, sin más dilación, me despedí con un gesto y subí, rumbo a la isla Kuraigana.


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Embrujada: Ghost Princess (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora