Capitulo 13

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Hermione interceptó a Harry en el corredor, de camino a la sala común de Gryffindor.
—¡Harry!
—Herms, ¿todo bien?
—Si.
Harry notó la gran y extraña sonrisa que le surcaba el rostro a su amiga. No la veía tan radiante desde... de hecho no podía recordarlo.
—¿Estás segura? —Harry no pudo evitar sonreír al verla en ese estado risueño.
—Si, super. Solo... —Hermione hizo una pausa incómoda en busca de las palabras adecuadas— Me preguntaba si podrías prestarme la capa de invisibilidad.
Harry se detuvo en seco. La curiosidad comenzó a burbujear en su interior.
—Claro... ¿Para qué la quieres?
Hermione se quedó en silencio pero Harry no tardó en atar algunos cabos.
—¿Hermione Granger haciendo travesuras? ¡Draco Malfoy te absorbió el cerebro! Sabía que no era una buena influencia.
—¡Shhh! —Hermione lo tomó del brazo y lo condujo a un pasillo oscuro y desierto— Callate, no quiero llamar la atención.
—Pues no lo estás consiguiendo, si te ven con Malfoy tarde o temprano tendrás público, ya sabes como es.
—Lo sé... —Hermione se llevó los dedos a los labios en un gesto nervioso— Espero que sea más tarde que temprano —balbuceo entre dientes para sí misma— No importa. ¿Puedes dármela? Prometo cuidarla como si mi vida dependiera de ello.
—Está bien, sabes que confío en ti. —Harry retomó el camino a la sala común de Gryffindor— Ven, vamos a buscarla.

Draco se encontraba en su habitación. Afuera ya había anochecido y el castillo se encontraba en silencio. El joven le había mandado mensajes a Hermione pero ella no había contestado, haciéndolo preocupar. Ella nunca lo ignoraba a menos que estuviera molesta por algo. Comenzó a repasar los últimos días, no recordaba haber hecho nada malo, por el contrario pasaban mucho tiempo juntos, siempre a escondidas, entre las sombras de los corredores, en sus habitaciones o en el bosque. Habían aprovechado cada tiempo muerto desde el primer beso. Draco acababa de expresar sus pensamientos más íntimos en su cuaderno encantado, intentando evadir aquella preocupación. Guardó el cuaderno en el librero y cuando estaba apunto de revisar su celular una vez más un suave golpe en la puerta lo alertó. Se observó en el espejo de pared que se encontraba sobre la chimenea, se encontraba sin camisa y con unos viejos pantalos de pijama negros por lo que se apresuro a colocarse una bata de seda verde esmeralda. Al abrir la puerta una ola de brisa nocturna le alborotó el cabello. No había nadie. Salió al pasillo pero se encontraba completamente vacío. Fue entonces que se percató de las pequeñas huellas que comenzaban a aparecer sobre su alfombra de terciopelo y que se dirigían hacia su cama. Draco se apresuró a ingresar a la habitación y cerrar la puerta con seguro. Llevó su mano hacia el bolsillo donde descansaba su varita en un gesto amenazante pero se relajo al ver como Hermione se materializaba en el aire, sosteniendo un telar invisible en las manos.
—Cariño, casi me das un infarto. ¿Qué es eso?
Hermione dobló la tela y la depositó suavemente sobre la mesa ratona que se encontraba cerca del librero.
—Es la capa de invisibilidad de Harry.
—¿Capa de invisibilidad?
—Si, una reliquia familiar, de sus padres.
—Ah...
Hermione se acercó al joven y le rodeó el cuello con los brazos. Draco la abrazó suavemente y la atrajo hacia sí. Ella le correspondió con un beso.
—Ya me estaba preocupando.
—¿Por qué?
—Te envié mensajes.
—Ah lo lamento. Me estaba preparando para venir. Quería sorprenderte.
—Y lo has hecho. ¿Desde cuando merodeas por el castillo?
—Desde que Draco Malfoy coquetea conmigo.
—Lo dices como si tú no lo hicieras conmigo también.
—Bueno... pero tú empezaste.
—Touché.
Hermione lo tomó de la mano y lo llevó frente a la gran cama de sábanas oscuras. Comenzó a besarlo hasta que el joven cedió, recostándose, y la muchacha se posicionó sobre él. Draco recorrió su cuerpo con las manos. Afuera la luna brillaba con intensidad y alcanzaba la piel de ambos. Solo unas tenues antorchas llameantes iluminaban la habitación. Los amantes se devoraban entre besos, mordidas y caricias traviesas. Hermione tiró del cinturón que rodeaba la cintura del joven, desprendiendolo de la seda que lo cubría, revelando un marcado torso desnudo. La joven acarició aquella piel con la yema de los dedos, provocandole pequeños escalofríos. Se miraron a los ojos en silencio, aquellos días sólo habían compartido besos y caricias, nunca se habían permitido ir más allá. Hermione fue la primera en volver a besarlo y Draco la tomó entre sus brazos, en un ágil movimiento la posicionó debajo de él. La joven le rodeó la cintura con las piernas y su falda cedió revelando más piel. Draco besó cada centímetro de piel libre mientras la miraba a los ojos. Sentía su sangre hirviendo pero nunca perdía el autocontrol ni el respeto. Hermione lo devoraba con la mirada y sus pensamientos corrían sin control, atropellandose unos contra otros. Draco se recostó junto a ella, rodeandole la cintura con el brazo.
—¿Cómo te sientes?
—Bien...
—¿Estás segura?
Hermione lo observaba con la respiración ligeramente agitada.
—Si.. solo.. todavía no asimilo todo esto.
—La verdad.. yo tampoco —comentó él sin poder contener una pequeña risa.
Los jóvenes se abrazaron entre las sábanas, compartiendo el silencio y la tranquilidad de la noche.
Hermione observó la habitación soltando un pequeño suspiro.
—Es enorme.
—¿Qué? —Draco la observó alzando una ceja.
—¡La habitación!
—Ah.. si, si claro.
Hermione soltó una carcajada.
—¿Te gusta? Yo mismo diseñe el decorado.
—Es genial. —Hermione se estiró sobre la cama sintiendo el colchón mullido— Pero no tan genial como esta cama.
—Puedes quedarte cuanto quieras.
—Me encantaría, pero no pueden descubrirnos.
—¿Quién nos va a descubrir teniendo la manta de invisibilidad?
—Es de Harry, no quiero abusar de su amabilidad.
—Es tu mejor amigo, no lo conozco pero no creo que le importe.
—La usaré mientras pueda.
Cuando el silencio volvió a reinar en la habitación no tardaron en retomar los besos pendientes, dejándose llevar por el deseo y la lujuria, hasta caer rendidos ante el sueño, que los acunó hasta entrada la mañana.

Draco se despertó con la luz del sol bañandole el rostro. A su lado una Hermione semidesnuda dormía con los rizos descontrolados y la piel brillante. El joven se permitió admirar aquella imagen, deleitándose con una gran y somnolienta sonrisa. Hermione no tardó en abrir los ojos y sonreírle.
—Buenos días. —Draco la besó dulcemente y Hermione le correspondió.
—Buenos días.
Ambos se encontraban sonrientes.
—¿Cómo dormiste?
—Sorprendentemente bien, ¿y tú?
—Muy bien. ¿Tienes hambre?
—Un poco —Hermione se cubrió con las sábanas— pero no quiero irme de aquí.
—No debes hacerlo, es sábado. —Draco le dió un beso en la frente antes de levantarse— Ya vuelvo.
El joven recuperó la bata de seda que había terminado en el suelo y se cubrió con ella antes de salir por la puerta.
Hermione se quedó en silenció observando el pedazo de cielo que se asomaba por la ventana. Se sentía infinita, y era la sensación más increíble del mundo. Llevaba mucho tiempo creyendo que no sería capaz de sentirse así, y por primera vez no tenía miedo de dejarse sentir.
Draco no tardó en regresar, esta vez con una bandeja de plata oscura cargada con un gran desayuno.

Hermione había pasado todo el día en la habitación de Draco. No le sorprendió recibir mensajes preocupados de sus amigos exigiendo su atención. Hermione suspiró risueña, Draco se encontraba junto a ella, peinandole suavemente los rizos con sus dedos. La joven quería quedarse allí, recluida para siempre, pero sabía que eso no era una opción, debía volver a su habitación. Con pesar se incorporó y se vistió bajó la coqueta mirada de su amante.
—Debo irme.
—¿Por qué?
Hermione lo miró alzando una ceja.
—Tú sabes porqué.
Draco se quedó en silencio.
—Está bien... —se levantó y tomándole el rostro con las manos la besó.
Se separaron a duras penas y Hermione tomó la capa de invisibilidad.
—¿Cuando te vere?
—Mañana, a menos que estés ocupado.
—¿Para tí? Nunca.
Hermione le dedicó una sonrisa antes de echarse la capa de invisibilidad encima, desapareciendo en el aire en cuestión de segundos. Draco se acercó y le besó la coronilla. No podía verla pero podía tocarla y sentirla. Escuchó una pequeña risa resonando en su habitación. Draco observó como la puerta se abría y cerraba por sí misma. Se quedó allí, sentado sobre la cama, mirándose las manos con una sonrisa.
Después de unos minutos se incorporó y observó la ventana, ya estaba anocheciendo. Giró por la habitación con un suspiro, no tenía nada para hacer pero tampoco tenía sueño. Decidió meterse a la, ahora solitaria y fría, cama y observar el techo de caoba. Sus pensamientos se atropellaban unos con otros en una espiral ansiosa. Pensaba en sus padres, en la aniquiladora mirada de Pansy y en la dulzura de Hermione, aquella que se empeñaba en esconder bajo una máscara insensible. Hermione, Hermione, no podía dejar de pensar en ella, en su piel, en sus besos y en sus palabras. Los últimos dos meses habían sido muy intensos, nunca se hubiera imaginado que llegarían hasta ese punto. Nunca creyó que se sentiría tan bien y tan mal al mismo tiempo, tan bien acompañado pero a la vez tan solitario. Extrañaba a Blaise, necesitaba hablar con él, intentar arreglar las cosas. Sabía que Pansy jamás aprobaría su relación con Hermione pero no le interesaba, quería pensar que Blaise sería diferente. Debía serlo, era su mejor amigo desde la niñez, y era el único en todo el castillo que lo comprendía, que comprendía el peso que llevaba sobre los hombros y el cuidado que debía tener al dar cada paso.
El joven no pudo evitar reír amargamente en voz alta pensando en su situación, en el tinte prohibido que barnizaba su relación con Hermione, era ridículamente shakesperiano. Sus padres jamás lo aprobarían, lo sabía muy bien, y mientras pasaban los días comenzaba a aceptar que le importaba una mierda lo que quisieran ellos. A medida que pasaban los días comprendía que debía escoger un lado de la línea, y su corazón no le dejaba más remedio, si debía escoger, escogería a Hermione, sin importar el costo.

Amor entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora