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El dolor de cabeza es abrumador, especialmente después de que ha cruzado las puertas de la aldea y su cuerpo flaquea contra el camino, pero solo porque ha perdido sangre y no porque es más débil de lo que cree que es.

El ruido del chidori lo dejó sordo del oído izquierdo y la mano tiembla debajo de su guante. Sabe que está chamuscado, e incluso puede oler la piel calcinada debajo de la manga de su uniforme como percibe las demás cosas que no están del todo bien bajo su ropa.

Aun así, no se detiene. Tiene que llegar a casa. Tiene que lavarse las manos y hacer que la voz de Rin diciendo su nombre se calle y que el ojo de Obito deje de doler y sangrar. Si se detiene un solo momento, podría caer vergonzosamente, podría debilitarse y flaquear, y podría hacerle caso a la única voz que no es parte de su imaginación culposa.

— Tienes que ir al hospital, Rival — Gai dice, no mucho mejor que él, jadeando un paso detrás de su espalda — Necesitas un doctor.

No se detiene. Ni siquiera lo mira.

Gai no tiene idea de lo que Kakashi necesita de verdad. ¿Qué importaban un par de moretones o su mano que ardía y temblaba? Lo había sentido antes y no era la primera vez que salía de eso por sí solo.

— Al menos déjame curarte — el ruego de Gai es tan molesto y casi agradece estar medio sordo, apenas escuchando su voz con el oído que no punza y aumenta el dolor en su cráneo.

— Vete, Gai, la misión terminó — no sabe si lo dice lo suficientemente fuerte, pero no se molesta en comprobarlo y gira en la esquina.

— ¡Esto no tiene que ver con la misión, nosotros somos Rivales! ¡Nuestro deber es protegernos en todo momento para seguir caminando juntos! — a Gai le toma todas fuerzas gritar su discurso, así que se hace lento y se queda detrás por más pasos. Una ventaja que Kakashi aprovecha en las escaleras.

— No te lo estoy pidiendo, vete a casa, Gai, estaré bien — se aclara la garganta, y su saliva podría ser solo sangre, así que compone sus palabras en un trago soberbio de verdad — No voy a morir solo por esto.

— No, pero de todos modos... — Gai jadea, luchando contra sus pasos para volver a acercarse — Si no quieres ir al hospital, déjame curarte, y si no quieres eso tampoco, al menos deja que me quede contigo.

La mano de Kakashi tiembla en un movimiento automático de tensión, lastimando su muñeca y acalambrando su brazo. No sabe cuántos cuerpos había atravesado en esa tarde. Y no sabe qué será diferente si Gai se queda en su departamento esta noche.

— ¿Para qué quieres hacerlo? — gruñe, arrastrando sus pies por las escaleras y esforzándose más de lo que debería para subir.

No se permite flaquear a pesar del dolor en todos sus músculos porque eso sería aceptar que no está bien, también sería darle una oportunidad a Gai para que lo alcance.

— Quiero quedarme contigo, Rival, podría ayudarte a cambiar tu uniforme o... yo...

— Si estás aquí porque Minato te pidió que me vigilaras, puedes irte — el pasillo finalmente aparece y Kakashi suspira de alivio, sintiendo sus piernas temblar e implorando a su cuerpo no colapsar todavía. Una vez adentro, podría desmayarse en su puerta. No le importaba. Simplemente no quiere hacerlo públicamente, no frente a él.

— ¡Minato-sensei no me dijo nada! Yo... quiero estar seguro de que estás bien, Kakashi. Por favor, déjame hacerlo.

Gai no lo dice, pero Kakashi sabe que se refiere a su propia cabeza, que tiene miedo de que Kakashi finalmente toque fondo y esté lo suficientemente loco para quitarse la vida. O para quitar otras vidas que no debería. Para sumirse en la oscuridad.

Nunca jamásWhere stories live. Discover now