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El pomo de la puerta soltó un pequeño quejido cuando el guardia comenzó a abrirla, estaba de espaldas a la puerta. Mi respiración no estaba acelerada, tenia miedo no lo sé, estaba cansada, tampoco, la pregunta era ¿sentía algo? El drama nunca fue lo mío , pero no estoy exagerando estaba vacía, nada tenia sentido desde hace bastante tiempo. Estaba encerrada, sola y tenia un destino que cumplir. Aqua sanctus, a el le daba gracia ese nombre, se burlaba del extraño título a cada momento. Él, por eso estaba muerta, por dentro y por fuera. Que sentido tenia respirar, ya no compartíamos aire. ¿Como debería confiar ahora? ¿Como debería amar ahora? Cada noche bailo con su fantasma. Tengo que seguir pero duele intentar.

Cuando giré mi cabeza, el guardia se estaba acercando, con una leve reverencia que me repugno removiendo mis entrañas –Saanta- la admiración en su voz era notable y repiqueteo en cada rincón de mi mente. Las puertas de mi cuarto estaban vigiladas por dos mastodontes, musculosos y gigantescos, era mas que obvio que no me estaba permitido salir.

Mis ropas eran ligeras, azules, miles de azules, como el mar de antaño, el cielo, las lagunas rebosantes de agua de cuando era muy pequeña, los cenotes bajo tierra y las lagunas que nos seguían dando vida. Simbolizaban mi don, azul como el agua que podía traer al mundo.

El hombre me guió hacia la puerta y al menos una docena de soldados me rodearon, era una prisionera o algo parecido pues mi celda era un precioso cuarto.

Pero en algún momento había sido libre, respiraba sin temor a que me observaran o restringieran era solo yo. Con un extraño don eso seguro pero mi aventura había comenzado hace un buen tiempo.

La sequía empezó cuando yo tenia 6 años de edad, era una tarde de verano estábamos en el jardín es de lo único que me acuerdo, y comenzó.

El calor se rehusaba a desaparecer a incrementando de una manera antinatural, y la tierra se resquebrajó debajo de los pies de todos. Las noticias solo reportaban más y más grietas, era el fin del mundo como lo conocíamos.

El mar se filtró hacia tierra y la gente que no pudo refugiarse o respirar aire fresco se sofocó en medio de la calle mientras sus cadáveres se incineraban al sol de la mañana. Todos los mantos acuíferos se fueron desvaneciendo entre vapor tóxico o filtrándose hacia el subsuelo para subsistir. No era seguro respirar, en el exterior el aire estaba contaminado con cenizas, vapor y un calor demasiado sofocante.

Todos los canales que seguían funcionado en la casa pitaban en alarmas de sequía extrema con temperaturas mortales que excedían los 50 grados, era el mismísimo infierno.

Mi madre nos hizo entrar al sótano, estaba a varios metros bajo tierra. Había reservas para unos cuantos días y sobrevivimos por asares del destino pues no sabíamos que pasaba fuera.

Al tercer día encerrados, escuchamos un repiqueteo cerca, venia de mas abajo. Después de unas horas se convirtió en un estruendo y de debajo de nosotros aparecieron cinco hombres. Al principio mi madre lucia asustada pero descubrimos que solo querían ayudarnos, el mundo en el exterior estaba muerto y la gente empezaba a plantearse vivir  bajo tierra.

Ellos estaban buscando gente y la estaban llevando a un pequeño campamento. Así fue como se comenzaron a formar pequeñas ciudadelas, algunas asentadas cerca de ríos subterráneos, o lagos, o charcos o cualquier tipo de manto acuífero. El agua escaseaba, todos esperaban noticias de lluvia en el exterior pero nunca llegaron.

Unos decían que era el castigo de cualquier dios, otros decían que era la naturaleza revelándose y otros solo creían que era una simulación robótica o algo por el estilo.

La realidad es que el agua con acceso fácil se había acabado. Ya no llovía y el exterior era peligroso por los miles de gases tóxicos en el aire, nadie sabia si el océano seguía con agua o si todo se había filtrado y evaporado dejando millones de cadáveres de criaturas marinas en un enorme desierto de arena fría.

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