13.- Besitos

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Naruto bufó. Decir que estaba desconcertado era quedarse corto. Porque... cuando eres novio de alguien es natural que quieras darle besitos a tu ser amado, ¿no? Entonces, ¿por qué Hinata rehuía de él? ¿Acaso ya no le gustaba que fuera su novio?

No. Imposible.

Estaba bastante seguro de que ella aún le amaba y que era otra cosa lo que sucedía. Porque, hasta hacía dos días, los besitos ya sea en la mejilla, cuando se despedían al abordar el autobús o, simplemente, por el mero hecho de disfrutar de la caricia del otro, no faltaban.

¡Demonios! ¿Qué había pasado?

Era tan frustrante.

Naruto hizo a un lado sus locos pensamientos y centró su atención en el aquí y el ahora. Aprovechando que sus padres no estarían en casa, él decidió invitar a Hinata para disfrutar de una tarde de películas. Aunque, si le preguntaban, no tenía ni idea de lo que sucedía al otro lado del televisor, y tampoco le importaba. Su único objetivo era averiguar qué era aquello que había hecho que su dulce Hina evadiera sus besitos. Es que... su toque era tan cálido, tan perfecto, que no podía soportar pasar más tiempo alejado de ella, de sus caricias.

Estando sentados en el sofá de la sala, Naruto no notó que Hinata se había acercado más a él hasta que el brazo femenino se aferró al suyo. Entonces, Hinata posó esos hermosos ojitos grises y le dedicó aquella mirada soñadora, que él quedó momentáneamente impactado.

—¿No fue hermoso? —preguntó Hinata antes de soltar una pequeña sonrisa y pegar más su cuerpo al suyo.

¿Hermoso? ¿Qué?

—E-Este... si... —contestó, no muy convencido de lo que ella quería saber. Hina le observó y sus labios se fruncieron. Debería estar preocupado por su falta de atención para con ella; sin embargo, él no podía dejar de pensar en que su novia era tan adorable con ese mohín en su linda carita.

¡No le hales las mejillas, no le hales las mejillas!, se regañó mentalmente. Era un idiota, pero hasta él sabia que cuando una novia estaba molesta, lo último que debías hacer era ponerla más molesta, y dudaba esa acción jugara a su favor. Mejor no tentar a la suerte.

—¿Otra vez no prestaste atención? —Hina preguntó haciendo que Naruto se percatara de la preocupación reflejada en mirada —. ¿En qué piensas ahora?

Mientras ella le miraba, Naruto se cuestionó si sería seguro revelar todas sus preocupaciones acerca de sus dudas, de sus sentimientos.

¿Ella pensaría que era un puberto calenturiento? Bueno, seguro que ya lo hacía. Así que... ¿qué más podía perder?

—Hina... —comenzó, antes de carraspear, tratando de liberar algo de la tensión que había sentido en los últimos días —. Hace dos días, tres horas y seis minutos que no me has dejado besarte... ¿q-qué sucede?

Ya estaba, lo había dicho.

Naruto no sabía qué esperar de su confesión, mucho menos lo que vio. Vergüenza.

Hina cambió su mirada de preocupación a sorpresa. Sus mejillas se tiñeron de carmesí y automáticamente se soltó de su brazo, poniendo un cojín como barrera entre los dos. Ella colocó las manos en su pecho y comenzó a jugar con sus dedos.

Los ojos de Hinata viajaron de la televisión a él, y viceversa; una clara señal de que estaba nerviosa.

—Na-Naruto-kun... —Hina habló evitando el contacto visual —. Es que yo...

Y entonces, lo notó. Cuando Hina volteó quedando momentáneamente de perfil a él, un pequeño destello plateado apareció entre sus labios.

Naruto no pudo evitar tomar su mentón y girarlo buscando, una vez más, encontrar aquel brillo.

¡Dios santo!

—¡¿Traes brackets?! — gritó visiblemente sorprendido —. ¡Por eso no querías besitos!

¿Cómo había sido tan idiota como para no poder notarlo?, ahora todo tenía sentido...

—E-Es que yo... —repitió Hina, cohibida, poniendo distancia entre sus cuerpos —. C-Creí que podía... lastimarte c-con el metal...

Naruto soltó una sonrisa catártica.

¡Se había preocupado por nada!

Y, tan seguro como que se llamaba Naruto Uzumaki, agregó:

—¡Eso no importa! ¡Puedes romperme el labio! Si ese es el precio que debo pagar, estoy dispuesto a aceptarlo.

Naruto habló con tanta seguridad, que Hinata no pudo evitar reírse. Y con eso, la familiaridad entre ellos regresó.

—Además... —dijo él, en un tono más pícaro —. Siempre puedo besarte en otro lado.

Y así, sin más, Naruto se abalanzó, recostándola contra el sofá y desperdigando besitos por su cara, cuello y orejas. Ella se retorció entre sus brazos, intentando liberarse de su ataque de besos.

—¡Na-Naruto-kun! —soltó Hinata, sonriendo —. ¡Me haces cosquillas!

Entre risa y risa, Naruto consiguió su anhelado beso.

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AntologíaWhere stories live. Discover now