El amor es como el Wi-Fi. Está en el aire, pero muy pocos tienen la clave.
Estaba sentada en su acantilado especial, donde siempre iba a pensar, a cerrar los ojos y a olvidarse de los problemas que la corrían. Contemplaba el mar, esa masa de agua salada que le imponía tanto respeto, aparentemente claro y apacible, pero realmente libre y salvaje, como ella. Le gustaba pensar que el mar eran millones de lágrimas, que no era la única ingeliz.
El rojizo de la puesta de Sol teñía las aguas y sus pensamientos.
Todos hablaban de ello, de lo bello que era y todos lo habían experimentado menos ella. Por eso quería saberlo, quería respuestas a esa incógnita que desde hace tiempo ocupaba sus enteros pensamientos y la carcomía...¿Qué es el amor?
Porque era más que una palabra vacía de significado que cualquiera pudiera utilizar.
Un sentimiento...¿qué clase de sentimiento?
Decían que era lo mejor y lo peor que te podía pasar, quería sentirlo realmente.
Entonces él llegó por detrás y se sentó próximo a ella. Él también se rompía la cabeza con la misma cuestión que ella.
Y repentinamente, sus miradas se cruzaron, y por arte de magia, ambos encontraron respuesta a su pregunta.
