A life time: Luzuplay! 8

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Tenía seis años, pero no era tonto. Sabía que os habíais peleado porqué él llevaba un par de días sin venir y tú no salías prácticamente de la cama. Los no tan recientemente casados Fernández se pasaban la mayoría del día en casa. Lolito, cuidándote a ti y Mangel a mí. Las elecciones se celebraron la semana pasada y tío Lolo había sido elegido alcalde cuando Luzu también se había presentado. Hoy era lunes y esta situación llevaba manifestándose desde el viernes pasado. Yo no te había visto desde entonces. Mangel calentaba un tupper de macarrones que había traído de su casa mientras que yo esperaba sentado jugando con el tenedor. El tío Lolito entró a la cocina, venía de la torre izquierda, la cual se había convertido en tú habitación estos días. —¿Cómo está?—preguntó su esposo con su familiar acento mientras sacaba un plato y depositaba los macarrones. Me los dejó delante y me revolvió el pelo con cariño.

El tío suspiró con pesadez.—Sigue sin comer y se niega a contarme que ha pasado.—se acercó a Mangel y se dejó caer en su hombro.—Me pone triste verle así, mi niña.—

Su marido le acarició el cabello y besó su coronilla mientras que el anillo de oro relucía en su dedo.—Por lo que me cuenta Vegetta, Luzu está igual.—

—¿Tú crees que lo han dejado?—le susurró Lolito con preocupación procurando que el rumor no llegara a mis oídos.

Yo negué desde la silla mientras masticaba. —No lo creo.—los ojos curiosos de ambos adultos se posaron en mi cuerpo de baja estatura.
—Se quieren mucho y si lo hubieran dejado Papá no se despertaría a las tres de la mañana para mirar por la ventana en dirección a casa de Luzu.—dije indiferente mientras pinchaba macarrones con el tenedor. Ambos se mostraron sorprendidos ante mis palabras.—Cuando os vais me quedo solo y me canso de pintar. Así que miro las cámaras de seguridad.—me expliqué mientras seguía masticando. Pasamos un rato más juntos, viendo una película y a la hora de despedirse ambos dejaron un beso en mi frente y salieron por la puerta, recordándome que les llamara de inmediato si pasaba algo. Mañana realmente era turno de tío Fargan de venir, pero la reparación de su jardín explotado le tenía demasiado ocupado.

Esta noche entraría a hablar contigo, pero antes te prepararía tus cereales favoritos. Empujé una silla para así poder llegar al armario y tomar el bol con la carita de pollo, nuestro favorito. Últimamente te había dado por comprar leche de avena por lo cual llené el recipiente para después volcar los copitos de colores y manchar todo el líquido claro. Tomé una bandeja y lo coloqué todo en su sitio. La última vez que Luzu estuvo aquí se quejó de todas las escaleras de mano que había que subir para llegar a los torreones y tú las sustituiste por un par de ascensores blancos. En ese entonces aún me daban un poco de pavor, pero haría cualquier cosa por ti. Al llegar arriba abrí la puerta con una mano mientras me ponía de puntillas, era bajito y casi no llegaba. Todo estaba oscuro y lo único que pude distinguir fue un bulto en la cama gracias a el faro de la torre de tío Veg que cada diez segundos apuntaba hacia aquí. Agradecí con todo mi ser por esa luz.
—¿Papá?—musité en voz baja.—Te he traído cereales, tío Lolo ha dicho que no has comido y estoy preocupado.—

Levantaste la cabeza al escuchar mi voz, como si no esperaras que yo estuviera arriba. Te sentaste de inmediato en la cama, lo único que pude ver fueron tus ojos rubí destellar en la oscuridad y encendiste la lamparita de tu mesilla. Al acercarme, tomaste la bandeja de mis manos y la colocaste también en la auxiliar. Pude ver tus ojeras y los ojos hinchados, por primera vez tenías un aspecto deplorable. Me hiciste sitio a tu vera, pasando tu brazo por mis hombros y espachurrándome junto a ti. Yo me acurruqué con gusto, había echado de menos tu calor, tu esencia y tu cariño. —Siento molestar Papá, pero te echaba de menos.—tomé su mano y la puse contra mi cara, cubriendo así toda mi mejilla. Al hacerlo noté algo frío y circular. —¿Y esto?—le pregunté tomando su dedo anular.

—Me lo dio Luzu.—me contestaste melancólico.

—Brilla, es bonito.—dije inspeccionándolo con cuidado. Y yo en ese entonces sólo vi una sortija bonita y brillante, pero significaba que os habíais prometido. Mi pensamiento volvió a los cereales y me levanté de mi sitio.—Papá, tío Lolo me encargó que te hiciera comer.—

Tú negaste como niño caprichoso. Puse mis manos en jarra. —Venga porfis, solo un poquito.—te supliqué mientras juntaba mis dedos, entrecerraba mis ojos y te miraba por el huequito que quedaba entre ellos. Sonreíste y toda tu cara se iluminó, era como si te hubieran dado fuerzas de golpe, la alegría te hubiera vuelto de la nada y tu sangre volviera a fluir por tus venas con ritmo.

—¿Qué?¿De que te ríes?—

Negaste aún con una sonrisa.
—De que te quiero mucho, Nil.—

Yo quedé prendado de tus palabras, lo sabía pero nunca me lo habías dicho y el calor inundó mi corazón. Mientras yo seguía procesando tus palabras con cara de embobado tomaste un almohadón y me aporreaste con el en la cara, tirándome así casi de la cama. Al principio me enfadé pero cuando volví a escuchar tu risa todo sentimiento de ira se desvaneció. Me protegí de ti como pude, con los brazos, con las piernas e incluso con el culo. Pero llegó un momento en el que también tuve en mi poder una almohada y entonces la pelea continuó. No te comiste los cereales, pero fuiste feliz. Y sin saberlo, también hicimos feliz a Luzu, el cual al ver movimiento se paró y nos veía a través de la ventana de su silenciosa mansión en la montaña, con un café en la mano, sonriente al ver como nos pegábamos con sacos rellenos de plumas.

A life time, Luzuplay. Where stories live. Discover now