DANCING WITH OUR HANDS

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La luz del día traspaso las gruesas cortinas de la habitación. Emma sintió la calida luz solar tocarle la espalda desnuda, sintiendo su cuerpo doler sin razón alguna o bueno, hasta que giro su cabeza al lado derecho admirando al sargento totalmente desnudo con solo una manta blanca encima dejando a la vista su abdomen perfectamente tonificado.

Una sonrisa socarrona se dibujo en su rostro, con mucho cuidado se puso de pie haciendo todo lo posible para no despertar al hombre a su lado, ya que parecía estar cansado. Intento buscar su ropa pero no encontró nada a la vista a excepción de la camiseta de James. Sin dar vuelta al asunto, se vistió con aquella camiseta que le quedo como vestido, casi a la mitad de los muslos. La diferencia de estatura era notable. Salió de la habitación cerrando la puerta a su paso y dirigiéndose a la cocina debido a que su garganta se encontró seca y quería algo para refrescarla.

Bajo las escaleras con cautela y al llegar a la planta baja diviso el reloj de pared el cual marcaban las ocho. Entro a la cocina y se sirvió un vaso de agua fresca el cual bebió de un solo golpe, necesitando unos dos vasos más para sentirse satisfecha. La chef no llegaría hasta el almuerzo, por lo que ella se encargaría del desayuno. Saco de la nevera una docena de huevos, un poco de tocino y naranjas para preparar jugo. Se acercó a la cocina y comenzó a preparar el desayuno mientras tarareaba Kiss The Boys Goodbye.

James desde la habitación de la segunda planta, gracias a su buen olfato, pudo percibir el olor a tocino frito y los huevos en la freidora. Se removió entre las sabanas y abrió los ojos al no sentir a la pelinegra a su lado. Se acomodo en la cama y diviso la ropa de el regada en el suelo, de su lado de la cama diviso la de la pelinegra y fruncio el ceño al no encontrar respuesta. James se levanto y cambio, no encontró su camiseta pero le importo menos. Bajo a la cocina y vio a Emma tarareando y cocinando con su camiseta puesta, la mejor imagen del mundo para el, en esos momentos.

-creí que me habías abandonado- se quejo haciendo sobre saltarse a la pelinegra.

-dios, me asustaste James- dijo tocando su pecho.

-lo siento- respondió con una socarrona sonrisa.

-suelo ser de las que desaparecen antes del amanecer, pero hice una excepción- se encogió de hombros divertida.

-me alegra ser la excepción- dijo siguiéndole la corriente.

Ella sirvió la comida y el jugo de naranja. James se acerco a ella y le regalo un casto beso en la frente.
Ayudó a preparar la mesa para que ambos se sentaran a comer. 

-es delicioso Emma- dijo el sargento dando su segundo bocado.

-gracias mi sargento.

-¿tenemos planes para hoy?- cuestiono el castaño.

-quisiera nadar un poco, nos iremos en la noche- informó la pelinegra tomando su jugo de naranja.

El sargento asintió y siguió comiendo. No quería irse aun, sabia que si regresaban las cosas cambiarían y no anhelaba nada de eso, estaba tan satisfecho con la compañía de Emma que no quería apartarse de ella. 

Al terminar el desayuno ambos subieron a sus habitaciones para cambiarse y bajar a la playa. Emma se coloco el traje de baño y una camiseta demasiado grande, peinando su cabeza en dos trenzas de raíz.

Al bajar diviso a James sentado en el sofá sosteniendo un libro de su impecable colección de clásicos. Cuando este noto su presencia bajo el libro y abrió los brazos, Emma acepto gustosa y se sento en su regazo mientras este acariciaba su espalda sobre la camisa.

-¿esta todo bien, James?- cuestiono Emma -te he notado callado- informo mirándolo de cerca esperando respuesta alguna.

-no es nada preciosa- respondio besando su frente, pero ella no se trago ese cuento. Arqueo una ceja y se cruzo de brazos -es solo que. . .

-temes que al regresar todo vuelva a ser como antes- completo interrumpiendo al castaño -mi sargento, le aseguro que esto significo mucho para mi. No había traído a nadie a mi refugio en la playa. A menos que para usted no haya significado nada, pero lo dudo- termino con una coqueta sonrisa.

James sonrió y se acerco a ella para besarla, un beso suave pero significativo. La sincronía que ambos mantenían era única, sentian que nadie podría llenar tal vacío que dejaban al separar sus labios el uno con el otro.
El beso poco a poco subía la intensidad, siendo uno más lujurioso.

-creo que si no paramos, no podremos nadar hoy- pronunció Emma rompiendo el beso.

-¿quieres nadar?- pregunto Barnes acompañado de una pequeña risa.

-si- asintió y le dio un corto beso, para luego ponerse de pie y caminar a la puerta trasera -¿no viene?- pregunto caminando hacia donde era la playa.

James se puso de pie y corrió a ella para cargarla sorpresivamente haciendo que ella soltara un fuerte grito del susto que este le había causado. Con ella en brazos, el castaño se adentro al mar haciendo que su piel hiciera contacto con la fría agua. Emma cerró los ojos y dio pequeños brincos para acoplar su cuerpo al agua.

Cuando ambos superaron la fría agua. Emma hizo nadar a James hasta una zona rocosa donde ambos pudieran sentarse a contemplar el mar a las diez de la mañana. Las olas chocaban contra las rocas pero sin poner en peligro a la pareja. El sonido de estas y el de las aves a su alrededor era música para los oídos de la pelinegra, y el olor a sal proviniente del mar era sumamente agradable para ella. Cerraba los ojos cada vez que sentía la fuerte brisa impactar en su piel, disfrutando el momento.

+

Luego de casi unas cinco horas nadando, sus cuerpo comenzaron a pedir ser alimentados además de que el cansancio se asomaba. Ambos salieron del mar y emprendieron viaje hasta el hogar de la pelinegra.

Al llegar sintieron el olor a comida, de la cual la cocinera estaba finalizando. James y Emma subieron a darse una ducha juntos, aunque hicieron mucho mas que solo ducharse.

Comieron y empacaron. Emma se despidió de la cocinera y se encargo de limpiar la casa antes de irse. James la ayudo y se aseguro de preparar frutilla para el camino. No querían irse aun, la guerra y la sociedad era un gran enemigo para ambos. La guerra seria su distancia interminable y el peligro de vida de James. La sociedad y sus prejuicios serian la puntada en el trasero para Emma, pero si nunca escucho los chismes de la gente menos lo haría ahora.

Cuando todo estuvo listo, se dispusieron a subir las cosas que trajeron y cerrar la casa con seguro. Emprendieron viaje a Brooklyn, les llevaría unas cuatro horas pero valía la pena, en compañía de ambos. Emma se dejo recostar en el regazo de James, mientras que el nombrado acariciaba la cabeza de la pelinegra.

-Emma- llamo James.

-¿si?-

-¿estas segura que valdra la pena esperarme hasta que termine la guerra?- cuestiono algo apagado en su tono de voz.

Emma se levanto de su regazo y frunció el ceño, era una pregunta que ni ella misma se había hecho. ¿valdria la pena?, algo grande y tardado de pensar. En su interior había un debate, pero el ganador fue el sentimiento que inundaba en ella, nunca se había sentido así.

-te esperaria aunque la guerra durara una eternidad- respondió con una amplia sonrisa.

James sonrió y la beso. Emma volvió a su posición para seguir el camino a casa.

Una eternidad o unos cien años. . .

vidas pasadasWhere stories live. Discover now