Capítulo nueve.

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NUNCA OLVIDARÁS QUIEN SOY

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NUNCA OLVIDARÁS QUIEN SOY.

Sophia...

Venía llegando a mi edificio desde la última sesión de fotos con tema invernal. Las botas altas llegaban más arriba de mis rodillas y sobre una medias de algodón, acompañado de una camiseta térmica, un jersey, abrigo, bufanda y gorro. No soy fan del invierno.

Digo, me gusta el invierno, pero me gusta cuando estoy en mi cama comiendo y en frente de Netflix. Durante el año es cuando el marketing de revistas se eleva estrepitosamente, debido a que la mayoría de gente se queda en casa y busca algo para leer a diferencia de verano, en donde nadie está quieto. Por lo que el verano era mi momento de hacer vida social y todas esas mierdas de interactuar con personas.

Además ya eran las ocho treinta de la tarde y la temperatura se había reducido varios grados. Me sentía como un cubito de hielo.

Cuando por fin doble la esquina por mi calle, el alivio y la expectación me inundó por sentir mi hogar tibio y calefaccionado. Se supone que el sexo, comer y ejercitarse eran las tres actividades que producían endorfinas y te hacían sentir de lo mejor. Bueno, mi provocador de endorfinas era el calor.

Reduje mi paso un poco, ya que las botas de tacón no eran lo mejor para caminar sobre el hielo de la acera y no tenía muchas menos ganas de caer en él. Fue ahí cuando escuché una harmonía infantil; xilófonos, piano y la letra de Hickory Dickory Dock.

¿Pero qué...?

Miré a mi alrededor, pero la calle estaba totalmente desértica; ni un coche, un peatón, ni una sola alma.

—Juro que si se me aparece la Samara no me responsabilizo de mis actos —hablé en voz alta por si alguien a mi alrededor estaba lo suficientemente cerca como para escucharme y me estaba jodiendo como en un programa de cámara escondida.

Aun así no vi a nadie.

El tempo de la melodía disminuyó drásticamente, alentando el ritmo y haciendo la voz que cantaba mucho más grave y lenta, casi gutural.

<<Hickory Dickory Dock// El ratón subió el reloj// El reloj marcó las dos.// El ratoncito cayó>>

Odiaba admitir el miedo. Me gustaba pensarme como alguien valiente, nada paranoica, racional... Pero, venga, escuchando sola por la noche una canción diabólica no es lo mejor para mi valentía.

Caminé más rápido sin preocuparme por caer; todo lo que quería era luz y a otro ser vivo que no tuviera un loco interés por asesinarme. En otras palabras necesitaba al señor Lux.

—¿Señor Lux? —prácticamente grité al ingresar al hall de entrada del edificio, sin embargo seguía totalmente sola —Joder ¡Señor Lux!

El viejo salió del armario de limpieza cargando una escoba pareciendo tan asustado como yo.

Un último disparo [Vittale #3]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant