Capítulo dieciocho.

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TERMINÉ ENAMORADO

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TERMINÉ ENAMORADO

Sophia...

Mi pulso se disparó a mil, sentí que las piernas me fallaban y me aferré al brazo que rodeaba mi cuello con una navaja en la mano.

—Quieta, bonita, y no te cortaré ese lindo cuello ¿qué te parece?

Mi cerebro bloqueado por la adrenalina funcionaba a toda velocidad intentando recordar que hacer.

Me moví un poco, pero el hombre presionó el filo más cerca de mi cuello cortando ligeramente la piel. Un leve ardor se extendió por mi mandíbula y sentí la sangre chorrear hasta mi camiseta blanca.

—¿¡Que es lo que te dije?! —gruñó en mi oído —Camina, zorra. Nos largamos de aquí.

Empujando mis rodillas me instó a caminar, lo que casi me hace perder el equilibrio. Me aferré a su brazo para mantenerme en pie, y fue ahí cuando el recuerdo llegó a mi cabeza...

Claro. Ambas manos a la muñeca, justo por encima del tatuaje de caballito de mar.

Recordando las instrucciones de Mattia; giré mi cuerpo saliendo por el lado del codo del hombre que me sujetaba con la mano derecha. El tipo pareció sorprendido de que supiese hacer algo así, aunque de igual forma fuese difícil. Mis movimientos se volvieron aún más erráticos y determinados al ver una camioneta con los vidrios polarizados al final del callejón, justo hacia donde nos dirigíamos.

Con toda la fuerza que pude reunir, tiré su brazo hacia atrás lo más posible, haciéndolo soltar un gemido ahogado y pateé su estómago y entrepierna hasta que quedó doblado en el suelo.

No me atreví a intentar quitarle la navaja, así que apenas estuvo tirado me saqué los tacones y corrí lo más rápido que pude; la sede estaba a pocas cuadras y si no me detenía tenía esperanza de llegar antes que el hombre.

Un gruñido de rabia me hizo voltear y lo vi levantarse del piso. Corrí más rápido, mis pulmones quemaban y sentía que mis piernas cederían, pero la adrenalina era suficiente para mantenerme en pie.

Un alivio me recorrió de pies a cabeza cuando a lo lejos vi las luces encendidas de la sede y al mirar hacia atrás nadie me seguía, sin embargo, no me permití reducir la velocidad hasta que puse un pie dentro del edificio.

Apoyada en mis rodillas, respiré pesadamente intentando recuperar el aliento que perdí en la carrera.

Quizás si necesitaba más cardio.

El aire frío hacia mi nariz arder, en cualquier momento iba a vomitar y todo lo que quería era un poco de agua. Ignorando completamente a la chica que me miraba desde el mesón extrañada, me puse los tacones y con la espalda recta y mandíbula orgullosa caminé hasta la oficina de Mattia.

Probablemente mi cabello estaba hecho un desastre, mi camiseta manchada con sangre y en algún momento las manchas rojas en mi mandíbula izquierda se transformarían en moratones, pero no dejé de caminar hasta la puerta. Sin tocar la abrí, entré, y la cerré rápidamente detrás de mí apoyándome contra ella y permitiéndome respirar en paz por primera vez.

Un último disparo [Vittale #3]Where stories live. Discover now