capitulo 17

371 57 7
                                    

No supo qué hora era. No supo cuánto tiempo llevaba en el suelo de la habitación. No supo si el sol ya se había animado a salir, o si aún continuaba reinando la luna. Pero sí supo que no había dormido nada, y Singto ya se había levantado.

Decidió permanecer allí, apartado en el rincón contra la pared, mientras escuchaba el rumor de los pasos del alfa desplazándose por el lugar. Lo vio entrar al baño, y más tarde salir con el cabello húmedo y una toalla envuelta en su cintura. Lo observó vestirse con otro de sus típicos trajes, concentrándose en acomodar hasta el más mínimo detalle.

Y cuando creyó que, luego de tanta preparación, se marcharía sin más, se sorprendió al notar que el alfa le dedicó una leve mirada que Krist no supo descifrar lo que transmitía. No supo si era enojo o tristeza o pena, o si era todo junto.

Tragó en seco, encogiéndose más sobre sí mismo, sabiendo perfectamente que se acercaba a él. No se atrevió a levantar la mirada. Sus ojos hinchados a más no poder le pesaban y le ardían demasiado, apenas siéndole posible mantenerlos abiertos.

Una mano fue extendida hacia él.

—Vamos, ve a la cama. Sé que has estado llorando toda la noche —expresó el alfa con la voz ronca, teniendo un tono neutral imposible de detectar sentimiento alguno.

Krist elevó la mirada despacio y, con cierto temor, tomó la mano extendida del otro, quien lo ayudo a ponerse de pie.

—Lo siento —musitó, apenado, sorbiéndose los mocos una vez más.

—No digas absolutamente nada —mencionó Singto solemne, arrastrando al omega consigo—. Ahora necesito que descanses. Luego tienes que estar listo.

—Listo, ¿p-para qué?

—Listo para mí —contestó sin titubeos, colocando al menor frente a él—. Te guste o no, eres mío, y harás todo lo que yo te ordene hasta que decida dejarte. Y más te vale que obedezcas, maldita sea, porque el asunto se pondrá peor sino.

—T-tú has d-dicho que me tendrías p-paciencia —balbuceó el reproche con la mirada agacha, sin animarse a mirarle de frente.

—¿Crees que te sigues mereciendo la maldita paciencia? —cuestionó Singto, tomándole de la barbilla con fuerza para que lo mirara—. Te he dicho como funciona esto, Krist. Si tú te portas mal, no esperes a que te trate bien. Ya has perdido el derecho. Yo te lo advertí, ahora abstente a las consecuencias.

—Yo también te advertí como era yo —contraatacó Krist, soltándose de su agarre, apartándose un par de pasos del alfa—. ¿Qué querías que hiciera? No soporto estar aquí como una maldita mascota estúpida esperando a su dueño. Tengo una vida, ¿sabes? Y como si fuera poco, estaba sufriendo un jodido ataque de abstinencia. ¡Agradece que te pedí permiso para salir!

—Te recuerdo que esa vida me la debes a mí. ¿Tú que mierda pretendes que haga yo? ¡Aquí tienes de todo! ¿Qué quieres? ¿Qué te lleve al trabajo conmigo? ¡No eres más que un maldito desagradecido que, para colmo, me miente!

—¡Oh, y porque me has salvado la vida te crees con el derecho de arruinármela! —gritó indignado, dispuesto a defenderse y no quedarse callado—. Yo de verdad te agradezco todo lo que me diste, pero debes aceptar que este no es mi lugar. Yo no sirvo de mascota fiel, ¿entiendes? Soy un jodido omega mitad callejero que bebe, se droga y hace lo que quiere cuando quiere y como quiere. Y ni tú, ni nadie, me cambiará.

Singto lo miró desafiante, con su expresión inyectada de enojo. El potente aroma de alfa enfurecido se mezclaba con las feromonas de rabia que emanaba el omega, creando un ambiente totalmente desagradable.

Sublime DominaciónWhere stories live. Discover now