19. Algunas verdades (parte II).

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Stefano.


   Sostengo su menudo cuerpo con firmeza y gracias a la ayuda de mis rodillas logro ponerme de pie. Su cabeza descansa sobre mi pecho, contemplo el rostro sucio con moretones, su pelo enmarañado, los delgados brazos ensangrentados y con múltiples cortes. Tenso mi mandíbula y creo que está a punto de romperse tras la impotencia que alojo.

No puedo creer que el capitán Ornes cometiera tales atrocidades. Mi estómago se revuelve de solo pensar qué hubiese pasado si no llegamos a tiempo. Mis propias manos han dado el tiro mortal que puso fin a su vida. Y no me arrepiento de nada.

Si bien estamos alejados de la zona del ataque, gritos y sollozos no dejan de inundar mi sistema auditivo. Mi pecho sube y baja, continúo con los ojos clavados en el rostro magullado del comandante y las lágrimas de rabia no tardan en brotar de ellos.

—Stef... —La voz de Alexan parece lejana—. Stef, reacciona. —Agita mis hombros y se posa frente a mí —. Vamos, hay que seguir.

Se inclina hacia el cadáver y cierro mis ojos con fuerza. Siento el ruido de la daga desincrustándose del cráneo y me doy la vuelta.

—Sí me hubiesen dicho tiempo atrás que asesinaría a mi propio capitán, no lo hubiese creído nunca. —Las palabras abandonan mis labios por sí solas.

En realidad, no puedo creer la violencia de mi pueblo. Eso me tiene alterado, impotente. Tantos años preparándome para ser... ¿Cómo ellos?

—Pues era un cerdo. Se lo merecía. —Palmea mi espalda—. Hemos hecho lo correcto —afirma—. ¡Me has hecho hacer lo correcto! —Bromea incrédulo tratando de animarme.

Logra sacarme una vaga sonrisa mientras niego con la cabeza.

—¿Dónde estará Noré? —Consulta viendo hacia ambos lados.

—Lo más probable es que haya logrado escapar. —Afirmo.

Alexan se detiene a observar con detenimiento unas pisadas en el suelo. Estás se pierden en dirección al bosque. Quizás, Siniestra le dio tiempo a escapar mientras se enfrentaba con los bárbaros.

—Son de tacones en punta como los que usaba. Podría ser ella. Además, el bosque desemboca cerca de Averhz —concluye.

Aferro a la ama del palacio con mayor firmeza, y antes de emprender camino sentimos el crujir de ramas detrás de nuestras espaldas. El rugido profundo y explosivo de un animal eriza los poros de mi nuca.

—León bendito. —Alexan apenas puede gesticular palabras.

Sus orbes crecen en tamaño a medida que retrocede débilmente señalando detrás de mis espaldas. Giro sobre mis talones con lentitud. Trago en seco cuando mis ojos son testigos de la brutalidad frente a nuestros cuerpos.

Un feroz e imponente león está siendo sostenido por un enorme guardia de Stolz de una tirante cadena rodeando su cuello. Pero no es lo único. Alrededor de su garganta, yace una especie de collar de piedra cuya forma es la de una serpiente. Tanto este instrumento como sus ojos destellan chispas rojas intensas.

El animal no se ve para nada normal. Su aspecto es igual al de una bestia de los infiernos de Vezhaltz. De cuerpo robusto y morrudo, sin contar que la altura sobrepasa la promedio. El pelo en su lomo se encuentra en su totalidad erizado como si fuera una hilera de espinas filosas.

Su melena sucia y alborotada se ve pincelada por grandes salpicones de sangre seca. Las garras brotan de sus patas imitando cuchillas afiladas y los hilos de saliva cuelgan de su mandíbula cual animal hambriento.

Retrocedo de inmediato al ver su boca abierta tras el rugido. Colmillos anchos y puntiagudos reflejan su filo tras el brillo de la luna. Intento idear un plan, pero no encuentro nada que hacer. Tengo a Siniestra encima, correr con su peso no servirá de nada. Solo llegaría a dar unos cuantos pasos. Luchar tampoco es opción viable. Estamos embarrados hasta la mierda.

—Entréguenmela. —Impone el hombre que sostiene a la bestia—. Y todos sus problemas se acaban. —Zamarrea las cadenas haciendo que el animal se acerque amenazante.

—Nuestros problemas apenas comienzan.

—Alexan—interrumpo sus bromas fuera de lugar—, cárgala y llévatela. —Ordeno a mi amigo quien se ha quedado inmóvil en su lugar.

—No-no volveré a dejarte, Stef. —Veo el movimiento de su garganta. Ha tragado con dificultad. Es curioso, el animal más sagrado de la tierra siendo nuestro ángel de la muerte. Aun así, mi amigo evidencia su lealtad.

—Alexan...—Quiero decirle que se salve, que estoy dispuesto a quedarme. Yo nos puse en este peligro, yo decidí volver y luchar, pero el fuerte sonido de las cadenas arrastradas con velocidad por el suelo me advierte que el hombre ha soltado a la fiera directo a nosotros.

El felino ruge y corre con ferocidad los metros que nos separan. Aferro a Siniestra a mi pecho y cierro los ojos, preparado para lo peor. Pero entonces, una fuerte risa maníaca viajando entre la brisa lo inunda todo.

Ashly, la líder de Alicelhz revuela sobre nosotros. El turquesa resplandeciente de su bastón se dirige hacia el suelo en forma de rayo. El impacto hace que nos tambaleemos debido a la vibración del suelo. Cayendo con tal violencia forma en pocos segundos una línea de fuego que logra separarnos de la bestia.

El león pronto se detiene anclando sus garras a la tierra centímetros antes de las llamas. La imponente bruja Negra desciende frente a nosotros portando su instrumento de poder con seguridad.

—Llévensela y manténgala a salvo. —Ordena volteando a ver la muralla ardiente que ha creado entre nosotros y el enemigo.

Veo al felino moverse de un lado al otro, recorriendo toda la extensión del fuego. Ruge y se relame haciendo que mi corazón palpite con mayor rapidez.

—Ya la escuchaste Stefano, ¡vámonos! —Alexan se echa andar hacia el bosque.

—Gracias —mascullo, pero lo veo—. ¡Cuidado! —El grito sale torpe y efusivo.

El animal se ha atrevido a saltar a través de las fervientes llamas. La bruja gira tras la advertencia, pero es tarde. El León cae sobre su cuerpo encarcelándola entre sus enormes garras, el suelo y sus dientes. El impacto la ha despojado del bastón que cae a metros de su alcance.

Dejo a la muchacha sobre el suelo y corro con velocidad hacia donde el objeto ha caído. A pesar de tener una contextura pequeña, logro ver a Ashly luchando contra el animal. Recita unas palabras con fervor al tiempo que sus manos delgadas y afiladas dan batalla sosteniendo la mandíbula de la bestia. Se retuerce sobre el suelo y patalea debajo de este.

Las llamas comienzan a extenderse debido al viento y me dificultan llegar al bastón, pero extiendo mi brazo traspasando el fuego y logro sostenerlo. Comienzo a correr en dirección a ellos con el objeto en mi mano. Debo estar loco. Pronto siento un punzante dolor en el antebrazo y el ardor en mi palma se me hace insoportable. Antes de llegar a ellos, suelto el bastón dejándolo caer al suelo. Contemplo mi mano, está enrojecida e hinchada como si el contacto con la madera del mismo me hubiese quemado.

—¡No lo vuelvas a tocar! Los humanos no pueden hacerlo, te quemará —Avisa mientras alcanza una piedra del suelo y la impacta con fuerza en la cabeza de animal liberándose— ¡Yo me encargo, corran!

Me quedo nervioso e inquieto sobre mi lugar sin saber con exactitud qué hacer. Quiero ayudarla, pero también quiero mantener con vida a Siniestra y Alexan.

—¡Anda muchacho! ¡Estaré bien! —Vuelve a gritarme poniéndose de pie.

Asiento aun conmocionado ante lo que he presenciado, y me dispongo a sumergirme junto a Alexan en la inmensidad del bosque, pero antes de marcharme lo recuerdo.

—¡Esto es tuyo! —Lanzo la daga que portaba, y está cae clavada al suelo cerca de su alcance.





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