Capítulo 8

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   [~Una conversación tras la puerta~]


El silencio se instalo entre ambos al mismo tiempo en que ninguno dejaba de ver la muñeca de Astrid, Alexei no podía creerlo, una niña siendo la compañera del lobo blanco, era simplemente impensable, imposible y completamente loco, el lobo blanco era el asesino de miles de personas, su vida estaba en unos enormes números rojos, y la mujer frente a él, así de pequeña y temblorosa era simplemente una locura.

-eso es una mierda – ella asintió a lo que el dijo y cubrió de nuevo su muñeca - ¿Cuánto tiempo lo esperaste?

-veinte años – murmuro.

-y resulta que tu compañero es un asesino – se rió amargamente – lo siento, se que no debería de reírme, pero es simplemente una locura.

-dímelo a mi – se abrazo las piernas con los brazos y lo miro a los ojos - ¿tu tienes números en tu muñeca?

-no -se rasco la barba – yo no tengo eso de una pareja destinada, pero si tengo novia – ella se rio de la expresión que hizo al mencionarla – así que no te ilusiones conmigo.

Astrid se rio al escucharlo – descuida, no pensaba ilusionarme – miro hacia las cajas sobre sus cabezas - ¿Qué cosas guardan en las cajas?

-suplementos médicos, algunas linternas, balas y armas, comida – se puso de pie y comenzó a mirarlas todas hasta que se detuvo en una en especifico – y algunos dulces – se estiro y tomo la ultima caja de la fila, la coloco en medio de ambos y la abrió, los ojos de Astrid se iluminaron al ver los dulces dentro de esta, la ultima vez que había comido un dulce fue el día anterior a someterse al críos sueño, hace horas para ella, pero años para todos los demás.

-wow, tienen de todo – miro las manos enguantadas revolver el interior de la caja y sacar una bolsa pequeña con lo que parecían ser gomitas.

-hacemos lo que podemos – apunto a la caja y después a ella – come algo, aun tenemos dos kilómetros de camino antes de llegar al punto de encuentro.

Ella asintió y busco en el interior hasta que logro encontrar una barra de chocolate con caramelo y nueces, sonrió al ver uno de los dulces favoritos de su madre, se sentó de nuevo en el suelo y abrió el empaque, le dio una mordida y cero los ojos mientras recargaba su cabeza en la fría pared, escuchaba a Alexei mover cosas y preparar sus armas pero ella no se atrevió a abrir los ojos, llevaba horas viviendo con la adrenalina al tope y solo quería un momento de descanso, pero su mente no se lo permitió, de inmediato llevo su memoria a la granada lanzada y a su compañero siendo alcanzado por esta, un ruido fuero del congelador la hizo abrir los ojos y ver a Alexei, el se había detenido de recargar los cartuchos de su arma y miraba hacia la puerta de metal que los separaba del exterior.

La miro y le hizo un gesto para que guardara silencio, ella asintió y guardo lo que le quedaba del chocolate en el bolsillo del abrigo, observo a Alexei ponerse de pie con un arma en sus manos, camino con sigilo hasta la puerta y se quedo de pie delante de ella, esperando y escuchando a lo que fuera que estaba del otro lado, voces amortiguadas por el metal sé escucharon al igual que algunas pisadas, Alexei dio un paso hacia atrás y miro a Astrid aun sentada en el piso, llevo una de sus manos al costado de su cadera y saco un arma mucho mas pequeña que la que él llevaba, se la extendió y ella entendió sin la necesidad de las palabras, se puso de pie despacio y en silencio y tomo el arma en sus propias manos, el metal pesado y frío le dio al fuerza necesaria para recordar las pocas clases sobre armas que le había dado Cyrus en su primer año de entrenamiento, esperaron un segundo y después se escucho una voz grave del otro lado de la puerta.

-¿Por qué no disparaste cuando esas fueron tus ordenes?

-porque me lanzaron una granada cuando iba a hacerlo – ambos se congelaron en sus lugares al escuchar la voz dura y grave, era el lobo blanco y estaba a solo algunos metros de ellos – necesite de un momento para recuperarme.

-¿te lastimaron demasiado? – sus respiraciones eran pesadas, ninguno se atrevía a moverse por miedo a que los descubrieran.

-no lo suficiente como para que no pudieras curarme.

-tus números están en cero – Astrid se tenso a un lado de Alexei y él la miro con miedo de que ella pudiera hacer algún ruido y los delatara – esta mañana no estaban de esa forma, dime, ¿encontraste a tu compañero?

-no me di cuenta de cuando llegaron a cero, no se en que momento pudo haber pasado – Astrid frunció el ceño al detectar su mentira.

-volvamos a la central, ahora no existe nada que puedas hacer, esa granada destruyo una parte de tus piernas, pero lo arreglaré cuando lleguemos.

No escucharon una respuesta, solo escucharon los pasos alejándose de donde ellos estaban escondidos, no se movieron por cerca de diez minutos por miedo ha que fuera una trampa y estuvieran afuera esperando a que hicieran alguna señal que denotara que ambos se estaban escondiendo allí, pero después de diez minutos no volvieron a escuchar nada, nada ademas de sus respiraciones y del sonido del viento afuera, la tormenta se acercaba y no era bueno que ellos estuvieran afuera cuando llegara.

-quédate aquí, no hagas ningún sonido, ¿entendido? – Astrid asintió incapaz de hacer cualquier otra cosa, miro como él tapaba la caja que había bajado y la dejaba en un rincón del congelador, como apagaba la luz y abría la puerta de la forma mas silenciosa posible, vio como sacaba su cuerpo y lo escucho caminar hacia afuera, ella se quedo allí, de pie y sola, con el frío y la nieve entrando por la abertura de la puerta.

Cinco minutos después escucho pasos que se acercaban a donde ella estaba aun de pie y esperando, empuño mejor el arma y preparo su dedo en caso de que tuviera que apretar el gatillo, pero la cabellera de Alexei la hizo respirar de nuevo con calma.

-¿podemos salir? – él asintió a su pregunta y entro de nuevo a la habitación, tomo su gorro y cubrió de nuevo su rostro hasta que estuvo igual a como lo había visto por primera vez, se giro hacia ella al mismo tiempo que se ponía la mochila sobre los hombros.

-tendremos que movernos con rapidez, la tormenta esta sobre nosotros y no quiero quedar atrapado en ella – ella asintió y se dio cuenta de como sacaba algo parecido a lo que él usaba para cubrir su boca y su nariz – ponte esto – se lo extendió – el frío que hace afuera te dificultara respirar y podrías desmayarte – ella lo tomo y se lo coloco de la misma forma en la que lo había visto hacer a él – mantente cerca de mi y por nada del mundo te detengas, ¿estas lista?

Astrid asintió y se coloco de nuevo el gorro, cerro el abrigo hasta su barbilla y lo siguió afuera, en cuanto salió de detrás de la pared el frío le subió por las piernas, ella lo siguió a solo dos pasos de distancia, cuando dejaron atrás el edificio ella se dio cuenta de lo difícil que seria caminar ahora, el viento era mucho mas fuerte que antes y la nieve no los dejaba ver con claridad a mas de dos metros de distancia de sus ojos, camino con dificultades y con miedo en las venas, pero no se detuvo, ninguno hablo por la hora siguiente, sus pasos eran rápidos y firmes, las pisadas de Alexei le facilitaban a Astrid el camino, ademas de esa forma no lo perdería tan fácil.

Cuando la tormenta los alcanzo cincuenta minutos después Astrid pensó que ambos morirían en la nieve, pero Alexei los hizo entrar a otro edificio cerca de lo que parecía ser un parque por el amplio espacio que tenia, él la llevo hasta el sótano y la detuvo cuando llegaron debajo de una ventana que daba a la calle, él miro a todos lados asegurándose de que nadie mas estaba con ellos antes de agacharse y buscar algo en el suelo, finalmente encontró lo que parecía ser un borde en el suelo, algo parecido a una tapa que tenia sobre ella una gran capa de cemento, lodo y polvo, Alexei la levanto y ante ella se encontraban una escaleras que daban hacia abajo, estaban iluminadas por una escasa luz de color blanco, pero no alcanzaba a ver a donde llegaban.

-entra – ella lo miro asustada, o sorprendida, al escuchar lo que le pedía – vamos, no podemos dejar esto de esta forma, todo estará bien, no te preocupes – le apunto una vez mas a la oscuridad de las escaleras, y ella bajo con manos y pies temblorosos.

Miro hacia arriba y lo vio bajar a solo algunos pasos de ella, miro como cerraba la puerta con una gran manija y tres seguros más, la miro por sobre su hombro y le hizo una seña para que continuara, ella paso saliva y continuo el descenso, bajaron hasta que el frío se volvió un poco mas soportable, pero aun estaba sobre ellos, como si la profundidad en la que estaban lo produjera, finalmente ella logro ver un poco mas de iluminación al igual que el fondo del descenso, ella pudo dejar atrás la escalera para afirmar sus pies en el piso firme de una serie de túneles, ella miro a sus lados pero lo único que lograba ver era túneles y más túneles, escucho como los pies de Alexei se posaban en el piso a solo un metro de ella, se giro y lo miro, los túneles estaban llenos de luz, con cordones de lamparas a ambos lados de ellos.

-bueno – extendió las manos – bienvenida al refugio.

Compañeros. Libro 1.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora