Capítulo 45

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Un imposible

“Un ángel no te acompañaría jamás al infierno, no, ella es una jodida diosa”

–David Sant

–David Sant

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Luci

—Recuerda mantenerte callada, nada de preguntas —Advierte Theo nuevamente mientras caminamos a través de los jardines hacia el punto de encuentro con el monje.

Ambos vestimos la ropa del lugar y voy completamente desnuda bajo el kimono. No es que me importe realmente, el problema radica en que en pocas horas caerá la noche y ya comienza a refrescar y de seguro se me congela hasta el culo.

—Es la quinta vez que me lo dices —Me quejo—. Y a mí mientras más me piden algo menos ganas me dan de hacerlo.

Me dedica una mirada totalmente sería desde su altura y ruedo los ojos.

—Es broma, ¡Dios! Lo he entendido a la primera —No dice nada, solo sigue caminando con su eterna cara de estreñido, así que decido seguir molestándolo—. Oye, sé que es un matrimonio falso pero, ¿al menos podrías fingir que te causa ilusión?

Con un ágil movimiento me toma de la nuca, ladea mi cabeza y devora mi boca sin darme mucho tiempo a procesarlo, solo sé que a los pocos segundos mis manos están enredadas en su cuello para atraerlo más a mí y profundizar el beso.

Se separa de pronto dejándome jadeante y confundida, mi cuerpo aún pegado al suyo.

—Eso... —Carraspeo para aclararme la garganta ya que luego de esto mi voz se ha ido a la mierda—. ¿Y eso por qué fue?

—Ese ha sido mi nuevo método para hacer que cierres la boca y la uses para algo más provechoso —anuncia contra mi boca.

Pongo una mano contra su abdomen desnudo y me separo un poco para verle mejor a la cara.

—Se me ocurre algo mucho más provechoso que un beso —Tuerzo una sonrisa y desvío mi mirada muy lentamente más allá de la V en sus caderas y de regreso a sus verdes que se ven un tono más oscuros y acechantes.

—No empieces con las provocaciones —Mantiene su mandíbula apretada y una de sus manos estruja mi cintura—. Este no es el momento ni el lugar.

Echa a andar alejándose de mí y debo controlar las ganas de volver a poner los ojos en blanco. Es tan ridículamente serio a veces que hasta ternura me causa.

Aprieto el paso hasta quedar a su lado y sin mediarlo mucho tomo su mano. Alzo la vista para observar su reacción pero no me mira, simplemente continúa su camino y en respuesta entrelaza nuestros dedos y a mí me da un vuelco el corazón.

Frente a nosotros un enorme árbol de Wisteria nos da la bienvenida, por el grueso del tronco que se enrolla sobre su mismo eje puedo deducir cuan antiguo es. Varios pilares de madera sostienen sus ramas en las cuales aún quedan hojas, en su mayoría de un color amarillo que se entremezcla con los últimos rayos del sol. Recuerdo haber leído acerca de esta planta y no puedo evitar pensar lo hermosa que debe lucir en primavera cuando sus flores cuelgan como una lluvia malva, sería un espectáculo digno de ver.

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