Un día me sostenías
entre tu sonrisa y tus miradas.
Al otro me soltabas,
con la frialdad del invierno
y la bravura de una tormenta.
Un día éramos brisa de verano,
al otro truenos de Otoño.
Y es que no entendí cuál era mi lugar
en tu vida, hasta que la venda se rompió.
No tenía lugar, esa era la cuestión.
Era nómada en tus emociones
y a eso no estaba dispuesta.
Me cansé de ir tras de ti,
tras tus excusas,
pidiéndote por algo,
que debe salir solo.
Ahora me alejo,
porque al fin tengo
a quien me valora.
Y entendí que más vale estar con quien te quiera, con hechos
y no el que te prometa el cielo, sin moverte del suelo.