11. ━━━ ¿crees que van a volver?

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Freya se bajó del automóvil con la canasta en las manos

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Freya se bajó del automóvil con la canasta en las manos. Segundos después, su padre bajó también y se colocó a su lado. Ambos caminaron hacia la parte trasera de la enorme casa que habían ocupado los Cullen, cuando habían estado en la ciudad.

Después de las primeras dos semanas en las que ella no había sido más que un desastre llorón, Freya finalmente había tomado las riendas de su vida y había decidido dejar la autocompasión a un lado. Había sido complicado, sin embargo lo había logrado exitosamente y dos meses habían pasado volando.

Parte de lo que la había ayudado a pilotear a través de aquellos tiempos difíciles habían sido sus amigas, la academia de danza a la que había empezado a asistir, y su padre. Había vuelto a comer apropiadamente, había empezado a arreglarse igual que antes y había dejado de prestarle tanta atención al tiempo que pasaba.

Las cosas estaban bien.

─Es bueno que nadie esté viviendo en ésta casa ─habló su padre, introduciendo sus manos en los bolsillos de su nueva chaqueta. Chaqueta que había sido regalada por Freya, porque la chaqueta que tenía antes estaba a punto de deshacerse sobre el cuerpo de su padre de lo vieja que estaba─. Probablemente seríamos arrestados por invadir propiedad privada.

Freya se rió, empujando a su padre por el hombro. Por supuesto, no lo movió ni un centímetro. Cosas de vampiros y así.

─Lo haces ver como si estuviéramos cometiendo un delito ─se quejó─. Técnicamente, ésto no es parte de la propiedad.

Refunfuñó, esperando que su padre colocara la manta en el césped para poder poner la canasta encima.

Una vez a la semana, lo que antes solía ser su noche de películas se había vuelto la mañana de picnic cerca de la casa de los Cullen. Podría sonar un poco perturbador, sin embargo lo único que hacían era charlar mientras Freya comía. Estar cerca de la casa de personas que amaban, juntos, pasando algo de tiempo de padre a hija que no habían tenido en mucho, era de cierta manera tranquilizante.

─Si nos arrestan les diré que te lleven a ti porque fuiste la de la idea ─murmuró Stephen, colocando las cosas de la canasta fuera después de sentarse. Mientras lo hacía, recostó su espalda en el árbol detrás de él y observó a su hija mirarlo con incredulidad.

─¡Soy tu hija! Deberías protegerme y tomar la culpa por mi ─exclamó, como si realmente estuviera enojada. A veces, Freya pensaba que su padre era el más inmaduro de los dos.

Aún así lo amaba.

─Pero si la culpa no es mía, por qué la tomaría por ti ─se rió. Freya siguió su carcajada, desempacando los sandwiches que ella había hecho.

Su padre no comía porque decía que la comida le sabía a ceniza, pero aún así ayudaba a Frey a preparar toda una ración para ella.

─¿Crees que nos extrañen? ─preguntó Freya, jugando con la servilleta que tenía en la mano. Stephen desvió la mirada del horizonte y la observó a ella.

─Creo que lo hacen. No olvidas a una persona que aprecias tanto en tan poco tiempo, es imposible ─murmuró su padre después de dudar unos cuantos segundos.

─¿Crees... Crees que van a volver?

Sí, el dolor había disminuido con el pasar de los días. Pero habían veces en las que estaba bien sentir incertidumbre, sentirse triste, recordar a alguien a quien extrañaba mucho. Era importante abrazar las emociones incluso si eran negativas y luego dejarlas ir. Mucho mejor que simplemente suprimirlas y luego explotar.

Stephen guardó silencio unos segundos. Quería darle a la pregunta la importancia que merecía y no sólo decirle a su hija palabras vacías que probablemente no harían nada por su duda.

─Creo que van a volver, Frey. En éste momento, estoy seguro de que Carlisle está haciendo su mejor esfuerzo para aguantar por el bien de su familia y no venir corriendo hasta aquí.

Freya suspiró profundamente, pero asintió. Se sentía bien tener a alguien que despejara las dudas que le atacaban de vez en cuando.




( ... )






─Eso es todo por hoy, nos vemos el viernes ─la voz del instructor de danza llenó los oídos de Freya como si de magia se tratara y con un suspiro, se dejó caer en el suelo aunque sabía que no era lo recomendable después de hacer ejercicio.

Había descubierto que le gustaba mucho bailar incluso si no era la mejor en la materia porque tenía dos pies izquierdos. No creía ser capaz de hacerlo profesionalmente como planeaba Phoebe, sin embargo, eso no quitaba que le gustara tomar clases ocasionalmente.

─¿Frey? ─la mencionada abrió un ojo y luego el otro, encontrándose al otro instructor, compañero de Phoebe, mirándola desde arriba. El muchacho le extendió la mano y Freya la usó para levantarse del piso.

Las clases las daban Phoebe, el profesor de Phoebe que era un profesional, y un compañero de clases de la rubia. A veces estaban todos, a veces rotaban, pero ella se había hecho bastante amiga de Mark, mismo que se encontraba frente a ella dedicándole una de sus sonrisas encantadoras.

Le alegraba haber conocido personas nuevas y en el proceso haber mejorado su salud haciendo ejercicio, sin embargo, tenía la leve impresión de que él se sentía atraído hacia ella. No quería sonar pretenciosa, pero ella podía darse cuenta. Sus ojos, la forma en la que le sonreía y como la buscaba constantemente con la mirada cuando estaban en medio de la clase. No estaba asumiendo que eso era lo que pasaba, pero tenía el presentimiento.

─¿Estarás ocupada después de aquí? ─preguntó el joven, acompañándola mientras ella tomaba su bolso y su botella de agua, misma a la que le dió un pequeño trago para refrescar la garganta. Freya hizo memoria, y al recordar que no tenía nada que hacer aparte de ver películas, negó despacio.

Esperaba que no le preguntara lo que ella estaba pensando que le iba a preguntar.

─¿Me preguntaba si... te gustaría salir conmigo? Quizás podemos ir a ver una película, o ir a comer algo.

Bueno. Carajo.

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𝗴𝘂𝘆𝘀 𝗺𝘆 𝗮𝗴𝗲,     𝖼 . 𝖼𝗎𝗅𝗅𝖾𝗇Where stories live. Discover now