Escena extra 7:

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Chicago, Illinois.

Unos años antes.

VICENZO:

Arlette está nerviosa.

Lo sé por la manera en la que mueve ansiosamente sus dedos sobre la tapicería de mi deportivo. Por cómo me hace consciente de su respiración cuando normalmente sería una maestra del sigilo. Renuncio a la emisora deportiva que me gusta escuchar para poner los aburridos clásicos de jazz de los cuales disfruta, pero ni siquiera eso consigue tranquilizarla. Lleva un conjunto deportivo negro, otra prueba más de cuán mal se siente, y una gorra similar a la mía sobre su cabeza, la cual le compré un día cualquiera en el exclusivo palco del estadio de béisbol, pero nunca usó, uniéndose a la pila de cosas que le he dado durante nuestro matrimonio y no ha tocado porque dice que tengo mal gusto. Aunque cualquier otro día pensaría que se ve sexy como el infierno fuera de su zona de confort, ahora solo puedo sentirme desesperado porque el hecho de que ella esté derrumbándose podría significar que el imperio que hemos empezado a crear también, lo cual no permitiré.

Ella no lo permitiría de ser al revés.

Una vez me estaciono frente a la fría y moderna clínica clandestina a las afueras de Chicago, solo lo mejor para el Anticristo, no apago el auto al darme cuenta de que ninguno de los dos parece tener intenciones de bajarse. Ella la contempla fijamente, su mirada perdida en la infraestructura, y yo siento ganas de resucitar al capo hijo de puta para matarlo de nuevo por no cuidar de ella en ese aspecto, pero lo comprendo. ¿Quién mierda pensaría en un condón estando con una mujer tan hermosa? Arlette es la definición de inalcanzable.

Y es mía.

Mi esposa.

Eso significa que todo lo que esté dentro de su cuerpo también lo es.

Le bajo el volumen a la radio cuando se aclara la garganta antes de hablar.

─Mientras crecía era consciente de los efectos secundarios que el fentanilo podría tener en mí ─susurra, todavía sin verme─. Sabía que era probable que no pudiera tener hijos por el desequilibrio en mi organismo, así que siempre estuve preparada para criar a tus bastardos y para que no pudiéramos ser padres o se nos dificultara. Nunca pensé que sería yo quién traería un bastardo al mundo. Nunca pensé que tendría un hijo de mi mayor enemigo. ─Me mira. Me siento inseguro al ver las lágrimas en sus ojos ya que mi esposa no suele ser de las que lloran, pero la he atrapado haciéndolo un par de veces, o más, después de asesinara a Marcelo y me nombrase el jefe de jefes de Chicago. Es como si depositar la responsabilidad en mí la hubiera hecho más vulnerable, pero a la vez más libre de dejarse llevar por sus emociones─. Para un hombre es solo un hijo, un hombre puede lidiar con la responsabilidad como mejor le convenga, pero para mí este puede ser el error que me cueste todo lo que soy y todo por lo que he trabajado. ¿Quién va creer en mí cuando ni siquiera yo misma lo hago? ¿Cuando me fallé de esta forma? En medio de la venganza olvidé algo tan básico como cuidar de mí misma. Ahora tengo... esto dentro de mí y odio cada segundo que pasa. La mitad del tiempo quiero clavar un cuchillo en mi estómago para sacarlo. La otra mitad fantaseo con vomitarlo.

Asiento, fingiendo que la entiendo, pero me doy cuenta de que no es suficiente cuando continúa mirándome como si esperara que le dijera algo más al respecto.

Tardo en darme cuenta de que espera mi opinión.

─Tengo entendido que todos los embarazos son difíciles, Arlette. Tu cuerpo cambia, tus tetas crecen, y tu ánimo puede estar más oscuro que de costumbre. En una mujer convencional podría reducirse a una rabieta u odio hacia su bebé por engordarla, pero tú eres el an...

Vólkov © (Mafia Cavalli III)Where stories live. Discover now