Lo que no te mata

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Juliana había terminado de componer la canción. Se sentía orgullosa de su trabajo y de cómo había evolucionado. La iba a guardar con mucho cariño, y probablemente no la tocaría mucho. Sería su pequeño secreto.

Ese fin de semana iban a ir a casa de los Carvajal a cenar. Valentina había ido a casa de Juliana para invitarles. Lupe estaba entusiasmada, iba a cocinar su pastel de tres chocolates para ellos y era posible que llevaran algo más.

- ¿Estás nerviosa?

Juliana y Lupe eran mejores amigas. Lupe había estado con su hija tanto en lo bueno como en lo malo y Juliana la adoraba.

-Un poco -confesó Juliana-. Me gustó mucho que Valentina viniera solo para invitarnos.

-Son una familia encantadora. Me cruzo muchas veces con la mamá de Valentina en el mercado, junto con sus hijos. Es una gran mujer.

-Me alegra que se lleven tan bien, mamá.

Lupe besó la sien de su hija.

- ¿Qué vas a ponerte? La cena es esta noche. Yo he hecho el pastel y he comprado una botella de vino, como hicieron ellos cuando vinieron a cenar. Le he tenido que pedir un consejo a tu padre sobre qué marca comprar.

- ¿Aún te hablas con papá? -Juliana estaba sorprendida.

-Ha sido una excepción, aún no le he perdonado lo que te hizo, ni creo poder hacerlo.

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Flashback.

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Juliana volvió del instituto después de un día duro. Aquel día la idiota de su mejor amiga había decidido que empujarla contra los casilleros era buena idea. Aquel grupo de amigos era unos verdaderos imbéciles, pero no podía negar que les tenía miedo, solían ser lo suficientemente agresivos como para tratar, en lo posible, de mantenerlos alejados. Le dolía todo, en especial todo lo que había perdido.

Se adentró en casa y dejó la mochila encima de una butaca. No quería moverse, sólo acurrucarse y llorar. Se dejó caer sobre el sofá y suspiró aliviada.

- ¿Qué haces ahí?

Era su padre. Estaba de pie justo en frente de ella.

-Levántate.

-No, papá -sollozó-. Déjame.

Hacía cosa de tres meses que Juliana había salido del armario en su instituto y en su propia casa. Sus padres se habían mostrado protectores con ella e incluso le dieron su apoyo.

Sin embargo, su padre, cuando Lupe no estaba, parecía ser una persona totalmente distinta.

-He dicho que te levantes.

-He tenido un mal día -gruñó-. No me toques.

Le agarró del brazo y le obligó a levantarse. Tenía alguno que otro moratón causada por los golpes con los casilleros.

- ¿Un mal día? ¿Sí? ¿Has tenido tú un mal día?

-Claro que sí -espetó-. ¿A caso te han empujado por los pasillos? ¿A caso te han gritado? -le empujó y se alejó de él-. Respeta mi espacio.

- ¡No me hables así, Juliana! -exclamó y le siguió-. ¿Has pensado el motivo por el cual te pasa todo esto? Porque te lo mereces. Así es, Juliana, te lo mereces. Toda esa rebeldía y mírate ahora...

Sintió asco cuando su propio padre le llamo por su nombre.

- ¿Me lo merezco, papá? ¿Me merezco que me traten como una mierda sólo porque me gustan las chicas? ¿Me merezco que me quiten algo que amo, como es el equipo de voleibol, porque me gustan las chicas? ¿Me merezco que mi mejor amiga vaya diciendo a todo el mundo que soy una acosadora solo porque me gustan las chicas?

Hermosa ave de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora