ACTO SEGUNDO - VI, VII, VIII

102 4 0
                                    

Escena VI

CLAUDIO, GERTRUDIS y POLONIO

POLONIO.- Este asunto se ha concluido muy bien. Mi Soberano y vos, señora, explicar lo que es la dignidad de un Monarca, las obligaciones del vasallo y porque el día es día, noche la noche, y tiempo el tiempo; sería gastar inútilmente el día, la noche y el tiempo. Así, pues, como quiera que la brevedad es el alma del talento, y que nada hay más enfadoso que los rodeos y perífrasis... Seré muy breve. Vuestro noble hijo está loco; y le llamo loco, porque (si en rigor se examina) ¿qué otra cosa es la locura, sino estar uno enteramente loco? Pero, dejando esto aparte...

GERTRUDIS.- Al caso, Polonio, al caso y menos artificios.

POLONIO.- Yo os prometo, señora, que no me valgo de artificio alguno. Es cierto que él está loco. Es cierto que es lástima y es lástima que sea cierto; pero dejemos a un lado esta pueril antítesis, que no quiero usar de artificios. Convengamos, pues, en que está loco, y ahora falta descubrir la causa de este efecto, o por mejor decir, la causa de este defecto, porque este efecto defectuoso, nace de una causa, y así resta considerar lo restante. Yo tengo una hija... La tengo mientras es mía, que en prueba de su respeto y sumisión... Notad lo que os digo... Me ha entregado esta carta. Ahora, resumid los hechos y sacaréis la consecuencia. Al ídolo celestial de mi alma: a la sin par Ofelia... Esta es una alta frase... ¡Una falta de frase, sin par! Es una falta de frase, pero, oíd lo demás. Estas letras, destinadas a que su blanco y hermoso pecho las guarde: éstas...

GERTRUDIS.- ¿Y esa carta se la ha enviado Hamlet? POLONIO.- Bueno, ¡por cierto! Esperad un poco, seré muy fiel. 

Duda que son de fuego las estrellas,

duda si al sol hoy movimiento

falta,

duda lo cierto, admite lo dudoso; pero no dudes de mi amor las ansias.

Estos versos aumentan mi dolor, querida Ofelia; ni sé tampoco expresar mis penas con arte; pero cree que te amo en extremo posible. Adiós. Tuyo siempre, mi adorada niña, mientras esta máquina exista. Hamlet. Mi hija, en fuerza de su obediencia, me ha hecho ver esta carta, y además me ha contado las solicitudes del Príncipe; según han ocurrido, con todas las circunstancias del tiempo, el lugar y el modo.

CLAUDIO.- ¿Y ella cómo ha recibido su amor? POLONIO.- ¿En qué opinión me tenéis?

CLAUDIO.- En la de un hombre honrado y veraz.

POLONIO.- Y me complazco en probaros que lo soy. Pero, ¿qué hubierais pensado de mí, si cuando he visto que tomaba vuelo este ardiente amor...? Porque os puedo asegurar que aun antes que mi hija me hablase, ya lo había yo advertido... ¿Qué hubiera pensado de mí vuestra Majestad y la Reina que está presente, si hubiera tolerado este galanteo? ¿Si, haciéndome violencia a mí propio, hubiera permanecido silencioso y mudo, mirándolo con indiferencia? ¿Qué hubierais pensado de mí? No, señor; yo he ido en derechura al asunto, y le dije a la niña ni más ni menos. Hija, el señor Hamlet es un Príncipe muy superior a tu esfera... Esto no debe pasar adelante. Y después, le mandé que se encerrase en su estancia sin admitir recados, ni recibir presentes. Ella ha sabido aprovecharse de mis preceptos, y el Príncipe... (para abreviar la historia) al verse desdeñado, comenzó a padecer melancolías, después inapetencia, después vigilias, después debilidad, después aturdimiento y después (por una graduación natural) la locura que le saca fuera de sí, y que todos nosotros lloramos.

CLAUDIO.- ¿Creéis, señora, que esto haya pasado así? GERTRUDIS.- Me parece bastante probable.

POLONIO.- ¿Ha sucedido alguna vez..., tendría gusto de saberlo...? ¿Que yo haya dicho positivamente: esto hay, y que haya resultado lo contrario?

Hamlet - William ShakespeareWhere stories live. Discover now