Capítulo 3 - Apariencias

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Como siempre, el C-17 Globemaster III, un avión de transporte militar recio y totalmente confiable, había cumplido su cometido a la perfección. Chris condujo el Humvee con cuidado, haciéndolo descender por la plataforma del avión. Aún así, estaba intranquilo. Algo en aquella misión olía a chamusquina, y mucho. Una cosa era que no toda la Unidad de Operaciones Especiales que la B.S.A.A. había destinado bajo su mando fuera tan experimentada como lo era él. Pero que no le hubiesen permitido, siquiera, llevarse a una sola persona de su propio equipo, asignándole un montón de novatos tan faltos de entrenamiento como aquellos a los que se suponía que iban a instruir en Santángel, aquello sonaba a despropósito.

—¿Comandante Redfield? —una voz grave interrumpió sus pensamientos—. Soy el mayor Jaime Constanza. Seré su enlace durante su estancia en este país —un hombre alto, enjuto y de mirada inquisitiva se presentó, hablándole a través del hueco dejado por la ventanilla abierta del enorme vehículo—. ¿Las tareas de desembarco no deberían hacerlas sus hombres? —le preguntó, curioso.

—Este monstruo es mi chica bonita, mayor. No sé si me entiende. —Buscó su mirada, con una sonrisa amable en el rostro. Y el otro sonrió con complicidad—. Mucho gusto. ¿A dónde nos dirigimos?

—Como usted bien sabe, Santángel es un enorme archipiélago con numerosas islas. Pero muy pocas de ellas están habitadas. Y la mayoría son tan pequeñas, que resulta imposible usarlas para llevar a cabo maniobras militares —lo puso en situación, descriptivo—. Por ello, hemos elegido una de las pocas islas aptas para el desarrollo de nuestras necesidades: la Isla de San Gabriel, situada a escasos kilómetros de la Isla de los Malditos —anunció.

Chris se dio cuenta de que aquel hombre esperaba, de un modo inconsciente, alguna reacción por su parte, como si él debiera saber algo oculto que, sin embargo, no sabía. Y aquello, junto con el hecho de que le había ofrecido información sobre la situación de la isla con respecto a otra de estas, que él ni siquiera conocía, le hizo sentir la urgente necesidad de enterarse, cuanto antes, del motivo real por el que alguien de la cúpula dirigente de aquel país había reclamado la ayuda de la B.S.A.A. y la suya propia, en concreto. Temía que se estuviese fraguando un golpe de Estado, que pretendía ser legitimado ante los demás países a través de la ONU, gracias a la intervención de la B.S.A.A. Y, si este era el caso, por lo que a él concernía, la llevaban clara.

No obstante, se encogió de hombros ante el mayor, de un modo indiferente.

—En media hora habremos descargado todo el equipo y estaremos en disposición de llevar a cabo el desplazamiento hasta San Gabriel —dejó claro, de un modo práctico.

—Nos encontraremos dentro de media hora, entonces. Comandante. —Le ofreció la mano, como gesto de bienvenida.

Y Chris la estrechó sin dudar.

Sin añadir nada más, el mayor se marchó. Cuando se encerró en su despacho, sacó un teléfono móvil de uno de los bolsillos de su pantalón militar y marcó un número que bien conocía.

—Todo está preparado —Jaime Constanza aseguró a la Presidenta de Santángel, cuando ella descolgó su teléfono—. Simularemos una avería irreparable frente a las costas de la Isla de Los Malditos, que nos impedirá llegar a San Gabriel. Para el resto del mundo, el buque que transportaba a las tropas de la B.S.A.A. se habrá hundido irremisiblemente, a todos los efectos —le aseguró, con voz resuelta.

—¿Cómo enmascararás su hundimiento? —la mujer quiso saber, dubitativa.

—Aprovecharemos la erupción del Monte Aral. Afirmaré que una bomba piroclástica lanzada por este atravesó el casco del buque, hundiéndolo sin remedio, durante la tormenta que el Servicio Meteorológico anuncia para esta noche. Las tareas de salvamento resultarán ser casi inviables debido a la tormenta y a la erupción constante del Aral. Con lo cual, para cuando la B.S.A.A. quiera tomar cartas en el asunto, ya será demasiado tarde y todo habrá terminado.

꧁꧁RESIDENT EVIL - PARADISE DEAHT꧂꧂Where stories live. Discover now