Capítulo XXXIX.

61 10 40
                                    

Toga Himiko nunca antes se había sentido tan agradecida de ser una asesina.

Sonará raro, pero era la verdad.

A lo largo de su corta vida, había experimentado más de veintisiete vidas distintas aparte de la suya propia.

Había sido una niña de siete años en una casa humilde.

Había sido una joven adulta de veintitrés años. Reportera, amante de la información.

Había sido una anciana de sesenta años, jugando con sus nietos, resiviendo un extraño y cálido amor.

Había sido un policía en un zoológico, domesticador de tigres y cuidador de pandas.

Había sido una bibliotecaria y estudiante universitaria en uno de los colegios más caros del país.

Había sido la famosa hija de un político corrupto.

Había sido el dueño de un burdel.

Había sido un cheff afamado.

Había sido la mismísima prima de algún héroe del top diez.

Había vivido muchas vidas en un corto periodo de tiempo, y ahora mismo se sentía agradecida con aquello.

¡¡¡VAMOS A MORRIIIIIIR!!! —Sollozo el vigilante, con su ropa de “trabajo” puesta.

—No carajo. —Acelero la velocidad, importandole poco y nada pasar por semáforos rojos.— Ya fui piloto en carreras de motocicletas tanto legales como ilegales, esto no es nada.

—¡¡Quiero a mamá!! —Lloriqueo, genuinamente asustado.

La forma de conducir de Himiko era bestial, no solo por poder dar vueltas en curvas cerradas sin mirar, si no mas bien el echo de poder conducir por lugares tan angostos sin siquiera verse alterada por la cantidad de gente que rodeaba casi todo el camino.

Sigan recto los siguientes trescientos metros. —Escucharon la voz del Midoriya por un intercomunicador que tenían en sus orejas.— Después giren a la derecha y sigan derecho los siguientes cuatro kilómetros.

—Pareces la voz antipática de la señorita del GPS. —Se burló el peli-blanco con la capucha puesta, ni de chiste dejaría ver su rostro completo, menos su cabello blanquecino.

Himiko dio vuelta en aquella curva antes mencionaba, de ser posible acelerando aún más, levantando la rueda delantera de la motocicleta.

—¡¡PREPÁRENSE HIJOS DE PUTAA!! ¡¡¡SALUDAREMOS A DADDY EN EL INFIERNO!!! —Rio la única mujer con cinismo, escuchando los fuertes sollozos de Dabi contra su oreja.

Dejo caer la parte del manubrio de forma brusca, con los temblorosos brazos de su padre adoptivo, quien con sus piernas rodeo la cintura de la rubia cual gelatina contra una brisa.

De la nada, la sirena de la policía se empezó a escuchar un par de kilómetros detrás.

—Bien. —El pecoso sonrío, dando buenas demostraciones de parkour sobre los edificios pudiendo estar al día con la monstruosa velocidad con la cual conducía su hija, importante poco y nada toda la atención que estaban atrallendo.

—¡¡¡DETENGANSE!!! ¡¡¡EN NOMBRE DE LA LEY!!! —Escucharon por medio del altavoz del vehículo.

—¡¡¡CHÚPAME LAS BOLAS!!! —Grito el Midoriya, dando un gran salto, levitando el suficiente tiempo como para que la patrulla pudiera ver cómo el pecoso les sacaba el dedo del medio.

Las Caras De Kacchan. (BNHA UA.) Where stories live. Discover now