Capítulo Catorce

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—Daster, ¿estás lista? 

—Siguen olvidando que soy su líder —murmuro entre dientes saliendo de la tienda con el cabello blanco ondeando por el viento—. ¿Cuánto tiempo falta? 

—El pequeño dragón regresará pronto con la cabeza del norte —continúa hablando Vixen junto a su caballo—. Sabes qué significa.

Asentí mientras me acomodaba la capa azul sobre los hombros: es hora de volver, ¿tienes todo listo?

Me acerco a él notando que la diferencia de estaturas ya no era demasiada, tras dos años había logrado llegar casi al metro setenta aunque era obvio que no podría llegar a alcanzar la altura de 1.85 que ostentaba pero agradecía que ya no me viera tanto como una niña.

—Es una lástima no haber podido ir, me hubiera gustado ver el rubí brillar —habló Meek detrás de mí—. Hay que admitir que el rey del norte era un corrupto.

Vix sólo se encogió de hombros sin aceptar o negar las palabras que su compañero había dicho, ahora mismo el príncipe y mis hermanos habían ido a asesinar al rey del norte. Aunque eran sólo ellos tres, nadie dudaba de que podrían conseguirlo ya que incluso les habían puesto la tríada de monstruos ya que ellos no dudaban ni un segundo en asesinar a cualquiera que se les cruzara. Supongo que aquello explicaba demasiado como le fue tan fácil a Castiel eliminar a todos los miembros de la casa.

—Tengan todo preparado para poder irnos en cuanto den la señal —ordené viendo a todos—. No quiero ser de los últimos en salir.

Me inclino a tomar mi espada para alejarme un poco de ellos para poder ponerme a entrenar, sabía que no tomaría tanto tiempo y por lo que había escuchado, en cuanto Razvan regrese con la señal de que el rey había muerto, todos los soldados del campamento tendríamos que movernos hacia una de las montañas del reino y la cual era la zona más rápida de volver ya que estaba construida por varios túneles que les había permitido a los del norte traer comida y armas y los cuales nos tomó tiempo descubrir ya que aquellos túneles se confunden al parecer parte de la montaña además de que mandaron a las legiones a tomarla por el lema familiar: aún en la oscuridad encuentra tu luz. Un lema bastante pácifico y el cual nunca había logrado entender. 

Me acerco a un roble esperando que su enorme tamaño lograra cubrirme para poder sentarme dejando la espada a un lado, en cada rato que tuve libre había practicado para crecer la cantidad de mana en mi cuerpo aunque yo no podría invocar a algún espíritu como lo hacían los magos de la torre, hasta ahora sólo lograba conseguir una pequeña esfera de color blanco, aunque en ese tamaño parecía algo insignificante cuando lo implementaba a mis espadas era casi imparable.

Aunque sabía que mis hermanos podían expandir su mana haciendo visible su aura alrededor de sus espadas dándoles tonalidades doradas, algo que sería increíble lograr.

Esperaba que Laiyi y Camille se encontraran bien, en estos dos años había recibido un par de cartas por parte de Lay, la mayoría de ellas hablaban de lo que sucedía en la capital regularmente pero nunca olvidaba sus deseos por mi regreso sana y salva sin embargo, no podía decir lo mismo con respecto a Camille, para ella era algo difícil el enviar una carta y si logró enviar una era probablemente de que mis hermanos la interceptaron. Suspiro con pesadez diciendo que lo mejor para sobrellevar la espera  era dormir.

—¡Hora de despertar! —escuché un grito que me hizo levantarme rápido y con una daga en la mano haciendo que Marshall alzara las manos—. Lo siento, líder. 

Dejo la posición defensiva guardando la daga: ¿qué ocurre?

—Ha llegado el ave. Es hora de partir. 

Cuando regresé con los otros pude notar el movimiento para tomar todas las cosas para finalmente partir, como nosotros ya teníamos todo listo sólo montamos y nos posicionamos en la parte central de las filas. Según el plan, tendríamos que encontrarlos en la entrada de los túneles así que dejamos el único lugar seguro que conocimos por dos largos años para galopar hacia la capital esperando que ya hayan recibido la noticia del regreso triunfal del siguiente sol del imperio. Y era esto lo que me implicaba una ventaja, conocer el futuro era una carta a mi favor. 

Tras varios días de marchar se nos informó que se haría un desfile para nosotros en la capital con la finalidad de poder celebrar nuestra victoria pero al instante y sin la necesidad de que me dieran algo, entendí que yo no podría entrar a la capital a celebrar, ya que mis hermanos se iban a encargar de que mi presencia pasara desapercibida, del mismo modo ocurría con mi escuadrón así que, en cuanto logramos cruzar la puerta norte decidí romper filas y comenzar a galopar hacia el estado LaDein. Notando nuevamente que no había nadie esperando mi llegada en la puerta.

—¿Está es nuestra bienvenida? —pregunta Jahaziel.

—Espero que no tuvieras expectativas tan altas —respondí cuando las puertas se abrieron e hicimos nuestro camino hacia los establos.

Al entrar pude ver a un chico nuevo que salió apresurado para ver quienes se acercaban y pude suponer que al duque no le había tomado mucho contratar nuevo personal así que lo más probable es que no conociera exactamente quién era así que sólo me baje de mi caballo sosteniendo las riendas en alto para que las tomara.

—Qué todos los caballos estén bien cuidados, cepíllalos y dales un poco de avena —ordené dejando las riendas a su lado.

—Pero… Yo no… —comienza a balbucear viendo el resto de los caballos.

—¿Qué está pasando aquí? 

No pude evitar suspirar con pesadez antes de ver a Catia, la  jefa de doncellas y al verme fue claro que no esperaban que regresara con vida.

—Es claro que aún no reconocen quién soy —respondí fingiendo estar ofendida—. Aunque es probable que no se les haya indicado que hay tres lobos en vez de dos —sonreír ahora viendo su rostro endurecerse en una máscara de seriedad aunque sabía que estaba claramente molesta—. Ellos son mi escuadrón y espero que se les pueda dar un alojamiento digno.

—Veré que puedo hacer.

—¡Kalique! —escuché una voz fuerte y que se hizo bastante presente en el ambiente tenso que se había formado, la dueña de aquella voz no tardo en envolverme en un abrazo—. ¡Dios, has crecido demasiado!

Después de dos largos años pude volver a sentir su cercanía y una preocupación genuina en su voz, aquello me hizo llorar. Incluso en mi vida pasada siempre estuve anhelando el amor de una familia pero sólo hasta esta segunda vida me di cuenta de que ese amor siempre lo había tenido con Camille.

—Estoy en casa —susurré entre sus brazos.

No quiero ser Emperatriz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora