Capítulo Dieciocho

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Lo que había sido un ambiente tan tranquilo llena de pláticas normales se apagó casi como si se hubiese esfumado haciendo que todas voltearan a verla en cuanto sintieron por fin su presencia y no era de más decirlo ya que todos sabían que era ella la verdadera flor de la sociedad así que su atención se prendó en esa persona haciendo que pudiera disfrutar unos segundos de no estar en el centro de atención, lo que me permitió tomar una galleta para volver  comer en paz aunque ella no duró demasiado en cuanto la sentí cerca de mí.

—Que sorpresa ver a LaDein aquí —escuché su voz, llena de veneno listo para que me atacara con él—. ¿No deberías estar entrenando?

Ahora entendía el motivo de su presencia aquí y sabía que era lo que había desencadenado estas acciones así que dejé mi taza de té sobre la mesa para poder levantarme a fin de verla. Tras un largo tiempo volvía a ver a Hela de Durst, la hija del Marqués Durst quien claramente le sirvió la adolescencia ya que parecía demasiado encantadora para su actitud.

—Es un placer volver a verla, señorita Durst —hablé con seguridad antes de hacer una reverencia ante ella, cosa que no debía hacerlo ya que mi casa estaba por encima de la suya—. Tuve tiempo libre y decidí venir a ver a Laiyia, a quien le prometí que vendría a la primera fiesta que me invitara tras regresar de la guerra.

Mencionar sobre la guerra les hizo recordar que yo la loba blanca de los LaDein, quien participó en la guerra de la conquista del norte además de que si supieran lo que pasaría después incluso tendrían que cambiar la forma en que se dirigían hacia mí.

—Que descuido el tuyo —exclamó haciendo un gesto para que le trajeran una silla—. ¿Así se supone que protegerás a la prometida del príncipe? 

—Cuando se tenga decidido quien será la prometida del futuro sol de nuestro imperio, estaré para ella —respondo con la cabeza en alto sin intimidarme en lo mínimo—. Hasta entonces mis servicios están a disposición del emperador.

—Por cierto, escuché que en la ceremonia vas a hacer tu voto de lealtad al imperio —interrumpió Laiyi en un intento de calmar el ambiente tenso que casi se podía palpar entre los presentes.

—Así es, en unos días tendré que presentarme ante el emperador.

—Serías la primera mujer en convertirse en un caballero —habló otra chica siguiendo el tema—. Formarás parte de la historia y podrás estar cerca de la emperatriz.

—Espero que la emperatriz sea una mujer capaz de ser la madre del pueblo y no una muchacha que sólo espera obtener los beneficios sin siquiera cosecharlos —hablé de forma casual antes de sentarme y tomar otra galleta—. No queremos que el honor del imperio se manche por alguien así.

—¿No crees que le estás dando mucho valor a alguien de una casa como la tuya? —señalo Hela rápido.

—Mi casa provee de los mejores guerreros para servir a la corona —reclamé con un ligero orgullo—. Considero que es más importante tener guerreros en su casa que a alguien que sólo se la pasa pensando en que vestido le queda mejor y a quien va intimidar esta vez.

Todas parecían bastante sorprendida de mis palabras pero Hela no dijo nada, se dedicó a tomar un sorbo de su té con demasiada tranquilidad, como si supiera que esa batalla ya estaba ganada desde el inicio y que sólo había hecho este show para demostrar quién era.

—¿Acaso no lo sabes todavía? —habló finalmente haciendo que todas contuvieran el aliento—. Supongo que el emperador te dará pronto la noticia y espero que puedas estar feliz con ella.

Tuve que enviarle una carta de disculpa a Laiyi porque sentía que había arruinado su fiesta aunque ella no pareció preocupada por ello argumentando que se sentía bien que por primera vez hubiera alguien que le hiciera frente a Hela, quien por el hecho de ser la probable princesa heredera creía que podía ir por encima de cualquier persona y el hecho de que lo sucedido en la fiesta se expandiera nuevamente no tardaron en seguir llegando invitaciones, las cuales rechacé por completo.

—¿Estás lista para esto? —preguntó Camille acomodándome el uniforme—. Estarás frente a demasiadas personas.

—Supongo que esto será mejor que la última vez —murmuré recordando que cuando había estado frente al príncipe y al emperador en la plaza había sido para mí ejecución.

—Supongo que lo es así considerando que esta vez nadie te va a apuñalar el brazo —gruñó ella terminando de poner el broche con el emblema de la casa—. Estás lista.

Traía una levita de color negro de cuello alto, donde este y las solapas eran de color azul al igual que su forro y parte de las mangas, me había puesto un camisa blanca donde en el cuello colgaba el lobo aullando además de un pantalón de color blanco que agraddecí ya que Camille quería que usara una falda para el evento pero me negué además de traer el cabello en una coleta alta.

—¿Te veo en un rato? —le pregunto con una sonrisa.

—No —niega con la cabeza antes de tomarme las manos—. Iré detrás de ti para verte.

—Gracias, Cam.

Era una tristeza que para estas ocasiones ella no pueda subir al mismo carruaje conmigo pero es que también vendrían el resto de los lobos conmigo, porque hoy también sería el anuncio de la recompensa que recibiremos como héroes de guerra. Así que me encontré con todos ellos ataviados con el mismo uniforme que yo, así que subimos al carruaje el cual nos llevó hacia la plaza donde todos parecían seguir celebrando la victoria del imperio y varios se acercaron a nuestro carruaje así que en cuanto llegamos a la plaza bajamos y pude notar a algunos del ejército imperial que parecía que también tomarían su voto de lealtad este día.

—Ve con ellos, después del voto tendrás unos minutos a solas con el emperador —me habla el duque cerca del oído—. Ve ahora.

Sentí su mano empujarme así que me acerqué a los novatos quienes realmente parecían un poco nerviosos cuando me acerqué a ellos siendo demasiado notorio la diferencia entre los soldados de los lobos y los del imperio. Estábamos formados en línea esperando que nuestro nombre fuese llamado así que ellos fueron los primeros en pasar. Para tomar el voto debes arrodillarte ante el emperador y recitar en voz alta antes de que te señalé con la espada del primer emperador para concluir. Era algo rápido pero realmente valioso si querías ser un caballero ya que la otra opción para acercarte a una espada era convertirse en mercenario.

—Kalique LaDein, pase adelante —escuché la voz solemne del emperador.

Tome una bocanada de aire antes de caminar y arrodillarme frente a él con la mano derecha pegada al pecho: prometo mi lealtad al dragón —anuncié con fuerza—. La diosa me dio la vida y le ofrezco esta vida a mi emperador. Te sirvo la sangre que fluye en este cuerpo y su carne, para que puedas emplearla como desees.

Pasaron unos segundos que los sentí demasiado eternos y mi corazón comenzó a latir con nerviosismo esperando que el emperador hablara además de que quería levantar la cabeza pero era en contra del protocolo hacerlo sin el permiso del emperador así que mantuve la posición.

—Honor al imperio y gloría a ti —respondió finalmente el emperador colocando la espada primero en un hombro y luego al otro—. Te nombro a ti un caballero del imperio.

No quiero ser Emperatriz Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz