Día 1: Haunted house

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La Mansión Malfoy se elevaba sobre un mar de hierba alta, mojada por el rocío de la temprana mañana de enero. Antaño negra como ébano pulido, ahora se sostenía regia entre los cadáveres de los setos, antes elegantes, entre los que Draco solía correr en su infancia. Sopló el viento, casi tan frío como la mansión, y dispersó la niebla que la rodeaba, revelando el camino desierto que una vez cruzaron los mortífagos. Draco todavía podía verlos caminar por los jardines. El sol invernal saludó a la mañana, dejando caer su luz sobre el edificio gótico, gigantesco, vacío. Su casa, su casa, su casa. Se mantenía en pie gracias al mismo orgullo que la había conducido a la ruina. Apretando la mandíbula, Draco recorrió aquel terrible camino con los ojos cerrados, rápidamente, sin pensar. Sus pies seguían conociéndolo de memoria. Nada más cruzar la verja chirriante, gastada y herrumbrosa, ya sin el encantamiento que la había protegido durante años, el emblema de la Familia Malfoy lo saludó. Parecía reírse de él. Sanctimonia Vincet Semper.

Semper. Una sonrisa torcida oscureció el semblante de Draco.

Entró en la casa manteniendo su espalda recta. La cara, angulosa y fina, no dejaba entrever nada. Solo un ojo bien entrenado habría percibido el ligero temblor que decoraba su labio superior. Nadie lo esperaba dentro. Nadie, nadie. Ni la sonrisa dulce que su madre reservaba solo para él, ni las orejas botantes de Dobby, ni la risa desatada de Bellatrix Lestrange. La casa estaba vacía. Dirigió la mirada a una de las paredes cubiertas de moho, desde donde una vez lo habían mirado los orgullosos rostros de la Familia Malfoy. Ya no lo miraban. La podredumbre se había comido los cuadros, dejando una pasta grisácea como única efeméride. Había un hueco vacío en la pared. Parecía que la Mansión lo había estado guardando, esperando a que su dueño volviese a reclamarlo.

—Ahí iba a ir yo.

La temblorosa voz de Draco retumbó en el oscuro pasillo, asustándolo. Había hablado en alto sin darse cuenta. Con un gesto impaciente, casi molesto, Draco se secó las lágrimas que no había podido evitar, y girando la cabeza, ahora enfadado, se dirigió a la mansión.

—No voy a pudrirme entre tus paredes.

Escuchó, como toda respuesta, el gemido de la casa al temblar, casi imperceptible, bajo la presión del viento que la azotaba. Parecía maldecir a su antiguo dueño. Draco, digno dentro del miedo que lo acosaba, miró de forma desdeñosa a las pocas escaleras que no habían sucumbido a la descomposición. Sin dignarse siquiera a suspirar, continuo su camino, subiendo por ellas. Recorrió el resto de la mansión en una especie de pesadilla soporífera, donde los recuerdos felices que guardaba de aquel sitio se convertían en agujas venenosas que le atravesaban la piel. Su habitación, donde tantos cuentos le había leído su padre, era ahora en el lugar en el que lo torturaron la primera vez. El comedor guardaba entre sus paredes los gritos de Charity Burbage, y el salón todavía olía a la sangre de las víctimas de Fenrir Greyback.

Sus padres habían convertido su hogar en una herida en carne viva que no sanaría jamás. De golpe, como saliendo de una ensoñación, Draco cayó de rodillas al suelo frente a la puerta de la habitación principal, sintiendo que el pecho se le contraía. La puerta se abrió, dejando que los ojos de Draco, nublados por el dolor, viesen por primera vez el lugar donde había vivido Lord Voldemort.

Era insoportable.

Cuando horas después salió de la Mansión, tembloroso y pálido, con la cara llena de lágrimas, Pansy lo esperaba fuera. Las nubes cubrían el cielo, y el viento soplaba más fuerte que antes, haciendo que la falda negra de la chica volase a su alrededor.

—¿Qué? —preguntó ella, con el rostro duro y los labios arrugados.

—No voy a librarme de esto nunca, Pansy —Draco sollozaba, aterrorizado. —Sigue allí. En cada esquina, en cada grieta, en cada rincón. Sigue ahí y no voy a librarme nunca.

La muchacha se acercó a él, y furiosa, rodeándole los hombros con un brazo y sacando la varita con el otro, le gritó a la Mansión.

—¡INCENDIO!

El edificio ardió. Las vigas aullaron, y el peso de la tradición cayó, tras incontables siglos, bajo la magia de la misma sangre que la había construido.

Draco lloraba sobre el hombro de Pansy. Por su infancia perdida, por un hogar al que no habría podido volver nunca. Draco lloraba, y Pansy lo abrazó con fuerza.

—Ya está, Draco, ya está. El fuego purifica.

Harry Potter fearfest 2021Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ