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Erróneo, inmoral y prohibido.
Quizás por eso se siente tan bien.





Conocer la mente de alguien es algo imposible, imaginar qué está pensando, cuál será su próximo movimiento, o qué es lo que está buscando.
Es difícil, puesto a que no es posible descifrar a las personas; porque tienen deseos, ideas y acciones ocultas que uno no espera y jamás va a lograr ver antes de tiempo. Eso es lo divertido de lo inesperado, que puede ser tanto malo como bueno.

Aunque más deseara convencer su mente de que ésto estaba mal, lo estaba haciendo, y era incapaz de recapacitar y detenerlo, porque no lo había logrado ver antes de que sucediera, no era posible.
A su vez, su mente reacciona de una manera poco común, por el desconocimientos de lo inmoral, más específicamente del cómo se sentía similar a un deleite. Más bien, siempre había recibido enseñanzas que mostraran todo lo contrario, por ello nunca lo había necesitado (hasta ahora), nunca surgió su duda de cómo se sentía.


¿Por qué iba a querer probar una pizca de lo cuestionable?


Siempre fue alguien capacitado para distinguir qué estaba basado en un buen criterio y qué estaba basado en un pensamiento erróneo e incorrecto, aún en esa situación los distinguía, pero su cuerpo era incapaz de ceder ante la idea.
Aún sabiendo ello, estaba siendo afectado físicamente.
No reconocía en qué momento dejó de sentir toda sensación posible, a excepción del placer de los besos húmedos y respiraciones agitadas.
Quizás era su idea, pero dentro del ambiente empezaba a subir la temperatura entre ambos cuerpos, a lo que mantuvo su perfil bajo, extrañado, no era común esa actitud; pero ahí estaba, apretando con la mínima fuerza aquellos brazos ajenos, que eran tan fornidos como hubiera imaginado de un general, tan asi que sentía que estaba siendo sometido ante esa fuerza superior.
¿Cuán urgido estaba? No lo sabía, pero creía que mucho, ser una persona obsesionada por su trabajo era horrible, y su vida sexual y social decaía en base a ello, y lo reconocía más que nunca ahora, por el límite que era el ver, sentir y no apartar a su paciente que estaba encima suyo. Estaba siendo o atacado por un caníbal, o por alguien que estaba igual de necesitado que él.
En medio de esa oficina pequeña, silenciosa(anteriormente) y de colores opacos, se estaba desenvolviendo y sucediendo algo que no hubiera pensado antes, algo inesperado.








Está sangrando.





- ¡Seguridad!




"Espera, es mi sangre."





Su mirada se abrió de par en par, sus manos temblorosas tomaron una fuerza que nació de su primer instinto consciente: huir.
Tomó una decisión lo suficientemente espontánea, que era llevar sus manos al rostro ajeno, separándole con suficiente fuerza, fue tan rápido que se terminó arrancando piel ante la mordida profunda de aquel individuo.

Con la respiración agitada, apretó su uniforme, que anteriormente fue blanquecino, contra la herida, manchando la tela blanca con aquel tono rubí vibrante, no sabía si tenía una hemorragia, pero debía prevenirse, sabía que su piel estaba desgarrada. Quiere hablarle, pero el individuo está ido, está en un estado donde no le va a escuchar, y menos lo va a entender.
Se acercó lentamente a la pared, mientras mantenía su mirada atenta a su adolorido cuerpo, observando los movimientos ajenos, queriendo predecir qué era lo que iba a hacer, a la par que abrió la puerta suavemente. Tiene que mantener la calma y evitar que vuelva a atacarle, pero eso suena imposible.
Dió unos pasos atravesando el marco de la puerta, a duras penas parpadeaba, mientras su cuerpo tenso observaba como la figura se le acercaba, quizás era la adrenalina, pero no podía percibir su entorno, sólo esa pequeña imagen de su paciente con la boca ensangrentada y mirándole fijo con esos ojos ámbar, que le transmitían tantas sensaciones y emociones, de las cuales ninguna era positiva.




𝟏𝟐:𝟎𝟎 𝐀.𝐌Where stories live. Discover now