Capítulo 11

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"Aviones de papel."

Cuando era pequeño, mi madre siempre me contaba una historia. Se titulaba "Los aviones de papel." Iba sobre un niño que le encantaba la papiroflexia. Su afición era dar vida a un trozo de papel. Creaba aviones con los que su imaginación despegaba y volaba libremente sin ataduras. Pero hubo un tiempo en el que no era tan hábil. Un día, cuando aún estaba aprendiendo, las manos le sudaban y el papel se resistía a ser domado. Tras varios intentos fallidos se hartó. Cogió el papel y lo rompió, sin duda, no quería saber nada más de eso. Más tarde, cuando él seguía enfadado, su madre apareció en su cuarto. Pudo notar el descontento de su hijo y como se negaba a seguir con ello, entonces, cogió un folio. Sin decirle nada, comenzó a plegar el papel. El niño salió de su enfado y se quedó mirándola de reojo. La tranquilidad y rapidez con la que su madre doblaba el papel, como si no existiera dificultad alguna. Después de doblar y redoblar, su madre lo había hecho. Acababa de hacer un avión de papel. Tras esto, le dijo: "No te puedes dar por vencido tan fácilmente. Tienes que intentarlo con más ganas y esforzarte." Desde aquello, aquel niño nunca dejó de intentarlo.

Cada vez que me contaba esa historia, quería aprender a hacer barcos y aviones de papel. Tal vez era muy pequeño para entender su verdadero significado, pero me obsesioné por crear cosas. Mis amigos creían que era un pasatiempo absurdo, salvo Collins, que una vez me pidió que hiciera un ramo de flores de papel para el cumpleaños de Andrea.

Ese día estábamos en la biblioteca, como cada tarde que no teníamos entrenamiento. Teníamos un examen importante y André estaba de los nervios. Normalmente, suele ser una persona muy segura de sí misma, pero cada vez que tiene que estudiar, piensa que todo le va a salir mal. No se concentra y se tortura pensando en el maldito examen como si fuera su enemigo. Muchas veces hemos intentado ayudarle a repasar, pero prefiere hacerlo por su cuenta. Esta era una de ellas. Estaba en una mesa apartado, mirando al libro de castellano como si la vida le fuera en ello. Brian estaba en los ordenadores, haciendo una presentación para el oral de inglés. Tú estabas a mi lado, subrayando tus apuntes. Collins estaba molestando a Andrea y Marc me estaba molestando a mí.

Estaba tan aburrido que decidí hacer un avión de papel. ¿Lo recuerdas?

— ¿Qué haces? —me preguntaste.

—Solo dobla folios. —contestó Marc por mí.

—Un avión de papel, es mucho más que una técnica de plegado. —dije molesto.

Aparté la mirada del papel para clavarla en tus ojos.

—Si tú lo dices... —murmuró Marc.

Acto seguido, se levantó y fue junto a Brian. Supongo que iría a contarle algún chiste para animarlo. Últimamente Brian había tenido muchos problemas con sus padres, más de los normales, pero a ti eso te daba igual. En general, lo que le pasara a mis amigos te daba igual. Creo que nunca fuiste capaz de darte cuenta que no solo eran mis amigos, también quisieron ser los tuyos.

Entonces, me di cuenta de que nos habíamos quedado solos. Tal vez no solos en la mesa, ya que Collins y Andrea estaban en la otra punta, pero sí que no había nadie cerca. Apreté los labios, tratando de ocultar los nervios y me volví hacia ti.

—Bueno... —digo, pero me interrumpiste.

— ¿Sabes hacer barcos?

Asentí.

—También sé hacer cisnes. —añadí.

— ¿Flores?

—Si.

Tragué saliva. Cogí un folio, hice una flor de papel y te la di. Sonreíste en cuanto lo viste. Nos miramos durante un segundo, en silencio. Después, sonreí.

Sophie, aquella flor era un regalo. Puede que no te dieras cuenta, pero la hice especialmente para ti y tú la dejaste en la mesa aquel día. La olvidaste, como si no fuera nada. Algo insignificante que te había dado. En aquel momento no me di cuenta, pero la guardé pensando que te habías despistado, pero no fue así. No te importó, igual que no te importé yo.

—No conozco a ningún chico como tú. —dijiste, de repente.

Ningún chico como yo...

¿Qué significaba eso? ¿Era bueno o malo?

— ¿Cómo?

—Que no conozco a ningún...

— ¿Qué quiere decir como yo?

Suspiraste, luego sonreíste y te encogiste de hombros.

Eso no era una respuesta y tú lo sabías, por eso tuviste que pensar algo rápido para no ofenderme.

—Eres un tanto especial.

Un tanto especial...

Eso es lo que dice mi madre de la gente que es rara, distinta. Dice especial para no ofenderlos.

Creo que una parte de tu mente sabía cómo me iba a afectar esa frase, por eso cambiaste de tema rápidamente y ojalá no lo hubieras hecho. Ojalá no hubieras hablado de él conmigo.

— ¿Sabes que nunca antes tuve una cita en el cine?

Eso me tomó por sorpresa.

— ¿No?

—Mi ex novio no era muy fan de tener citas.

—Suena algo incompatible con tener pareja.

—Supongo...bueno...él era un tanto especial.

Especial Sophie.

Volviste a usar esa palabra y entonces supe que para ti no tenía ningún valor.

— ¿Cuánto tiempo estuvisteis juntos?

—Diez meses.

Oh, eso era mucho tiempo, por lo menos para mí que nunca antes había tenido novia.

— ¿Por qué acabasteis? —recuerdo que me callé de golpe al notar como me mirabas. Habías subido las cejas, como si mi pregunta te hubiera tomado por sorpresa y no me extraña.

Antes de que me respondieras, añadí:

—Dios...yo...lo siento. No tienes por qué contestar.

Me callé antes de hacer otra pregunta incómoda. Me sentía avergonzado.

—Es una historia un tanto larga.

Tenía todo el tiempo del mundo. Quise decírtelo, pero me callé.

No sé por qué, pero me imaginé cómo era tu ex. No sabía vuestra historia, ni los motivos que os llevaron a dejarlo, pero sí sabía una cosa, cualquiera hubiera sido afortunado por tener una cita contigo. Que tu exnovio no quisiera, no significaba que no merecieras tenerlas. Entonces, quise volver a invitarte a salir, y así lo hice. No porque no hubieras tenido citas antes, sino porque realmente quería tener otra cita contigo. Más bien, quería tener varias citas contigo. Fui un estúpido, ¿verdad?

Todo lo que no te llevasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora