Capítulo 8: Espero sea suficiente.

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SANTIAGO.

Siento tanta emoción en mi interior, que me olvido de mi plan de esconderme de mis padres hasta que se me quite el nuevo golpe que me dio Victoria para ir a la oficina de mi papá.

Sin embargo, no se encuentra ahí. Quizá ya se fue a casa.

A mi mamá tampoco la encuentro.

Sin dejar que mis ánimos recaigan ni un poco, me apresuro a salir de la clínica para subirme a mi auto y llamarle a Erick, quien me responde al tercer tono.

—¿Alguien se está muriendo?—pregunta, adormilado.

—¡Erick, ella me asintió! ¡Y me tocó la mano!—explico, emocionado.

—¿De qué hablas?

—Primero le estaba contando algo y Samantha me dio unas palmaditas en la mano. Quería recalcarlo, pero tampoco quería asustarla, así que solo sonreí. Pero luego yo le hice una pregunta y ella asintió. ¡A mí!

—¿Es alguna famosa?—inquiere, sin entender nada.

—No jodas, pon atención. ¿Cómo va a ser una famosa?

—Si no lo es, no entiendo tu entusiasmo.

—Es una amiga de la clínica, ella no habla y solo la había visto asentir a su enfermero, pero hoy me lo hizo a mí.—aclaro.

—Santiago —suspira—, son casi las diez de la noche, estaba quedándome dormido, ¿y me llamas para decirme que una chica te asintió?

—¡Sí, lo hizo! ¿Puedes creerlo?

¿Por qué no se alegra? ¡Es un avance!

—Tu vida amorosa me mata.

—No es como que la tuya sea muy buena, eh.—lo molesto.

—¿Entonces te gusta esta chica? Porque lo que más quiero es que pases página de la chica esa que Derek dijo que te seguía en el supermercado.

A ver, es muy pronto para que alguien me guste. Solo me parece linda. Además, en realidad ni siquiera conozco su personalidad.

—Oh, mira que tarde es. Lo mejor es que te deje dormir.

Se ríe, aunque termina por colgarme la llamada sin decirme nada más.

—Grosero.—murmuro.

Guardo mi teléfono para empezar a conducir a mi residencia. Al llegar, me bajo y voy tan distraído pensando en lo de Samantha que no me doy cuanta de que Victoria está esperándome en la puerta hasta que estoy a un par de metros de ella.

—Debemos hablar.—murmura, con la voz débil.

Cuando avanza un paso en mi dirección, yo retrocedo otro por instinto.

—No. Aléjate de mí.

—Por favor, es que me siento muy culpable.

—Deberías —mascullo de mala gana—. Si planeas tener a ese bebé, no deberías de estar bebiendo y lo sabes, no eres estúpida.

—¡Es que estoy desesperada!

—Y a mí me estás desesperando.

Hoy me llamó cuando iba camino a la clínica. Sonaba muy mal y básicamente suplicó que fuera a verla. Cuando llegué a su habitación; estaba totalmente borracha. Ahí fue donde me contó casi todo.

Mientras sostenía su cabello y ella vomitaba en el retrete, dijo que lamentaba mucho todo lo que hizo, pero que ahora que yo estoy con Dave parece que haberle pagado al doctor ni siquiera valió la pena.

Sin voz.Where stories live. Discover now