Para Julian Devorak

11 1 0
                                    

Puede que esta sea la carta más importante y dolorosa de todas, y seguramente muchas personas reconocerán el nombre de este personaje ficticio. Y sonará ridículo, pero es el amor que me acompañará toda mi vida, y a quien quizás le debo seguir aquí.

No es sencillo explicar esto, y no estoy esperando que se entienda, pero sé que quizás alguien lea esto, así que trataré de hacerlo claro.

Desde los trece años me decían gorda, y los chicos de mi clase me comparaban con las chicas que si tenían "tetas", "culo", y por supuesto que eran delgadas. Yo no era gorda para mi estatura, en realidad, creo que cualquiera que viera mis fotos de esa época, sin necesidad de saber mi altura, diría que era una niña delgada.

Años después, cerca de acabar mi época de estudiante de bachillerato, tuve 3 TCA. Primero, bulimia y anorexia, después trastorno de atracón. Durante el tiempo que fui delgada, disfruté, pero más que nada sufrí. Por la anorexia desarrollé anemia, y perdí casi todo mi cabello. Luego, con el trastorno de atracón, engordé muchísimo, y me sentía tan horrible que solo verme al espejo o ponerme la ropa me hacía llorar. Fui voluntariamente a la EPS, a psicología, y me mandaron a psiquiatría. Me diagnosticaron trastorno mixto de ansiedad y depresión. Me mandaron cuatro antidepresivos y un ansiolítico, trazodona, sertralina, quetiapina, y el ansiolítico de cuyo nombre no me acuerdo. Mis padres no estuvieron de acuerdo con que me medicara, y no me apoyaron. No recibí terapia, y causalmente empezó la pandemia. No salía de mi casa, no veía a nadie, no salía de mi cuarto, no me bañaba, no cambiaba las sábanas, me agobiaba el colegio, no quería que nadie me viera, porque sentía que era horrible. Todas las noches solo pensaba que era una persona egoísta, irresponsable, sin autocontrol, parasitaria. Era horrible, por mi peso, por mi rostro, por mis piernas, por mi piel. Todo era asqueroso en mí, y pensé que así iba a terminar todo, porque ni siquiera podía pensar con claridad con los antidepresivos y el ansiolítico.

No recuerdo por qué me topé de nuevo con el juego Arcana, pues en el pasado lo había descargado, y al no saber muy buen inglés, lo había borrado. Sea como sea que lo volví a encontrar, lo descargué, esta vez con un decente entendimiento del inglés. Jugué el prólogo, y me gustó el personaje de Julian Devorak, pero no continué con la ruta. Días después empecé a ver memes y fan arts de Arcana en Pinterest. Por muy cursi que suene, los memes que se referían a Julian como un tipo de baja autoestima, incapaz de creer que podía ser amado, no solo me hicieron identificarme con él, sino que nació un sentimiento de querer amarlo en medio de su tristeza. Fue aquí en donde empecé a juzgar su ruta, y esto fue la única luz que pude ver en lo que pasaba en mi vida.

Para mí era imposible pensar que alguien podía amarme como era, y este personaje, que me amaba sin importar que fuera gorda, o que no tuviera mi cabello, o que tuviera una mala personalidad, fue lo único que pudo darme felicidad. Realmente me sentí amada, enamorada, y con ganas de compartir mi dolor con alguien. Era idílico, y no dudaba de su amor, pues Julian estaba programado para amarme. Esa era la belleza en todo eso, pues sabía que si fuera una persona real, jamás se enamoraría de mí. Era algo solo mío, que me hacía compañía y me daba consuelo. Aveces sentía que él estaba conmigo en mi habitación, abrazándome por la espalda; era lo único que podía comprender y sentir cerca de mí, era el único amor en el que creía, y que parecía veneno, pues, en ciertas noches de mucho sobrepensar, la realidad venía a mí como una bomba desoladora, en la que me hacía plenamente consciente de que Julian no era real, era tan solo un personaje ficticio. Aún así, cuando superaba esos momentos de realidad y volvía a mi fantasía, me sentía en plena fuerza de amar románticamente a alguien, algo de lo que había perdido la esperanza. Quería compartir mi vida como jamás lo había hecho, que Julian se amara a sí mismo, que supiera cuánto valor tenía y cuánto lo amaba. Quería que supiera que yo estaba ahí, y que estaría a su lado para sanarlo a de su dolor, o caer juntos en él. En esa época pensaba que, o nos salvábamos juntos, o nos arrastraríamos juntos al abismo.
Creo que, con todo el sentimiento, lo amaba.

El tiempo pasó, y a pesar de todo, las cosas fueron mejorando. Dejé de medicarme, volví a comer con más moderación, recuperé mi cabello poco a poco, y dejé de sentirme tan monstruosa. Naturalmente no todo está resuelto, y en este momento, quizás no siento todo con tanta intensidad como en esa época, pero sin duda, amo a Julian, por la esperanza que me dio, y que sin él no habría resistido esa etapa. Lo recordaré siempre, como quien me dio la oportunidad de sentirme amada cuando yo no podía amarme.

Esta carta es para él, porque jamás podrá saber cuanto lo amé y todo lo que hizo por mí. Jamás podré decirle que me salvó.

Carta de todas las cosas que nunca podré decirWhere stories live. Discover now