16 | Lugar en el mundo

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Isabella Campbell

El contacto de sus labios contra los míos por un instante me dan ganas de empujarlo pero luego me doy cuenta de que él no me va a lastimar, correspondo a su beso que no tarda en volverse más íntimo, su lengua danza con la mía y mis brazos lo envuelven para acercarlo a mi.

No puede ser casualidad que el destino nos haya puesto en el camino del otro, él me necesita y yo lo necesito a él.

Cuando nos separamos sus ojos brillan enfocados en los míos, sus manos aprisionan mi cintura aún.

— ¿Tienes terapia hoy? - me pregunta y asiento.

— Y estoy llegando tarde. - con pesar me alejo de su agarre. - Nos vemos futuro esposo. - beso castamente sus labios y voy en busca de mi bolso.

— ¿Paul va contigo? - se levanta de su silla y acomoda su camisa, la cual arrugue en nuestro beso.

— Sip. - le sonrío de costado y él se apresura hacia mi.

— Gracias por estar en mi vida. - vuelve a besarme y me deja ir.

En el auto siento los labios cosquillándome aún, sintiendo su presencia contra la mía, como si fuese algo de lo que no me puedo despegar, lo cual es extraño ya que nunca me había sucedido. Pero él es diferente, estuvo cuando nadie más.

El doctor Johnson me mira con una sonrisa cuando me siento frente a él.

— Hoy te noto feliz Isabella.

— Lo estoy, me voy a casar, como ya sabe, y los preparativos me tienen muy entretenida, es más, luego de aquí iré a ver a mi futura suegra para comprar los vestidos que usaremos en la fiesta de compromiso. - le explicó feliz.

Por supuesto que mi terapeuta ya sabe el porqué de mi casamiento pero está completamente complacido de que no esté llorando a causa de todo lo que me hizo mi ex y que me encuentre enfocada en otra cosa.

— Me alegra escuchar eso, seguramente se verá muy bonita, pero aquí sucede algo que no me está diciendo.

Lo miro cómplice y me acomodo en el lugar, se siente extraño que las primeras veces estaba con un gesto triste en el rostro y hoy puedo hablarle con felicidad de lo que está sucediendo en mi vida. Por supuesto que ahondamos en los temas sensibles y trabajamos en ellos, no voy a estar con una sonrisa en el rostro toda la sesión.

— Con Alexander nos besamos hoy. - Mario levanta las cejas y esboza una sonrisa.

— ¿Y eso como te hizo sentir?

— Cómoda, sentí muchas cosas pero más que nada familiaridad, calidez, como si ese fuera mi lugar en el mundo. - siento que los orbes se me iluminan ante el recuerdo de lo sucedido esta mañana.

— Quizá lo es. ¿No tuviste más pesadillas? - niego.

— No, desde que Alex duerme junto a mi ya no tengo.

(...)

Miro a mi alrededor feliz de todo los vestidos que me rodean, son tan elegantes que siento que con tocarlos ya gaste todo en la tarjeta de crédito que me dió Alexander.

— ¿Son bonitos no es así? - Karen mira un vestido azul oscuro a mi lado.

— Lo son, pero siento que van a ser muy caros y no quiero que Alex gaste más de lo que ya gasto en mi.

Mi futura suegra rueda los ojos y se adentra en la tienda, sin importarle nada de lo que le acabo de decir.

— En el momento en el que te cases dejaras de prestar atención a precios, mi familia tiene dinero para diez generaciones más y tú serás parte de ella. No pido que cambies tu forma de ser, me encanta que pienses en el bolsillo de mi hijo pero es tu fiesta de compromiso, gasta todo lo que quieras que no será nada en comparación al gasto de la boda. - me mira de reojo y llama a una dependienta del lugar. - Si vas a ser Isabella Adams debes de vestir como tal, tu belleza es digna de lucirse.

Asiento y comienzo a buscar vestidos que me llamen la atención mientras Karen pide que le muestren el azul oscuro que acababa de ver. Sin que me guste ninguno los paso uno a uno con gesto aburrido.

— Señorita, la señora Adams nos pidió que le trajeramos un vestido digno de usted, ¿Nos acompaña a los vestidores?

Asiento un poco desconfiada y la sigo hacia el lugar en el que ví desaparecer a Karen hace unos minutos, en el lugar me espera un vestido rojo hermoso, largo y con detalles que me vuelven loca al instante.

— Llámenos si necesita cualquier cosa.

La dependienta me deja sola en el lugar y me empiezo a desvestir para luego tomar el vestido con miedo a romperlo de lo delicado que se ve. Cuando ya se encuentra sobre mi cuerpo me volteo hacia el espejo y se que es la opción ideal.

La tela abraza mis curvas, la espalda está descubierta y el escote no es vulgar pero si provocador, un sonrojo se apodera de mi rostro al pensar en la reacción de Alexander al verme.

(...)

Paul carga con mis bolsas hacia el interior de la habitación, me siento realmente apenada de todo lo que me hizo comprar Karen a demás del vestido.

— Pero veo que mi madre te contagió lo compradora compulsiva. - se burla Alexander desde el sofá, Paul se despide y sale mientras yo me acerco a mi futuro esposo.

— Yo me negaba diez veces y ella veinte veces me lo afirmaba, dándome discursos acerca de ser parte de su familia. - me tiro a su lado, escuchando su risa ronca.

— Típico de Karen, ¿Al menos compraste algo que te haya gustado?

Pienso en el vestido y luego en la ropa interior que me obligó a comprar Karen y asiento, con el calor apoderándose de mi rostro, llamando su atención.

— ¿Y puedo ver? - hace amago de acercarse a las bolsas pero se lo prohíbo subiéndome encima de él.

— ¡No!

Él se ríe y yo me aferro a su cuerpo como si fuese un koala, me corresponde el abrazo y deja un beso en mi cien.

— No te alteres, respeto tu privacidad.

Y se que si, pero no es tema de privacidad, me resulta extraño todo lo que me está provocando su sola presencia y las ganas que siento de estar en su encima.

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