Capítulo 29. | La calma antes de la tormenta.

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Zara Di Ángelo.

Me detuve en la cima de las escaleras con Cezar a mi lado, respiré profundamente antes de comenzar a descender lentamente. Los tacones color crema que hacían juego con el vestido hacían un sonido rítmico a cada paso que daba.

Al llegar a la puerta principal distinguí varios coches negros aparcados justo en la entrada. No sabía que íbamos a ir tanta gente, ni siquiera sabía que había más gente en esta organización. Claro que la había, Zara, lo que pasaba era que estaban en las sombras y no los veías.

Del segundo coche bajó Trece, llevaba una camisa negra junto con un pantalón de traje del mismo color, le daba un aire elegante y sexy. El negro siempre le había quedado bien. Trece viró la cabeza hacia mí mirándome con intensidad, provocando que mis hormonas diesen volteretas.

 Trece viró la cabeza hacia mí mirándome con intensidad, provocando que mis hormonas diesen volteretas

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Cezar y yo nos acercamos, me tendió la mano para ayudarme a subir. La tomé intentando mantener la compostura y entré al interior del coche. Cezar entró justo detrás de mí en la parte trasera y Trece se colocó en el asiento del copiloto. Observé que no tenía ni idea de quién era el conductor e intuí que serían uno de los miles chóferes de Enzo.

Hablando del rey de roma, vi a Enzo caminar con un aura oscura hasta el primer coche. A pesar de tener los cristales tintados lanzó una mirada afilada como si supiese dónde estaba. Desvié la mirada completamente asqueada.

Después de unos segundos el coche arrancó y nos alejamos de la mansión rápidamente.

La noche estaba silenciosa y tranquila, como si todo el mundo hubiese desaparecido y la ciudad se hubiera quedado sola. No se escuchaba otra cosa que el leve susurro de las hojas moviéndose con el viento y el lejano sonido de los grillos.

El cielo estaba oscuro y estrellado, y la luna brillaba con una luz suave y plateada. La luz de la calle proyectaba sombras alargadas sobre el pavimento, creando un ambiente misterioso y surrealista.

A pesar de la paz que se sentía en el aire, también había un sentido de tensión y anticipación. Era como la calma antes de la tormenta, como si algo importante estuviese a punto de suceder y la ciudad estuviera esperando en silencio.

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